La disminución en más de un 11% del material recogido en los contenedores de reciclaje es reflejo de la pobreza a la que se ha llegado a causa del desempleo, que no para de aumentar y que fuerza a buscar medios para sobrevivir. Vemos gente rebuscando comida que tiran supermercados y panaderías en los contenedores, así como objetos de metal que pueden revenderse y papel y cartón. No es que la conciencia ecológica de la población haya disminuido y no se preocupe de reciclar: se trata de conseguir algún dinero porque no se tiene un trabajo con que ganarlo. Tampoco es extraño ver familias que llenan garrafas con agua de las fuentes públicas. Y a los gobernantes les preocupa más la imagen del país que buscar soluciones efectivas al problema.
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