Mandar siendo mujer
en el mundo del vino

La maternidad y las presiones internas condicionan un liderazgo que habitualmente viene de familia

Mandar siendo mujer en el mundo del vino

La maternidad y las presiones internas condicionan un liderazgo que habitualmente viene de familia

Por Paula Clemente

Sus vidas tienen un denominador común ostensible: son de las pocas mujeres que mandan en el mundo del vino. Se trata de un sector aún muy masculinizado, evidentemente condicionado por una sociedad en la que menos de un tercio de los altos cargos están ocupados por mujeres y por un sector, el agrícola, en el que hay tres veces más trabajadores que trabajadoras

Así, no es de extrañar que de cuatro mujeres responsables de bodegas catalanas que han compartido su historia con EL PERIÓDICO, a tres les venga el cargo de familia.

Cierto es que en los últimos años el sector ha incorporado a muchas mujeres, pero sobre todo por la fuerza que ha cogido el enoturismo y la comunicación, un área en que sí que es habitual el rostro de mujer.

Y ahí una conclusión, también común: se ha avanzado mucho, pero falta mucho por hacer. Eso, y que el momento que más ha determinado su historia como mujeres poseedoras de un alto cargo, ha sido la maternidad.

· Juvé & Camps ·

La empresa tiene ya más de cien años de historia, pero nunca, hasta hace seis, había tenido una mujer al frente. Meritxell Juvé (38 años) representa la cuarta generación de la misma familia al frente de Juvé & Camps, una elaboradora de vino del Penedès conocida sobre todo por sus espumosos de alta gama.

Meritxell Juvé

Consejera delegada de Juvé & Camps

Llevaba trabajando con su padre codo con codo desde que entró oficialmente a la empresa hace algo más de una década y a los 30 se convirtió en su directora general. “He percibido más problemas por ser joven, que por ser mujer”, valora Meritxell, que reconoce que este es un mundo “marcadamente masculino” en el que ella ha tenido la suerte de recibir “mucho apoyo, mucho cariño y mucho respeto”. “Los que tenían que ponérmelo fácil, me lo han puesto fácil”, explica, admitiendo, también, que probablemente haya ayudado tener detrás toda esta estirpe familiar.

Aún así, e incluso habiendo tenido que compaginar su semi-nuevo alto cargo con la pandemia y la maternidad, el momento más duro para ella ha sido precisamente suceder a su padre. “Es una persona muy conocida en el sector que ha demostrado mucho, y, de repente, pones a una niña de 30 años, que todo el mundo sabe quién es pero que todavía no ha hecho nada… fue todo un reto, y una situación que me provocó mucho síndrome del impostor", reflexiona.  

Eso pese a que, según su relato, mujeres en su historia ha habido unas cuantas. Meritxell dice ser la primera con responsabilidad, pero “ni de lejos” la primera que ha contribuido a la empresa. “Siempre me dicen que soy la primera mujer, pero lo que soy es la primera mujer visible: nos llamamos Juvé & Camps por mi bisabuelo, que era Juvé, y mi bisabuela, que era Camps”, zanja. 

· Alta Alella ·

La historia de Alta Alella empieza con la decisión de un matrimonio formado por un director técnico de grandes empresas y una enfermera que acaba de montar una tienda de vinos en Badalona, de comprar una casa modernista abandonada para abrir su propia bodega. Más de 30 años después, tienen una empresa especializada en la elaboración de vinos naturales (Alta Alella), otra orientada al vino ecológico (Celler de les Aus), 35 trabajadores y una de sus hijas implicada en la empresa al más alto nivel.

Mireia Pujol-Busquets

Directora adjunta de Alta Alella y del Celler de les Aus

Mireia Pujol-Busquets (37 años) se sumó seriamente al proyecto familiar cuando tenía 25 años, pero fue justo después de ser madre que cogió las riendas del negocio junto a su padre. Y ahí empezó un torbellino personal contra el que aún lucha. “Hay una exigencia brutal, pero el problema está sobre todo en nosotras mismas: si yo ahora decidiese irme a las 16h a buscar a los niños, me sentiría mal por irme antes que otro ¿Cómo nos podemos hacer ese castigo constantemente?", se pregunta, lamentando que, en general, las mujeres sigan teniendo más responsabilidades en el ámbito familiar.

Sabe que el problema está en muchos sectores, pero en el suyo se agrava por la falta de mujeres a tan alto nivel: a su parecer, la incorporación de mujeres en esta industria en los últimos años se debe, sobre todo, a la apuesta por la comunicación o el enoturismo, pero siguen faltando tanto en el campo como en los puestos directivos.  

“Yo, además, soy la hija del jefe, y eso de entrada ya es una etiqueta que no creo que me haya favorecido”, apunta Mireia. Ha aprendido a hacer las paces con ello, consciente de que si no hubiese decidido apostar por el negocio familiar, quizás hubiesen tenido que venderlo, pero fatigada de lo que conlleva. “Para mí es una lucha constante entre mis valores, mis creencias, la sociedad y mis necesidades como madre y como empresaria”, confiesa.

· Vilarnau ·

Vilarnau es la excepción a la norma, en esta zona del Penedès: también de origen familiar y tradición más que centenaria, esta bodega esencialmente cavista es, sin embargo, propiedad de un grupo empresarial desde los años 80. La dueña es González Byass, compañía con sede en Jerez de la Frontera (Andalucía) conocida sobre todo por la marca Tío Pepe. De ahí, seguramente, que la enóloga con más responsabilidad dentro de Vilarnau sea, raramente, una mujer sin lazos familiares con la marca.

Eva Plazas

Enóloga jefa en Vilarnau

Eva Plazas (51 años) nació en el pueblo del cava, Sant Sadurní d’Anoia, así que lleva vinculada al mundo del vino desde que nació. Por eso, cuando tuvo que elegir carrera, vio claro que su futuro estaba en la agricultura. Estudió una ingeniería técnica agrícola, se especializó en la industria agroalimentaria y, más adelante, en el mundo de la enología. Saltó de Freixenet a Covides y, luego, a Vilarnau, donde empezó con unas prácticas de laboratorio y donde ahora es la enóloga principal.

“Me coincidió el momento de más cambio profesional con el momento en que quería ser madre”, analiza ahora, casi 20 años más tarde. “Se me creó un conflicto muy emocional cuando vi que no podía dedicarle [a los hijos] todo el tiempo que quería”, explica la misma. Hasta que se dio cuenta de que, en muchos casos, la presión venía más de dentro que de fuera.  “Es el gran problema que tenemos las mujeres, que nosotras mismas nos marcamos los límites: en el momento de ser madre te proponen un cargo más importante y eres tú la que dices que no, porque la prioridad son tus hijos”, reflexiona.

De acuerdo con su relato, si ella ha podido con todo ha sido por trabajar en una compañía muy estructurada y no 100% de capital familiar, y por haber entendido pronto una premisa clave: “Lo que es más importante es que demuestres que eres una buena profesional”. Así, en su historia, el único hándicap que ha detectado por ser mujer directiva ha sido en los primeros contacto con los agricultores. “Las primeras veces solía haber siempre un ‘¿Y tú eres la responsable?' Pero una vez ya te conocen como profesional, son las personas más fieles”, concluye.

· Can Descregut ·

Esta es también la historia de un negocio familiar pero revolucionado por completo. El padre de Arantxa de Cara, gestor muy aficionado al mundo del vino, decidió comprar una masía en el Penedès a principios de los 80 para colaborar más activamente con esta industria. Entonces, Can Descregut elaboraba vino base para venderlo a otros cavistas y que ellos hicieran su tiraje y embotellamiento. “El negocio era vender prácticamente a granel”, recuerda hoy Arantxa, convertida en la dueña de una bodega que, con su llegada al cargo tras estudiar enología, empezó a hacer producción propia.

Arantxa de Cara

Directora general de Can Descregut

“Siempre me han respetado mucho, no he visto nunca ningún problema por ser mujer”, afirma Arantxa de Cara (52 años), que reconoce como posible factor decisivo para ello haber entrado y aprendido de la mano de Joan Milà, su suegro y un gran experto en el sector. “Toda la vida me han visto por aquí pululando y siempre estoy apoyándoles: si se tiene que hacer un trabajo, lo hago con ellos, porque es mi trabajo”, razona.

Tanta ha sido su implicación, que su reposo después de ser madre duró menos de una semana. “La semana siguiente de parir a mi hija ya estaba haciendo tiraje [una de las fases de la preparación del vino]”, recuerda. Lo hizo un poco porque era el mejor momento para hacerlo y porque, según ella, es una persona a la que le gusta tenerlo todo controlado, pero, igualmente -reconoce-, “fue duro”.

“Es complicado, creo que nos tendrían que ayudar un poquito más”, valora la misma, tras repasar su trayectoria. De todos modos, es optimista: “En los últimos años veo muchas mujeres, viticultoras y enólogas que están haciendo mucha fuerza y mucho ruido en este ámbito, lo estamos empezando a hacer bien”, celebra.

Del discurso de estas cuatro mujeres todavía se desprende una última conclusión. Una que sirve de indicador muy gráfico de los avances que ha hecho el sector: ninguna le desaconsejaría a su hija trabajar en él. "Que haga lo que quiera, lo que realmente le haga feliz", responden las tres que tienen chicas a su cargo, que tampoco ocultan la ilusión que les haría que mantuvieran el legado familiar. Así, quizás, con más número de mujeres y más variedad de caracteres, empiezan a ser tan habituales los rostros femeninos en el campo y en la cúspide como lo son ya en las oficinas, el enoturismo y la comunicación.

Un reportaje de El Periódico

Textos: Paula Clemente
Fotos: Manu Mitru, Zowy Voeten, Caves Vilarnau y Juve & Camps
Diseño: David Jiménez
Coordinación: Rafa Julve