Con el 'caso Blesa' ya he perdido la cuenta de los escándalos por malas prácticas en las desaparecidas cajas de ahorro: gestiones nefastas, pensiones millonarias, sobresueldos, corrupción... La causa es que la inmensa mayoría de altos directivos de estas entidades eran personas cuyo único mérito era ser afines a un determinado partido político: véase el caso de la profesora de ballet que acabó en la comisión de control de la CAM. Este modelo de gestión por amiguismo y cuotas ha provocado la ruina y desaparición de la mayoría de las cajas de ahorro. Cuidar de los ahorros de millones de familias y buscar el mayor beneficio no es una tarea apta para cualquier enchufado por cuota o funcionario. Es un trabajo que exige una alta competitividad que solo se puede encontrar en los mejores gestores del ámbito privado, y es taxativamente incompatible con un modelo público. La banca debe ser privada, cuanto más desligada del Estado anacrónico y deficitario, mejor.
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