Lo que pasó cuando le dije a un hombre que no tendría una primera cita en su casa

De vuelta en Madrid, he decidido darle una oportunidad a Tinder en terreno patrio. La cosa pinta mal. No nos engañemos.

Carmen Raya en pared rosa con frase he vuelto
Carmen Raya en pared rosa con frase he vuelto / @mariadelasmochilas

Lo sé. No cabéis en gozo ('you don't fit in joy', bilingüismo oxidado) de que esté de vuelta con mi columna semanal. Y sí, a Google y a su algoritmo pongo por testigos que no volveré a abandonaros. Bueno, y a mi jefa también. Pero dejadme que os diga que mudarse de país, incorporarse a un trabajo nuevo, buscar piso, amueblarlo ybajarse Tinder (qué sentido tiene comprarse una cama si no se va a usar, que digo yo) quita un poquito de tiempo.

Dicho esto, y dadas las disculpas oportunas por mi abandono literario (que sé yo que me habéis echado de menos, no mintáis que está feo), deciros que estoy de vuelta no solo en España sino también en su circuito 'dating'. Y 'little virgin of the holy help' (virgencinta del santo socorro', bilingüismo a la inversa) cómo está el percal por estos lares.

Yo que llegué de Los Ángeles con más decepciones amorosas que Taylor Swift en uno solo de sus álbumes, pensé que mi país, la tierra que me vio nacer, me recompensaría por el sufrimiento vivido.

Exacto, a quién se le ocurre pensar algo así. Porque que no os engañe el anuncio ese de 'solteros exigentes', si te va mal amorosamente en un país, te va a ir igual de mal en otro. Esto es una teoría que he desarrollado yo y que estoy a la espera de poder patentarla, venderla a alguna empresa y hacerme millonaria. Al tiempo.

Como tiempo es lo que necesité (ojito a cómo hilo un párrafo con otro) para asimilar la reacción de un hombre (es que ya con 37 años decir que quedo con chicos me parece que no pega, aunque ojalá y fuera yo Madonna) cuando le dije que no quería tener una primera cita con él directamente en su casa y, una hora más tarde, le trasladé mi decisión de no quedar con él ni dentro ni fuera de su casa.

Señoría, miembros del jurado, queridos todos, he aquí mi relato sobre los hechos que ocurrieron y que hacen que, obviamente, haya perdido nuevamente la esperanza de encontrar un hombre con el que poder pagar una hipoteca (ya es que ni amor pido).

(Sí, sí... una cosa bárbara de lo romántico que es todo).

Tras hacer 'match' con un chico llamado David en Tinder, David y yo comenzamos a mantener unaconversación fluida (como todo buen corrector de ojeras que se precie). Un dato, el de fluida, que es bastante prometedor ya que mantener conversaciones de la nada cuando básicamente lo que has hecho es mirar sus fotos y pensar "no está mal, ojalá y sea igual en persona" es toda una proeza.

Después de mantener una conversación de unos 30 minutos (esto es toda una proeza y todo soltero que utilice Tinder lo sabe), David decide darme su número de teléfono por si quiero que pasemos a hablar por WhatsApp. Una propuesta a la que yo contesto con un...

David y yo comenzamos entonces a hablar todos los días. Y sí, para los que nunca hayáis usado 'dating apps' esto os parecerá loquísimo, pero bueno, esto es lo que hay en un mundo globalizado y tecnológico en el que el amor es de banda ancha y los solteros corremos de un lado al otro intentando pillar tarifa plana y no tener que cambiar constantemente de compañía (y que no me den a mí el Premio Nacional de Poesía por esto es que no lo entiendo).

Los días pasan (unos cinco) y David me dice que si quiero quedar en un audio que me parece bastante casual (como la ropa) y divertido. Yo le digo que sí a través de otro audio y le propongo ir a tomar unas cañas por la Latina un domingo a mediodía.

Pues eso pensaba yo, pero no. Cuál es mi sorpresa cuando David me manda otro audio diciéndome que por motivos de trabajo nunca puede apagar el ordenador antes de las 8 de la tarde y que prefiere quedar entre semana y en su casa. Un audio que me envía a las 23:51 de la noche.

Y esto es una pena que no lo tenga por escrito porque me lo mandó en un audio, como he dicho al principio. Pero bueno, tendréis que creerme. O no, en realidad lo escribo por desahogarme, también os lo digo. Es que he dejado a mi psicóloga, pero eso os lo cuento la semana que viene.

Total, que yo me quedo pensando en que todo esto me da un poco de mala espina. Y quizás algunos os preguntéis que por qué. Bueno, pues porque si el mundo fuese un mundo en el que las mujeres podemos ir a casa de hombres que no conocemos y, en caso de que nos pase algo (y por algo me refiero a violación, secuestro, asesinato... todo cosas bonitas y de ensueño), luego nadie cuestionase por qué nos hemos metido en casa de un hombre al que no conocemos, este artículo no tendría sentido ninguno.

Como mujer de 37 años que ha pasado toda su vida soltera he aprendido que tengo que protegerme por mucho que yo quiera que el mundo y ciertos hombres sean diferentes. Sé perfectamente que cada vez que me acuesto con un hombre al que acabo de conocer, me expongo a una situación que, de torcerse, siempre va a ir en mi contra, tanto física como socialmente.

Y que conste que yo no busco en Tinder sexo exclusivamente. Busco conocer gente y si surge un encuentro sexual, genial. Si no, también. Si me caso, genial. Si no, pues también. El caso es que como la experiencia es un grado, decido decirle a David que no quiero quedar en su casa y se lo hago saber de la siguiente manera.

Inicio de conversación en Tinder con David

David no es un emoji, pero no podía sacar su imagen de perfil, como todos comprenderéis.

/ WhatsApp Carmen Raya

Y sí, si lo habéis leído entero (que espero que sí) podréis ver que como una hora más tarde yo decido que tampoco quiero quedar (y encima se lo suavizo con eso del "no estoy en un buen momento para quedar nadie ahora mismo). Cuando en realidad es que no quiero quedar CONTIGO.

El caso, que algunos diréis que qué radical soy. De radical nada, queridos y queridas. Lo que me echó para atrás (aparte del hecho de que jamás me metería en casa de un hombre, ni lo metería en la mía, sin ni siquiera haberlo visto en persona) es la frase de "aunque en este caso no habría problema".

Ah, David, majete, si en este caso no hay problema pues entonces voy encantada y cuando yo te diga que no me quiero acostar contigo y que me quiero ir a mi casa, espero que me abras la puerta y me respetes. O bueno, lo mismo entonces me vienes con el cuento de "pero es que has venido a mi casa". Que me las conozco todas.

Total, que antes de meterme en casa ajena con un tío del que no tengo ningún tipo de referencia, decido que ni dentro ni fuera ni pa'lante ni pa'atras. Pero cuidadito porque aquí David, el hombre amable que entiende perfectamente que no vaya a su casa, se convierte de repente en una persona totalmente diferente.

Conversación de Carmen Raya con chico Tinder
Conversación de Carmen Raya con chico Tinder / WhatsApp Carmen Raya

"Pedazo de personaje", "míratelo un poco", "qué asco de gente" y la gran frase, la que demuestra que hice bien en no quedar con él es la de "eres una falsa, ayer te apetecía mucho y hoy ya nada".

Claro, David, ayer me apetecía mucho porque pensaba que quedaríamos en un espacio público a tomar algo y conocernos (y si caía pinchito después pues ni tan mal). Pero el 'quid' de la contestación está en el "ayer te apetecía mucho y hoy ya nada". David, amigo, esto es lo mismo que decirle a una tía "si no querías acostarte conmigo, ¿para qué has venido a mi casa?".

Se llama cambiar de opinión, David, y puedo cambiar de opinión cuándo, dónde y cómo me dé la gana. Pero cuidadito porque aunque yo intenté ser educada y explicarle que se lo decía por no clavarle un 'ghosting' de campeonato, aquí el figura (de cera) de David me dice lo siguiente:

Final de conversación de chico Tinder de Carmen Raya
Final de conversación de chico Tinder de Carmen Raya / Whatsapp Carmen Raya

"Vete a la mierda imbecil adios". Qué fantasía, amigos. Y lo peor de todo es que lo que más me molestó es que David lleva floja la gramática y la ortografía, y a mí es que este tema siendo periodista me puede. Así que David, para que veas que no estoy enfadada te diré que lo que tú querías escribir era esto: "Vete a la mierda, imbécil. Adiós".

De nada, David. Lo mismo te digo. Y luego se pregunta la gente que por qué las solteras estamos hasta el mismísimo.

Síguele la pista

  • Lo último