Domingo, 24 de mayo del 2015 Hortensia Iturriaga (Barcelona)

Los recortes en el estado del bienestar nos están llevando hacia la desigualdad social creciente. Y resulta curioso que el incremento de la tragedia corra paralelo con la banalización mediática de la política por parte de actores y comentaristas. Desde las elecciones europeas se ha instaurado la vorágine de las encuestas como fuente alimenticia de verborrea para comentaristas. A nuestra democracia no se la dotó de un armazón jurídico que protegiera la separación de poderes, que cortara la financiación irregular y el clientelismo de los partidos, que exigiera la transparencia, que dificultara y castigara la corrupción, que impidiera el desgarro de los más débiles cuando inexorablemente llegara el batacazo de aquella burbuja tan previsible como ignorada por todos. Y henos aquí en otras elecciones con muchos actores que miran de reojo su figura, para dar con el escorzo que recoja los aires de los votos. 
De entrada, preséntennos las cuentas claras y auditadas, definan el punto de partida y el camino previsto para alcanzar los objetivos de su actuación. Déjense de patrañas, mentiras y fantasías, por favor. En el colmo del cinismo, algunos defienden que lo fundamental es cruzar la calle metafórica con el semáforo rojo porque, claro, ellos no contemplan que nos atropelle un coche. La corrupción, tan extendida, no es ni mucho menos igual en todos los partidos, ni en calidad ni en cantidad. En unos es intrínseca y estructural, aunque vayan de teresas de Calcuta por el mundo y pretendan sentar cátedra de todo, desde la identidad hasta el honor nacional. Y desde ahí hasta la corruptela del último de la fila hay un amplio trecho. 
No esperábamos que la derecha nacional ni la autonómica hilaran fino en este campo, pero la izquierda ha cometido el tremendo error de no salir a hablar claro y entonar el mea culpa ante la ciudadanía, y ha dejado que los otros les metan en el mismo cajón de sastre. Igualar, por ejemplo, el caso Filesa con el macro caso que comenzó con Naseiro y llega hasta Bárcenas es la inmensa goleada que los socialistas se han dejado marcar voluntariamente en el poco honroso partido de la financiación irregular. La solución a todos nuestros males pasa por una auténtica regeneración de la política y esa está todavía por hacer y a todos nos concierne. Ojalá que estas elecciones sirvan para iniciar ese camino tan necesario.

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