Mis padres me dejaron en herencia un pequeño campo de 2.500 metros cuadrados. Al jubilarme decidí cuidarlo. Planté avellanos y el año pasado vendí un saco de avellanas, a la Cooperativa Agrícola de Cornudella. Recibí por ellas 90,10 euros, tal y como se puede comprobar en la liquidación expedida por la Cooperativa. Después de mi jubilación, Hacienda me notificó que no era necessario que presentase mi declaración del IRPF. Ahora, a causa de esta venta de avellanas la Agencia Tributaria de Reus me envía un aviso por el que se me dan 10 días para que presente mi declaración del IRPF. Lo hago, y en la gestoría me indican que como empresario –no como jubilado– me tocaría pagar: 713,28 euros de liquidación, 183,57 euros de sanción y 14,08 euros de intereses de demora. Mi saco de avellanas me costará, pues, 910,93 euros. Como bien se puede entender, nunca volveré a vender mis cuatro miserables avellanas. Continuaré tal y como antes hacía repartiéndolas entre mis familiares y amigos o, mejor aún, renunciaré a cultivar este trozo de tierra que pasará a ser uno más de los muchos abandonados, lo que favorece los incendios forestales y el deterioro de los caminos. No creo que para Hacienda sea un problema; por lo visto su único afán es el recaudatorio. Según mi modesta opinión, lo que me ha sucedido lo considero un abuso de poder, una injusticia, un fraude y un robo contra un ciudadano que no es ningún delincuente y al que, si acaso, se le podría acusar únicamente de desconocer las normativas de Hacienda. Por unas avellanas.
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