George Orwell, en su momento, dijo que un pueblo que vota a corruptos y ladrones no es víctima de su situación sino cómplice. Por su parte, Winston Churchill, sin pelos en la lengua, sentenció que cada pueblo tiene los gobernantes que se merece. Los resultados de las próximas elecciones municipales de este mes de mayo y de las generales de septiembre deben servir para confirmar la madurez o inmadurez democrática de los ciudadanos de este país. Si es verdad que una de las mayores preocupaciones de la ciudadanía es la corrupción, esta debería ser severamente castigada, ya que hasta ahora las elecciones son el único medio del que disponemos para censurar los desenfrenos, los engaños, la arrogancia y la prepotencia de los que han llegado a ser nuestros representantes y gobernadores. Nos incumbe, en nombre de todos, la obligación de actuar con responsabilidad. Ya lo dijo Einstein: no podemos esperar resultados distintos si hacemos siempre lo mismo. Es un sinsentido. Cada vez que perdemos la sensata posibilidad de fiscalizar la mala gestión de nuestros gobernantes, corremos el riesgo de que en los próximos años se desentiendan totalmente de nuestras reivindicaciones, por muy claras que sean. La única consigna innegociable para las próximas elecciones debe ser el voto responsable, porque lo que está en juego no es nada menos que el futuro de un país entero, el de todos. Tenemos un compromiso con la sociedad, y va más allá de nuestros estrictos intereses personales y partidistas.
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