La Barcelona de
Salvador Puig Antich

La ciudad está repleta de rincones
que recuerdan la vida -y la muerte-
del último militante antifranquista y anarquista
miembro del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación)
ejecutado a garrote vil hace 50 años.
Repasamos algunos de esos enclaves.

Nacido el 30 de mayo de 1948, Salvador Puig Antich era el tercero de seis hermanos de una familia de clase media de Barcelona. Aunque no tuvo ascendencia política sobre sus hijos, el padre, Joaquim Puig, fue condenado a muerte y finalmente indultado por ser militante de Acció Catalana durante la República. Su madre era maestra y murió por enfermedad un año antes de la ejecución de Salvador.

Sus hermanas Imma, Montse, Carme y Merçona -que tenían 27, 22, 19 y 12 años cuando Salvador fue ejecutado- lo recuerdan durante su infancia como un niño "inquieto" y activo. Un joven al que le gustaba hacer deporte, la música y hacer relaciones sociales. Siempre tuvo un estrecho vínculo con ellas. Su hermano mayor, Quim, se trasladó a Estados Unidos en los años 60 para ejercer de psiquiatra.

Salvador inició sus estudios en el colegio La Salle Bonanova, aunque fue expulsado por indisciplina tras encararse a un profesor que increpó a un alumno. Después estuvo internado en los Salesians de Mataró, donde cursó el bachillerato de letras. A partir de los 16 años, compaginó el trabajo en una oficina con los estudios nocturnos en el Institut Poeta Maragall, etapa en la que se politizó.

Durante su infancia, su familia veraneó en Santa Maria de Palautordera (Vallès Oriental), municipio en el que se tomó esta fotografía montando en un sidecar. A Salvador no le gustaba demasiado ser retratado, por eso esta es una de las pocas imágenes que conserva la familia de su juventud.

Nacido el 30 de mayo de 1948, Salvador Puig Antich era el tercer de seis hermanos de una familia de clase media. Aunque no tuvo ascendencia política sobre sus hijos, el padre, Joaquim Puig, fue condenado a muerte, y finalmente indultado por ser militante de Acció Catalana durante la República. Su madre era maestra y murió por enfermedad un año antes de la ejecución de Salvador.

Sus hermanas Imma, Montse, Carme y Merçona -que tenían 27, 22, 19 y 12 años cuando Salvador fue ejecutado- lo recuerdan durante su infancia como un niño" inquieto" y activo. Un joven al que le gustaba hacer deporte, la música y hacer relaciones sociales. Siempre tuvo un estrecho vínculo con ellas. Su hermano mayor, Quim, se trasladó a Estados Unidos en los años 60 para ejercer de psiquiatra.

Salvador inició sus estudios en el colegio La Salle Bonanova, aunque fue expulsado por indisciplina tras encararse a un profesor que trató mal a un alumno. Después estuvo internado en los Salesians de Mataró, donde cursó el bachillerato de letras. A partir de los 16 años, compaginó trabajar en una oficina con los estudios nocturnos en el Institut Poeta Maragall, etapa en la que se politizó.

Durante su infancia, su familia veraneó en Santa Maria de Palautordera (Vallès Oriental), municipio en el que se tomó esta fotografía montando en un sidecar. A Salvador no le gustaba demasiado ser retratado, por eso esta es una de las pocas imágenes que conserva la familia de su juventud.

Tres generaciones en el Gòtic

En el número 1 del Pas de l'Ensenyança, en pleno corazón del barrio del Gòtic de Barcelona, vivieron los abuelos primero y los padres de Puig Antich con sus seis hijos después. Cuando empezó su militancia en el MIL, Salvador estaba temporadas sin pasar por casa. De hecho, fue una época en la que vivió a caballo entre Barcelona y Francia. Sus hermanas empezaron a sospechar de su actividad clandestina por algunas visitas furtivas en las que vestía con traje -poco habitual en él- y gafas sin graduar. Imma, la mayor de las hermanas, residía en el domicilio familiar de alquiler hasta hace una década, cuando decidió mudarse por el incremento del precio de la vivienda en la zona.

La politización en
el Institut Poeta Maragall

En el Institut Poeta Maragall, donde Salvador hizo el curso pre-universitario nocturno, se fraguó el embrión del MIL a principios de la década de los setenta. Allí hizo amistad con Xavier Garriga y los hermanos Oriol e Ignasi Solé Sugranyes. Al grupo se les sumó Jordi, hermano también de los dos últimos, Santi Soler y Josep Lluís Pons Llobet; y la pandilla se completó con dos jóvenes del sur de Francia, Jean-Marc Rouillan y Jean Claude Torres. Se dedicaban, principalmente, al atraco de bancos para apoyar a la lucha obrera y difundir publicaciones de ideología anarquista.

La emboscada en el bar Funicular

La suerte de Salvador empezó a torcerse cuando, en junio de 1973, olvidó una bolsa en el bar Placidia de Gràcia que contenía una pistola, dinero y documentación comprometedora. Tres meses después, el 25 de septiembre, la policía preparó una emboscada en el bar Funicular, en el número 70 de la calle Girona. Salvador y Xavier Garriga habían quedado en el local con Santi Soler, a quien la policía había detenido antes y utilizado para atrapar a sus compañeros del MIL. Allí empezó una detención que derivó en persecución y el fatídico y confuso intercambio de disparos en el portal contiguo en el que murió el joven subinspector de la brigada político-social Francisco Anguas. Salvador resultó herido por dos balas: una en la mandíbula y otra en el hombro. En el tercer escalón de dicho portal aún puede apreciarse el impacto de uno de los proyectiles que se dispararon.

El indulto que nunca llegó

Un grupo de abogados encabezado por Oriol Arau intentó frenar por todos los medios a su alcance las dos condenas de muerte que recayeron sobre Puig Antich tras un juicio militar plagado de irregularidades en el que se negó la prueba balística para determinar quién efectuó el disparo por el que murió Anguas, a quien se le hizo la autopsia en comisaría y no en un hospital. Los médicos que vieron el cadáver aseguran que el cuerpo tenía más de tres impactos de bala, como indicaba el sumario.

El Col·legi de l'Advocacia de Barcelona vivió una intensa y angustiosa noche entre el 1 y el 2 de marzo de 1974, después de que el Consejo de Ministros de Franco ordenara que se llevara a cabo la ejecución. Dos meses antes había sido asesinado Carrero Blanco y, según la abogada Magda Oranich, que participó en la defensa de Puig Antich, el régimen buscaba un "chivo expiatorio". Hasta el último minuto, los abogados batallaron por un indulto que, a pesar de que los teléfonos echaron humo -se contactó incluso con el Vaticano-, nunca llegó.

La celda 443 de La Modelo

Salvador Puig Antich estuvo encarcelado hasta su muerte en la cárcel La Modelo. Poco más de cinco meses en los que escribió algunas cartas, una de ellas a su padre, y se dedicó a leer mientras esperaba que su defensa lograra revertir la pena de muerte. Hizo amistad con un funcionario de prisiones, Jesús Irurre, con quien jugaba a baloncesto en el patio del recinto. El joven anarquista pasó sus últimos días en la celda 443. Las horas previas a su ejecución estuvo acompañado de sus tres hermanas mayores, que no sabían que su muerte sería en el garrote vil.

El garrote vil en la sala de paquetería

El infernal aparato fue colocado en la sala de paquetería de la cárcel. Tras pasar once horas con Salvador, a primera hora de la mañana del 2 de marzo, Imma, Montse y Carme fueron obligadas a abandonar la prisión. Se despidieron de su hermano como si se fueran a ver al cabo de unos minutos, aunque todos sabían que no se había logrado el indulto y que no habría marcha atrás. Su muerte fue certificada a las 9.40 de la mañana y, según Oranich, el verdugo cobró 4.000 pesetas por agarrotarlo. Para despolitizar la ejecución, el régimen ordenó que ese mismo día fuera también agarrotado en Tarragona el alemán Georg Michael Weizel, conocido como Heinz Ches, un preso común condenado por la muerte de un agente de la Guardia Civil.

El nicho 2737 del cementerio de Montjuïc

El cuerpo sin vida de Salvador Puig Antich fue enterrado en el nicho 2.737 del cementerio de Montjuïc. Fue una ceremonia corta y rápida en la que solo asistieron una trentena personas, puesto que la policía impidió que entraran otros asistentes que se habían congregado en la entrada del cementerio, entre ellos el abogado Oriol Arau, y que fueron finalmente dispersados. Cada 2 de marzo, sus hermanas tienen como ritual reunirse ante la lápida, aunque todas ellas han convertido la memoria de Salvador y la lucha para que se haga justicia por él en un modo de vida durante medio siglo.

La misa en la Iglesia de Sant Just

La principal misa que se celebró por Puig Antich fue la del 5 de marzo de 1974 en la iglesia de Sant Just i Pastor, en el barrio del Gòtic, con el templo abarrotado de asistentes y la placeta de la entrada plagada de policía, que acabó cargando contra algunos de los que le rendían homenaje en calles colindantes. Tras su muerte, la familia de Puig Antich estuvo 15 años en silencio tratando de digerir el dolor. Para sortear vetos gubernamentales o policiales a actos de recuerdo, sus allegados se reunían cada aniversario en una misa.

La lucha de las hermanas Puig Antich

Las cuatro hermanas de Puig Antich se han dedicado en cuerpo y alma a intentar que se reabra el caso de Salvador para que se haga justicia por él. Todos los intentos, tanto ante el Supremo como ante el Constitucional o la Audiencia de Barcelona, han sido en vano. Todos los tribunales se han escudado en la ley de amnistía de 1977 para archivar las querellas presentadas. La única grieta fue la causa que abrió la jueza María Servini en Argentina contra los crímenes del franquismo, pero que lleva años encallada. En una entrevista en EL PERIÓDICO, Imma, Montse y Carme explican cómo fue la última noche que pasaron con su hermano en la Modelo y que fue también el punto de partida de una lucha sobre la que ha pivotado sus vidas.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos:
Sara González
Diseño:
Ramon Curto
Fotografías:
Archivo familiar, Ricard Cugat, Manu Mitru
Coordinación:
Rafa Julve