Algunos creen que diversidad funcional es un eufemismo de discapacidad. Tendemos a pensar que hay que integrar a las personas discapacitadas en el funcionamiento cotidiano de las sociedades. Unas rampas, escuelas especiales y la famosa ley de dependencia nos hacen creer que somos una sociedad preparada para insertarlos. Nada más lejos de la realidad. La pregunta que hay hacerse es: ¿hay que insertar ciudadanos de pleno derecho pero que no gozan de estos derechos? Porque en mi opinión, y por poner un ejemplo, asignar una plaza en una escuela especial a un niño afectado con algún tipo de diversidad funcional me parece una forma de segregación y no de inclusión. Un niño que quedará etiquetado y estigmatizado. Si la solución es la inclusión, ¿por qué las ciudades no están adaptadas para todos sus ciudadanos? Si la mayoría no tenemos problemas para adaptarnos a todo tipo de accesos arquitectónicos, ¿por qué mantenemos obstáculos para algunos? No son ellos los que deben adaptarse a nosotros, sino nosotros a ellos. Si ellos no pueden subir escaleras, nosotros podemos subir rampas y si ellos no pueden ver los colores de los semáforos nosotros podemos aprender a guiarnos por señales acústicas.
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