Me duele Barcelona. Me refiero al sistema que permite que, uno tras otro, decenas de engranajes vayan encajando para permitir tantos elementos dudosos no investigados o pruebas no aceptadas; que la presunción de inocencia de un Estado de derecho se omita para vengar a cualquier precio el triste destino del señor Salas. Atónita, incrédula y asustada al escuchar solo a una parte, sí, pero hasta ahora no escuchada, me queda un dolor profundo en el alma, pues todos tenemos parte de responsabilidad. Nuestro sistema, que no puede probar torturas policiales a menos que las reciba el hijo de un diplomático, ¿se cree mejor que otro sistema que permite el cultivo de terroristas? Al menos a ellos les he oído reconocer sus manzanas podridas. En cambio, aquí se oyen voces del colectivo de guardias urbanos a favor del indulto de dos de los suyos condenados por torturas.
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