Lunes, 11 de mayo del 2015 M. Jesús Fernández (Barcelona)

Alguien dijo que tenemos los políticos que nos merecemos. Como votante impenitente desde que tenemos democracia, nunca lo he creído. ¿Me merezco yo, persona honrada, trabajadora, cumplidora de la ley, pagadora puntual de impuestos, respetuosa con el prójimo y las normas establecidas, las leyes cambiantes y las disposiciones municipales, autonómicas, estatales... ser gobernada por un partido, del signo que sea, corrupto, defraudador, ladrón, prepotente, incapaz de hacer autocrítica, que mantiene en sus listas a imputados y cuyos miembros no dimiten pese a sus desmanes? Pues no, yo no me merezco eso. Y mucho menos si no les he votado. La obligación de un Gobierno es gobernar para todos. Pero no es nuestro caso: tenemos un Gobierno que asfixia a algunas autonomías, que intenta aniquilar las lenguas propias de cada una (en lugar de protegerlas), que ha permitido que la sanidad, la educación y la justicia estén bajo mínimos, que ha invertido miles de millones en rescatar a los bancos y no a los millones de pobres de la crisis y que ha dejado colgados a preferentistas, hipotecados y desahuciados gracias a reformas laborales varias y al egoísmo empresarial de los amiguetes que dirigen las grandes y pequeñas empresas que llevan 10 años sin contratar a  nadie... Yo no me lo merezco.
Anonadada he quedado ante los resultados de la última encuesta del CIS. No me puedo creer que el PP vuelva a ser el más votado. Es decir, que millones de los que le votaron no solo no creen que se equivocaran, sino que están tan agradecidos a su gestión que le van a ser fieles de nuevo. Porque después de 40 años de democracia algo tendríamos que haber aprendido; en Alemania dimiten presidentes por haber copiado en una tesis... Pero no. No hemos aprendido a castigar, a cambiar de opción. ¿A que no pasa nada si de repente nos damos cuenta de nuestro error y votamos a otros? 

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