Hace cuestión de días que en mi escuela de toda la vida surgió la idea de colgar la bandera catalana en la fachada del edificio. A algún iluminado se le ocurrió colgar una encuesta en las redes sociales. En cuestión de minutos el debate estalló. Pero lo importante del asunto no está en el hecho de hacerse una encuesta, sino en todo lo que se llegó a decir. Compañeros de clase invitaron formalmente a un alumno a abandonar nuestra escuela si no se sentía identificado con sus ideales catalanistas, solo porque defendía que la escuela debía ser neutra. La palabra fascismo surgió más de una vez en el debate. Alumnos catalanistas tacharon de fascistas a sus compañeros de la infancia por no apoyar el catalanismo y la independencia catalana. Y yo me pregunto, ¿hasta dónde vamos a llegar? Si no detenemos esto, llegará un día que nuestros hijos tendrán que estudiar la historia del fascismo catalán
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