Viernes, 13 de septiembre del 2013 Silvia de la Cruz (Barcelona)

El 11 de septiembre me quedé en casa viendo TV-3 para poder disfrutar un rato de la cultura catalana sin que se hablase de independencia. Me quedé en casa sintiéndome muy catalana y muy orgullosa de mi cultura, mi tradición y mi identidad. Pero no vi imágenes que mostrasen a catalanes felices y agradecidos de haber dejado atrás un tiempo de represión y dolor real. Me rompe el corazón ver a niños y niñas, lejos de la mayoría de edad y de cualquier noción de política, reclamando libertad. Estamos educando generaciones a la defensiva. He viajado por todo el mundo, y al decir que soy de Barcelona, de Catalunya, suelen preguntarme: «¿Desea la independencia, no?»,  o «¿Catalana o española?». Evito expresar mi irritación y lo sustituyo por una sonrisa y y la afirmación de que soy muy catalana, muy española y no necesito la independencia de nadie para tener una identidad firme. He conseguido mucha más conciencia sobre el pueblo y la cultura catalanas así que alzando el puño intentando que alguien de fuera empatice con una lucha que tanto le da. 
Me aterra pensar que se está gestando un enfrentamiento entre los catalanes, que nos estamos convirtiendo en un pueblo que perpetúa una lucha exclusivamente política. Lo que es importante es conservar la identidad y la cultura y no perdernos en distinciones políticas y estatales. La única opresión que yo he sufrido es la de no haberme sentido libre de expresar todo esto hasta hoy. Pero tengo confianza en que este acto de reafirmación no se convierta en un acto de enfrentamiento, sino una toma de conciencia común sobre el rumbo que estamos tomando como pueblo. El himno de Catalunya me ha emocionado profundamente. No lo utilicemos como canto de guerra sino como himno de concordia. Soy catalana y ya soy libre. 

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