Lula contra Lula

El expresidente brasileño y candidato del Partido de los Trabajadores se parece más a las urgencias del presente que reclaman moderación que al líder pasado. Así ha sido su trayectoria y su actual viraje hacia la moderación para sacar al ultra Jair Bolsonaro del poder.

Por Abel Gilbert

Mito

"Aunque pueda parecer ficción, todos los hechos que aquí se relatan son reales", explica Denise Paraná al comienzo de la biografía 'Lula, el hijo de Brasil'. Porque el mito de origen tiene que ver con su pobreza extrema en las entrañas del estado nordestino de Pernambuco. Luiz Inácio 'Lula' da Silva nació en el municipio de Caetés el 27 de octubre de 1945. Para la primera foto que se tomó, a los 3 años, tuvieron que prestarle zapatos. Nunca los había utilizado. Eran un poco grandes, recordaría su madre, doña Lindu, una mujer analfabeta que lo llevó a Sao Paulo, junto con sus hermanos. Allí, en el corazón industrial de Brasil se forjaría la leyenda del tornero mecánico que está muy cerca de convertirse en tres veces presidente de su país.

Héroe de la clase obrera

Lula da Silva se convirtió en el líder de la gran protesta de los obreros metalúrgicos paulistas contra la dictadura de 1979 y 1980, justo cuando el actual presidente y contrincante en las urnas, Jair Bolsonaro, iniciaba su carrera militar. Lula conoció la cárcel a 34 los años. Desde allí prosiguió la lucha por una reapertura de las negociaciones que fueron victoriosas. El Partido de los Trabajadores (PT) es hijo de esas luchas en las que convergieron hombres y mujeres de izquierdas, intelectuales y católicos seguidores de la Teología de la Liberación. Lula fue la figura emergente.

La primera elección, en 1989

"Sin miedo a ser feliz", decía la canción de la campaña electoral con la que se lanzó por primera vez a la presidencia, en 1989. Pocos creían en él. Llegó la segunda vuelta, con un programa claramente de izquierdas, frente al conservador Fernando Collor de Mello. Por primera vez enfrentó una campaña mediática sin precedentes en Brasil: la semilla de una escuela de la difamación que se ha convertido en lenguaje común en las elecciones presentes. Lula perdió por poco, pero la vida política de ese país ya no sería la misma.

Perder hasta ganar

Lula quiere decir "calamar". Pero el líder del PT en nada se parece a un molusco de cuerpo blando. La política brasileña lo dotó de una coraza y un sentido del pragmatismo mayor al de sus días en el sindicato. En los 90 perdió dos veces las elecciones ante Fernando Henrique Cardoso. Las derrotas vinieron con una lección: había que moderar el programa, contar aliados en el centro, hablarle a toda la sociedad. Ganó los comicios de 2002 con el empresario José Alencar como vicepresidente y una consigna ecuménica: "Lulinha paz y amor".

Los dos gobiernos

La 'era Lula' se extendió entre 2003 y el primer día de 2011. El hoy candidato habla con nostalgia de aquellos días que, también para sus seguidores más fieles, los pobres, quedaron grabados en la memoria por los beneficios de transferencia de ingresos y la expansión del crédito que creó una nueva clase media. En 2009, el 43,9% de los trabajadores que ganaban alrededor de 1,5 salarios mínimos tenían una tarjeta laboral firmada; 10 años antes eran el 37,1%. Hambre Cero fue otra de las iniciativas virtuosas.

Caída y prisión

Diez meses después de abandonar la presidencia, le fue diagnosticado un cáncer de laringe, que consiguió superar. Su sucesora, Dilma Rousseff, extendió la hegemonía del PT. La presidenta fue reelegida en 2014 pero no pudo enfrentar la embestida restauradora. A su destitución parlamentaria, en 2016, le siguió, dos años más tarde, la prisión de Lula en una causa por corrupción que le impidió competir en los comicios de 2018 que ganó Bolsonaro. La sentencia dictada por el juez Sergio Moro ha sido anulada por el Supremo. Los vuelcos de la política brasileña suelen ser sorprendentes. Moro ha sido elegido ahora senador y Lula puede ser presidente.

Un amor en la cárcel

Durante su encierro, Lula conoció a Rosângela da Silva, más conocida como Janja, una socióloga de 55 años e historial propio en el PT. Lula era entonces viudo de Marisa Letícia Rocco, con quien estuvo casado más de 40 años, hasta que falleció en febrero de 2017.

Lula, acompañado de su entonces mujer, Marisa Letícia Rocco, el Día de la Independencia de Brasil, el 7 de septiembre de 2005.

Lula, acompañado de su entonces mujer, Marisa Letícia Rocco, el Día de la Independencia de Brasil, el 7 de septiembre de 2005.

Su entonces segunda esposa jugó un papel relevante en su vida política. La primera, Maria de Lourdes, falleció en 1970, un año después de contraer matrimonio, mientras daba a luz a su primer hijo, que también murió. Ahora le toca a Janja, una verdadera animadora de la campaña electoral, con quien se casó el 18 de mayo pasado.

Retorno

En la votación del pasado 2 de octubre, al candidato del PT le faltaron 1,8 millones de votos para poder liquidar la cuenta en la primera vuelta. El objetivo primordial, dijo, es derrotar a la ultraderecha. Y para lograrlo pasó por alto otra paradoja amarga: la de convocar como compañero de fórmula a Geraldo Alckmin, un conservador con quien compitió en los comicios de 2006 y que había saludado su encarcelamiento. No los une el amor sino el rechazo a Bolsonaro.

Vencer a toda costa

El giro pragmático de 2002 es una caricia si se lo compara con las urgencias actuales. Lula ha emprendido un viaje hacia el centro para no espantar electores. En la recta final de la campaña, el color rojo que ha identificado al PT desde 1980 ha sido sustituido temporalmente por el blanco, a petición de la centroderechista Simone Tebet, tercera en la primera vuelta con un 4,1 % de los votos, y aliada de emergencia frente a Bolsonaro. El acromatismo ha sido presentado como un símbolo de paz.

Guerra santa

El lulismo histórico se apuntalaba en la movilización de los trabajadores. En el Gobierno, el PT se apoyó en la máquina estatal. La necesidad electoral tiene ahora cara de hereje. Y Lula puso su mejor cara para rezar con los evangélicos y obtener la gracia de los feligreses más escorados hacia la derecha. Se pronunció también contra el aborto y en defensa de la familia. Lula ha cedido tanto que por momentos no se parece a sí mismo. Ha decidido pagar ese precio para sacar a Bolsonaro del poder.