Tren BCN-Mataró

La historia de un sueño que cambió la civilización

Un reportaje de Carlos Márquez Daniel

El primer ferrocarril de este lado de los Pirineos cumple 175 años. Cambió la movilidad y el transporte, pero también marcó el perfil de buena parte del litoral central de Catalunya.

Antes de que se aprobara el plan de ensanche de Barcelona de Ildefons Cerdà y al mismo tiempo que la ciudad empezaba a derribar las murallas para evitar que la insalubridad aniquilara a la población, se producía un hecho histórico con el que empezaron a cambiar muchas cosas en todas partes. El 28 de octubre de 1848 -se cumplen 175 años este sábado- se inauguró la primera línea de ferrocarril peninsular (luego entenderán el matiz), que unía la capital catalana y Mataró, una urbe que empezaba a despuntar gracias a la industria textil y metalúrgica. Paró en Badalona, Montgat, Masnou, Premià y Vilassar para recalar finalmente en el epicentro del Maresme.

Barcelona tenía en 1818 poco más de 80.000 habitantes. En 1850, sin que las dimensiones hubieran cambiado, eran ya 190.000 las personas que vivían amontonadas dentro de los límites de lo que hoy es más o menos Ciutat Vella. La esperanza de vida no llegaba a los 40 años (para las clases acomodadas) y el hacinamiento y la escasa ventilación de calles y plazitas tenía la ciudad al borde de la asfixia. Que los planificadores fueran a la vez militares mantenía un dogma tan sagrado como absurdo: no se podía edificar a una distancia que quedara dentro del rango de distancia de un tiro de cañón.

El consistorio terminó por convocar un concurso público para tratar de higienizar semejante ensardinamiento. Ganó el médico Pere Felip Monlau, que presentó el sugerente proyecto 'Abajo las murallas!!!'. Luego vendría Cerdà y su plan, impuesto por Madrid al radial que eligió el ayuntamiento, obra de Antoni Rovira i Trias. En este contexto expansivo se entiende mejor la apuesta por el ferrocarril.

La evolución del transporte recuerda el grafiti que el artista urbano Blu renovó a principios de año a los pies del Carmel. Quizás lo recuerden, es un alegoría de los tiempos modernos, con una persecución entre dos escualos y una orca, que encarnan el capitalismo, la guerra, la contaminación y la especulación urbanística. La conclusión es que siempre hay alguien, que quizás ya estaba antes y que te va a poner las cosas difíciles para tratar de mantener su parcela.

La réplica exacta del tren original de 1848, construida para el centenario de la inauguración ferroviaria del Barcelona-Mataró.

La réplica exacta del tren original de 1848, construida para el centenario de la inauguración ferroviaria del Barcelona-Mataró.

La analogía se coge rápido, pues la construcción del ferrocarril tuvo que hacer frente a la rocosa oposición del Gremio de Transportes por Diligencia, que se temía, y bien que hacía, lo peor. Sucedió lo mismo en la primera década del siglo XX cuando los primeros autobuses sucumbieron al dominio del tranvia, un medio que falleció en los años 70 ante la dictadura del coche. Muchos años más tarde le pasó al taxi con el Aerobús, al alquiler de vehículos con el 'sharing', a la bicicleta con el patinete eléctrico...; la movilidad y sus trincheras.

El viaje inaugural tuvo una ausencia muy significativa. Dos meses antes, el 2 de abril, fallecía Miquel Biada, el artífice de todo aquello, el empresario que había estado en Cuba, entonces colonia española (de ahí el matiz de 'estreno peninsular'), y había sido uno de los impulsores del ferrocarril que en la isla se había puesto en funcionamiento en 1837 para unir la zona agrícola de Güines y el puerto de la Habana. Su sueño para Catalunya, todavía por cumplir, era que el tren llegara a la frontera. Eso ya sucede gracias a la alta velocidad y a la R11 (Barcelona-Portbou), pero no por la línea de la costa, que no llega ni al Baix Empordà.

Papeles del reglamento y horarios del tren.

Papeles del reglamento y horarios del tren.

Una postal de Barcelona con el tren.

Una postal de Barcelona con el tren.

Afloraron entonces nuevos paralelismos con la era contemporánea. El proyecto tenía todo el sentido empresarial e industrial, pero la inestabilidad política -¿les suena de algo...?- fue una incómoda piedra en el zapato que este emprendedor nacido en Mataró en 1789 pudo salvar con el apoyo de otros prohombres de la época y de inversores británicos, pues en Inglaterra sí se vivía un auténtico furor ferroviario con las ruidosas locomotoras de vapor como protagonistas.

No así en España, donde el invento generaba más reticencia que filias y no fue nada fácil embolsar el dinero necesario para iniciar las obras, cosa que sucedió en 1846 después de que el Gobierno aprobara el plan, que incluía expropiar e indemnizar a cerca de 170 propietarios con terrenos en el trazado. El proyecto incluía el primer túnel ferroviario de España. De hecho, el primer túnel vinculado a la movilidad, porque tampoco las carreteras habían empezado a perforar montañas. Es el de Montgat, que mantiene el mismo aspecto y uso 175 años después.

El mar invade las vías de la línea de la costa, a la altura de Badalona, en 1948.

El mar invade las vías de la línea de la costa, a la altura de Badalona, en 1948.

El Barcelona-Mataró no fue el primer ferrocarril de España porque en 1837, en la Cuba colonizada, se puso en marcha un primer trazado entre Güines y La Habana

La primera estación de Barcelona, en lo que hoy es la estación de França

La primera estación de Barcelona, en lo que hoy es la estación de França

La estación de Badalona, en 1897.

La estación de Badalona, en 1897.

El tren, a su paso por Montgat, en 1910.

El tren, a su paso por Montgat, en 1910.

Dibujo realizado para conmemorar el primer centenario de la línea.

Dibujo realizado para conmemorar el primer centenario de la línea.

El tren cruza la avenida de Icària, en 1948.

El tren cruza la avenida de Icària, en 1948.

Las vías, en Badalona.

Las vías, en Badalona.

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La primera estación de Barcelona, en lo que hoy es la estación de França

La primera estación de Barcelona, en lo que hoy es la estación de França

La estación de Badalona, en 1897.

La estación de Badalona, en 1897.

El tren, a su paso por Montgat, en 1910.

El tren, a su paso por Montgat, en 1910.

Dibujo realizado para conmemorar el primer centenario de la línea.

Dibujo realizado para conmemorar el primer centenario de la línea.

El tren cruza la avenida de Icària, en 1948.

El tren cruza la avenida de Icària, en 1948.

Las vías, en Badalona.

Las vías, en Badalona.

El director técnico del trazado fue Joseph Locke, un adinerado ingeniero que ya había construido varios caminos de hierro (así se llamaban entonces los trazados ferroviarios) en Reino Unido. El diseño original contemplaba vías de ancho internacional. Se empezaron a instalar, pero dos años antes, en 1844, el Gobierno había aprobado un real decreto (el conocido como Informe Subercase), que marcaba, para el territorio nacional, un ancho distinto al del resto del continente: seis pies castellanos. Se optó por comulgar. De no haber sido así, y no haberse modificado, la R1 sería la única línea convencional del Estado con la configuración que se usa allende los Pirineos.

El proyecto tuvo que hacer frente a la oposición del gremio de diligencias, del mismo modo que el autobús tuvo enfrente al tranvía

Las obras fueron una pesadilla. Vandalismo nocturno, boicots perpetrados por el gremio de las diligencias, oposición irracional bajo esotéricos pretextos como que el traqueteo del tren causaría enfermedades nerviosas o que las locomotoras eran la representación terrenal del demonio, y crisis financieras que estuvieron a punto de hundir la compañía. Todo, con el yugo de que otros proyectos de ferrocarril, como el Madrid-Aranjuez (1851) o el Langreo-Gijón (1852), le pisaban los talones a la iniciativa catalana, en una carrera en la que nadie se acordaría jamás del segundo, como así ha sucedido.

Postal de la estación ferroviaria de Badalona.

Postal de la estación ferroviaria de Badalona.

Puente ferroviario, a la altura de Sant Adrià.

Puente ferroviario, a la altura de Sant Adrià.

Vale la pena, en este repaso histórico del primer ferrocarril peninsular, desmentir un mito. El de que la R1 tarda hoy más en llegar a Mataró que en 1848. Basta con comparar los horarios de ambos servicios. La línea tarda ahora 43 minutos en ir desde la plaza de Catalunya de Barcelona hasta la capital del Maresme. Si no hay contratiempo, claro... Hace 175 años, el viaje inaugural requirió dos horas para realizar casi el mismo trayecto, pues salía desde lo que hoy es la estación de França.

Fue tan largo porque era más un pasacalles, o pasaciudades, que un servicio convencional. Una vez puesto en marcha, lo habitual era que tardara 60 minutos, casi un 40% más que ahora. La distancia exacta era de 28,458 kilómetros, puesto que el trazado se modificó en 1989 con la vista puesta en los Juegos del 92. Dejó de ir recto por el Poblenou para subir hasta la Sagrera y volver a bajar hasta el Besòs. O sea, que en 2023 hay unos tres kilómetros de más respecto a 1848.

Faltaba ese jueves de octubre, como hemos dicho antes, el padre intelectual de la cosa, Miquel Biada. Y podría decirse que estuvo ausente durante más de 60 años, pues no fue hasta 1910 que Mataró le rindió un homenaje en su fiesta mayor, con un gobierno municipal de izquierdas que por primera vez se desentendió de los actos religiosos y decidió rendir culto a una persona, que sin ser divina, les regaló el primer ferrocarril.

Pujol y Clos, entre otras autoridades, en el 150º aniversario, en 1998.

Pujol y Clos, entre otras autoridades, en el 150º aniversario, en 1998.

Andenes repletos de curiosos, durante los actos del 150º aniversario de la línea.

Andenes repletos de curiosos, durante los actos del 150º aniversario de la línea.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos:
Carlos Márquez Daniel
Infografía:
Francisco J. Moya
Coordinación:
Rafa Julve