Sector en alza
Enoturismo, el motor económico del sector del vino
En una industria con márgenes cada vez más ajustados, las experiencias turísticas dan un respiro a las bodegas: hay unas 300 en Catalunya que ofrecen desde catas y visitas, hasta participar en la vendimia
La Generalitat destinará 12 millones de euros entre este año y el que viene para posicionar a la comunidad entre los referentes en este ámbito
Multimedia: vendimiar en pleno cambio climático
Paula Clemente
Periodista
Periodista del equipo de economía. Escribo sobre cuestiones relacionadas con el Consumo, las empresas (especialmente las medianas y pequeñas), el emprendimiento y el tejido tecnológico local.
Un helicóptero de visitantes noruegos aterriza en la finca. En Llopart, productora de vino dueña de las inmediaciones, la estampa no es rara: para ellos ya es tan importante elaborar producto como atraer hasta el lugar a quien pueda consumirlo, quiera saber más sobre él y, en general, esté dispuesto a pagar para vivir experiencias a su alrededor. En el caso de este grupo nórdico, ellos probarán el vino y visitarán el espacio (como otras 8.000 personas el último año antes de la pandemia, según datos de la bodega, que va camino de igualar la cifra), pero cerca de allí habrá quien, no contento con solo conocer lo que ocurre entre bastidores, dormirá entre los viñedos de cualquier otra familia o incluso participará activamente en su vendimia.
Según l’Agencia Catalana de Turisme, de las 620 bodegas que Prodeca (empresa pública que se dedica a fomentar la exportación agroalimentaria) tiene localizadas en Catalunya, aproximadamente la mitad ofrecen algún tipo de actividad complementaria relacionada con el vino. En total más de 800 propuestas enoturísticas y nueve rutas del vino estructuradas.
“El vino es un proyecto muy a largo plazo, que no se vende muy caro y que requiere de mucho personal”, contextualizan desde Oller del Mas, otra bodega donde la apuesta por la experiencia turística es más que evidente: en sus 600 hectáreas hay cabañas, campo de golf, pista de pádel, piscina, gimnasio, restaurante y spa, aparte de los viñedos. Por haber, hay incluso salas de reuniones y zonas para que las empresas hagan actividades con sus trabajadores allí y que la finca tenga movimiento también entre semana. “Entre todo se ayuda”, sintetiza esta empresa familiar, sugiriendo que, ante unos márgenes cada vez más justos, todo este despliegue supone recursos que en buena medida permiten seguir elaborando el vino.
“Ahora es lo normal: lo raro es que una bodega no haga enoturismo”, plantean desde Albet i Noya, otro de los nombres propios que conforman la región vinícola del Penedès. “Para nosotros es la mejor campaña de márketing: le explicas lo que haces y por qué lo haces directamente a tu público objetivo”, profundizan. En su caso, la propuesta básica para el cliente es que pruebe su vino mientras visita las viñas y complete luego con un aperitivo en el jardín, pero tienen otras como hacer rutas en bici o planes particulares en fines de semana especiales.
También para la bodega Avgvstvs Forvm el enoturismo supone hacer marca de su producto. “Es una forma de conocer el vino y su historia”, argumentan sus responsables, que organizan sesiones para pastar vino con los pies, catas y ahora recientemente, comidas. En esta bodega situada en El Vendrell (Tarragona) este conjunto de actividades suponen solo un 10% de sus ingresos directos, pero aseguran que sin ellas venderían mucho menos vino.
Además -señalan varias de las compañías consultadas-, que vender en casa es quedarse entero el beneficio de la transacción.
Apuesta de la Generalitat
De hecho, el interés por el enoturismo va más allá de las propias bodegas. Para la Generalitat se ha convertido también en un segmento clave. “El turismo enogastronómico –afirmaba este verano el conseller d’Empresa i Treball, Roger Torrent—es una alternativa potente al turismo de sol y playa para promover la llegada de visitantes durante todo el año y extenderla por todo el territorio”. Según sus datos, este perfil de visitante se deja más de tres veces el dinero del turista medio. “El turismo enogastronómico tiene un efecto multiplicador más allá de dinamizar la restauración y el comercio, en tanto que refuerza la proyección internacional y el prestigio de los productos de referencia, al tiempo que ofrece nuevas posibilidades a los pequeños productores de ámbito local y de alimentación artesanal”, profundizaba el mismo responsable público.
Tanto es así que su departamento destinará este año y el siguiente 12 millones de euros (8 de ellos procedentes de los fondos europeos ‘Next Generation’ y el resto directamente de la Dirección General de Turismo) a impulsar iniciativas que aúpen al sector: señalización e infraestructura para incentivar la compra de producto local, transformación digital del tejido, formación, creación de paquetes turísticos variados y promoción de producto, entre otros.
Tan necesario como la vendimia
“Tenemos un producto muy atomizado, muy diverso: hay algunos equipamientos en términos enoturísticos que están muy avanzados, otros que son más pequeños, donde el mismo viticultor está en la viña, en la bodega y hace las visitas”, señalaba hace unas semanas la directora general de Turisme, Marta Doménech, en una entrevista a la revista digital Enoturista. “Si pretendemos hacer visitas de lunes a domingo tenemos que poder dar este salto hacia la profesionalización, creemos que cuidar al cliente enoturista es una opción tan buena y necesaria como hacer la vendimia o cuidar la viña”, lanzaba la misma.
Más cuando la pandemia ha disparado el interés por este tipo de actividades naturales y al aire libre entre el público local y, además este año, ya coexiste con un turista internacional que está de regreso. Porque oficialmente, tal como celebran estas bodegas enoturísticas para concluir, el turista estadounidense ha vuelto. “Y este es el que más gasta”, confiesa una de ellas.
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