Así ha sido mi primer romance de película en Los Ángeles (‘spoiler’: no acaba bien)

THE END.

Carmen Raya en Los Angeles con bocadillo Cuore en la pared rosa de la tiende de Paul Smith
Carmen Raya en Los Angeles con bocadillo Cuore en la pared rosa de la tiende de Paul Smith / INSTAGRAM

Hollywood está lleno de películas con ‘happy endings’ (como lo está de locales de masajes en los que apostarías a que también los ofrecen). Sin embargo, y como buena influencer en prácticas que soy, mi primera historia de ‘amor’ no ha tenido el final que las colinas del séptimo arte me prometieron. Eh, pero todos tranquilos porque como buena celebrity que llegaré a ser, esto me viene ni que pintado para mi biografía. La no autorizada, claro está. Porque no eres un famoso de verdad hasta que alguien decide contar todo aquello que te avergonzaría o quieres ocultar. Así que bueno, antes de que la prensa y los paparazzi se enteren de mi ruptura y me llamen de ‘Sálvame Deluxe’, ya la cuento yo.

Nos conocimos en enero (gran canción de Amaral, por cierto)a través de una ‘dating app’ como mandan estos tiempos digitales. 45 años (a mí ya me gustaban mayores antes que a Becky G), nacido en Texas, ,<strong> surfea</strong>le gusta patinar, surfea, toca la guitarra y tienes dos álbumes en Spotify (muy Los Ángeles) vive solo (algo MUY extraño a la par que maravilloso en una ciudad donde pocos pueden permitirse el lujo de no tener compañeros de piso), y tras intentar durante años ser actor, decidió que lo mejor que podía hacer era dedicarse a ser carpintero. Vaya, que yo aquí vi dos señales que me indicaban, sin lugar a dudas, que acabaría pasando por el altar porque había comenzado a protagonizar mi propia comedia romántica.

La primera: yo me llamo María y él es carpintero. ¿No es esto una señal de que soy yo la elegida?

La segunda: Con lo que me gusta a mí el cine, este hombre es Harrison Ford, pero a la inversa. ¿Por qué? Porque para los que no lo sepáis, Harri (así lo llaman sus amigos, o eso quiero imaginar) fue carpintero antes que actor. Cultura cinematográfica, queridos.

El único problema que yo le via Pepe (vamos a ponerle nombre español, aunque todos sabemos que en Texas no es muy común) fue que él vive (habréis observado que hablo de él en presente porque no hay cosa que me moleste más que la gente habla de sus ex en pasado y, si no los has matado y tirado a un contenedor, ¿hola, por qué lo haces?) a 1 hora y media de mi casa en coche. Casi dos horas y media en transporte público. Sí, porque como ya os he dicho alguna vez, el amor en Los Ángeles se mide en millas/kilómetros.

Total que para nuestra ‘first date’, Pepe y yo fuimos al restaurante ‘El Coyote’. No el bar, aunque la verdad es que hubiese estado curioso el tema. Y mira, no podéis imaginaros cómo estaba de ilusionada yo, siendo ese el restaurante en el que Margot Robbie tiene una escena en la película ‘Once Upon A Time in Hollywood’. Yo, de Albacete, teniendo una cita con un muchacho de Texas en un restaurante que sale en una película de Tarantino. No daba crédito. Aunque claro, no estuve lista ahí porque (atención ‘spoilers’), lo que le pasó al personaje de Margot tras cenar en ‘El Coyote’ fue…. cómo decirlo… Vaya, que fue su última cena. Una señal que no supe interpretar.

Y bueno, por si no sabéis quién es Margot, que sepáis que es una chica que podría ser mi doble, o yo la suya. Y no miento.

Pero lo cierto es que Pepe y yo lo pasamos bien y al salir se ofreció a llevarme a casa. Y mira, fantasía americana cuando apareció con una furgoneta de larga como el camino de Santiago y de alta como un rascacielos. Que yo lo miré como diciendo “¿y la escalera para subir a este bicharraco?”. Pero como no sé decir eso en inglés, pues me subí controlando mi cara de “esto es lo más parecido a que te lleven a casa en tractor”. Total, que fijaos si la cosa fue bien que, tras un casto beso en la mejilla y una invitación por su parte a ir al cine al día siguiente, salté del coche (literal, imposible salir de manera elegante) y me fui a casa. Subí las escaleras y corrí a contarles a mis dos compañeras de piso que me iba a casar.

Y ni se os ocurra decirme que mira tú que exagerada porque os recuerdo que Aurora, protagonista de 'La Bella Durmiente', conoce a un chico en medio del bosque, baila con él, vuelve a casa, les dice a sus tías que está enamorada (ojito cuidado que no pasa con él ni una hora) y que va a volver a verle esa misma noche. Sus tías le dicen que esa noche no va a poder ser porque resulta que es princesa y que la van a llevar al castillo donde la esperan sus padres a los que no conoce. ¿Y qué hace Aurora? Se va a llorar a su habitación desconsolada porque, obvio, es mucho más importante volver a quedar con un hombre del que no sabes ni su nombre, que ir a conocer a tus padres y disfrutar de una vidorra como princesa.

Ah, pero que yo después de haber crecido con estos referentes sobre el amor romántico no puedo fantasear con casarme tras la primera cita. OK.

[Perdón, es que a veces me sale la vena feminista con esto de Disney y sus f*cking princesas].

El caso, que tras este inicio tan de película romántica, la cosa fue a mejor. Íbamos al cine (aunque vimos ‘Parasite y ‘1917’, todo alegrías, la verdad), tuvimos un par de cenitas romanticonas y comenzamos a realizar ejercicio cardiovascular juntos y del bueno (no me refiero a deporte). Y ojito porque Pepe llegó a decirme “I like you” (me gustas, bilingüismo). Cuidado que decir esto cuando yo no tengo coche (y es él el que tiene que ir y venir cual repartidor de comida a domicilio de un barrio a otro) y domino el inglés como domina un niño de cinco meses su vejiga es lo más cerca que puede estar alguien en Los Ángeles de poder decir que tiene ‘novio’.

¿Estaba yo ilusionada? Puede. ¿Me veía llevando a la Feria de Albacete a mi novio tejano a que pidiese mi mano a mi padre? Puede. ¿Me veía luciendo anillaco de compromiso cual Jennifer Lopez? Por supuesto. Vamos, que no os engaño. Me monté un remake de ‘Mi gran boda griega’ pero titulado ‘Mi gran boda manchega’ en un momentito.

[Este Gif es una clara referencia al peinado que llevamos cuando nos vestimos de manchegas en Albacete].

Pero como en las mejores películas de catástrofes naturales, una fuerza superior a nosotros nos separó. Sí, invisible y callada, la coronavida nos apartó. Pero, cuál fue mi sorpresa que Pepe, como ese príncipe que acude a ver a la princesa encerrada en la torre del castillo, mantuvo contacto conmigo durante toda la cuarentena. Por el móvil, eso sí, nada de acercarse a la torre. Y mira, yo aquí ya pasé de ser la protagonista de una comedia romántica a la de una de ciencia ficción. ¿En serio Pepe quería seguir en contacto conmigo si solo habíamos ‘estado’ unos dos meses y medio viéndonos antes de la ‘coronapausa’? Atiende que le gustaba.

Mensajito viene, mensajito va, llegó el momento de poder vernos. Yo me compré un vestido en Amazon (un patrocinio por aquí, por favor), más que nada porque no me cabe la ropa pre-coronavida (sí, soy de las que no han movido un dedo, ni han cocinado ni nada de nada) y Pepe me recogió en su ‘flagoneta’ XXL. Pero claro, amigos, con la ‘coronavida’ pasa una cosita: que si no te conoces mucho… ES ABURRIDA. Lo único que pudimos hacer fue pasear, coger unos tacos para comernos en su casa y… bueno, vale, hicimos ejercicio cardiovascular, pero la verdad es que he tenido entrenamientos mejores en solitario durante esta cuarentena, no os mentiré.

Y fue en ese mismo momento, cuando me di cuenta de que mi película romántica y de ciencia ficción estaba a punto de convertirse en un ‘thriller’.

[Quien no pille la referencia de este GIF... en fin...]

¿Sabéis cuando en una película de golpe caes en la cuenta de que el bueno podría ser el malo? Pues yo me di cuenta de que resulta que a Pepe lo mismo no le gustaba tanto. Eh, que todo ok y que la ‘coronavida’ nos ha dejado a todos un poco pa’llá, pero os aviso, queridos y queridas, el mercado a partir de ahora va a estar chungo. ¿Por qué lo supe? Porque por la mañana me dijo muy educadamente que estaba cansado y que si me llevaba a casa. Aquí, mi amigo Pepe, el que había estado pico pala (es carpintero, le viene al pelo) durante un mes y medio de cuarentena (que se dice pronto) se quería quitar el muerto ya de encima. Sí, el muerto era yo.

Pero como yo me sé muy bien todos los géneros cinematográficos (que para algo me estoy dejando los ahorros en mis clases de producción de cine en la universidad), tras dejarme en casa, yo sabía que al poner un pie en mi habitación comenzaría el momento peli de suspense. ¿Me escribiría el típico mensaje de “me lo he pasado bien”? ¿Se lo escribiría yo a él? ¿Cuánto tardaríamos en vernos otra vez si es que había una próxima vez?

No sufráis que el suspense duró poco. Resulta que Pepe me dejó en casa un domingo y su cumpleaños era el siguiente jueves. Total, que antes de bajarme del coche y despedirnos, me dijo “el jueves por la mañana iré a surfear, pero te llamo y te digo si nos vemos”. Yo asentí, sabiendo que el “si nos vemos” era clave en lo que yo ya sabía que iba a pasar. Y mira, es que entre que he visto mucho cine y que llevo mucho tiempo soltera, esto es de manual.

Así pues, el miércoles, y dado que no había tenido noticias de él, decidí dejar de mirar el móvil cual adolescente de ‘High School Musical’ y asomar la patita de modo digital abriendo la puerta al último género del que sería la protagonista: el drama. Tras preguntarle qué tal iba su último día con 45 años y contestarme que bien, se produjo ese momento de tensión en el que ves que escribe de manera infinita y el mensaje nunca te llega. ¡Lo sabía! Así pues, cogí aire y procedí a esperar ESE sonido invisible, el del mensaje en el que te mandan a paseo (que no me digáis que ahora con la ‘coronavida’ esto no es literal).

Y mira, Pepe la verdad es que como actor no sé, pero como guionista podría irle bien. Me dijo que claro, que justo se había dado cuenta de que la ‘coronavida’ es complicada (tardó en darse cuenta, pero oye, yo encantada de haberle ayudado) y que estaba de bajona. Pero que se lo había pasado genial conmigo, pero que necesitaba un ‘break’ (descanso). Dicho esto, me cascó un ‘I’m very sorry’ (lo siento mucho) y un ‘I want to be honest’ (quiero ser sincero).

¿Qué hice yo? Pues caer en la cuenta de que lo que había estado viviendo no era un romance de los que se ven en las películas que ganan un Oscar. Las que tienen sentido y cuyo guion es redondo y sin fisuras. Yo había estado siendo la protagonista de un Multicine de Antena 3. Y ni siquiera de la película que ponen de 16:00 a 18:00 horas, que esa tiene un pase. No, no, de la segunda que ya la pillas a desgana y a mitad porque te acabas de despertar de la siesta.

Así que, he aquí mi contestación con la que quedé, por una vez, como una señora: “Hey! No worries at all. Take care” (Ey, no te preocupes. Cuídate). Aunque no mentiré, este llega a ser español y le monto un ‘chicken’ guapo, guapo. Pero es lo que tiene no expresarse bien en otro idioma, que te da pereza y eso hace que quedes de educada y civilizada. Minipunto para mí.

Bueno Julie, las manchegas sí los montamos, aunque no los persigamos. Pero gracias por el consejo.

Eso sí, he de decir que el giro de guion de que me ‘dejase’ un día antes de su cumpleaños no me lo esperaba. ¿Cómo es de surrealista que un tío prefiera pasar su cumpleaños solo que contigo? Telita, ¿eh? Aunque mira, menos mal que le hice tirar de la manta (hablando de tela) un día antes porque hubiese sido épico felicitarle el día de su cumple y que me ‘dejara’.

Y vosotros diréis, ¿por qué os cuento todo esto? Pues porque como las influencers cuentan sus bodas, bautizos y relaciones en Instagram, yo que estoy en prácticas comienzo por una ruptura que da más juego. Ah, por eso y porque este ‘dejamiento’ me ha hecho corroborar que aún no soy famosa. Dejé de seguir a Pepe en Instagram y NADIE escribió un artículo titulado “Maria de las Mochilas deja de seguir a Pepe en Instagram y sus seguidores se temen lo peor, ¿ruptura?”

Todo llegará, tanto el amor como el artículo, no sufráis por mí.

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