Europa calcula que hay 20 millones de refugiados que están intentando llegar a su territorio. Pero la preocupación no es que se mueran ahogados en el Mediterráneo, o en el Canal de la Mancha, a golpes en el Eurotúnel, o asfixiados en un camión en Austria, ni mucho menos las condiciones en que viven. Nunca antes en la historia de la Unión Europea (UE) hubo tantos refugiados llegando e intentando llegar, por eso se reúnen sus líderes, para ver cómo se reparten a los que llegan y, por supuesto, asegurarse de que no lleguen más. Como si estuviesen discutiendo la distribución de vertederos de basura, se pasan la bola de uno a otro. En lugar de instar a los países periféricos a mejorar su impermeabilidad, levantar muros y militarizar fronteras, podrían considerar pensar un momento en por qué millones de personas están desplazadas de sus hogares y viviendo en la más absoluta miseria. Los más 'humanos', por llamarlos de una manera, creen que su misericordia al dejar entrar a algunos es suficiente, y se olvidan de que están en esas condiciones por las políticas económicas y militares de las que la UE es participe fundamental. En un mundo que alcanzó el récord de temperatura desde que se tienen registros, con la mitad del mayor productor de contaminantes del mundo negando la responsabilidad del hombre en el cambio climático, con una población mundial estimada en 9.100 millones para el año 2050 y con desigualdades cada vez más acentuadas, negar el origen de las crisis humanas es el suicidio de la civilización.
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