Amigas, NUNCA os declaréis a un chico en plena Navidad

Sobre todo si te da calabazas.

Carmen Raya con bocadillo Epic Fail
Carmen Raya con bocadillo Epic Fail / INSTAGRAM

Si mi vida fuese una película (que esto es algo que me viene al pelo dado que estoy instalada en las colinas de Hollywood), sin duda sería la de 'El día de la marmota'. En ella, un hombre se despierta continuamente en el mismo día y yo, como en dicha cinta protagonizada por Bill Murray (un beso para él), me hallo instalada en este bucle implacable en el que, haga lo que haga (wear underwear, bilingüismo), todos los hombres por los que desarrollo un interés más allá del amistoso pasan de mí (to pass from me, doble bilingüismo).

Como ya os conté en episodios anteriores de 'La columna de Carmen Raya', en mitad de la pandemia sufrí mi primera ruptura 'made in Hollywood' de la que salí más o menos airosa. Y por airosa me refiero a que en vez de llorar un mes, lloré un día (minipunto para mí) y en vez de desearle al susodicho una vida llena de desgracias, le desee todo lo mejor. Vaya, que mi psicóloga estuvo la mar orgullosa de mí (the sea proud of me).

Pero como a mí el océano del amor me gusta surcarlo aunque me vea venir la ola de frente y saber que voy a terminar a la deriva como Tom Hanks en 'Naúfrago' y que tragaré más agua que los concursantes de Supervivientes cuando saltan del helicóptero, decidí liarme la manta a la cabeza y 'enamorarme' (no me enamoré, pero es para darle más dramatismo al asunto, todos tranquilos) de un chico que, claramente, no estaba interesado en mí.

Y digo esto porque como ya os comuniqué en episodios anteriores (sí, otra vez, pero es que ya llevo mucho contándoos mi vida, chat@s), este chico me dio sus pantalones para que se los cosiese (en la entrepierna, ojo cuidado), me pidió consejo amoroso sobre sus citas Tinder y jamás hizo el más mínimo acercamiento sospechoso que pudiese ser considerado como de interés amoroso/sexual. Vaya, que yo todavíano me explico cómo no vi venir su rechazo amoroso.

Porque el verdadero ciclo de la vida de toda soltera de oro treintañera que se precie es el de que te gusten chicos/hombres que sabes de sobra que no quieren estar contigo pero tú, que ya has hecho callo, decides que tal vez esta vez se alineen los planetas y el sentimiento sea recíproco. SPOILER:

Efectivamente. Nunca pasó, pasa ni pasará. Es la ley de la soltería femenina número 1 y te acabo de ahorrar años de terapia. De nada. Total, que aunque todo lo anterior pueda parecer triste, en realidad jugársela de esa manera en lo que respecta al amor puede llegar a ser bastante cómico y puede servirte para escribir un artículo. Así pues, dentro 'epic fail' amoroso en plena Navidad y en plena pandemia.

Exterior. 8 de la tarde de un sábado cualquiera en el barrio de Santa Mónica donde reside nuestra protagonista (o sea, yo). Hace 'fresquete', pero no mucho, lo típico que con una chaquetica se te pasa. Esto del tiempo lo cuento porque hay gente que se cree que en Los Ángeles no hace frío (y bueno es que no hace, pero sí un poco de 'pelete' cuando cae el sol).

Carmen Raya espera impaciente a que el chico que le gusta pase por su casa a despedirse porque, sorpresa, él se va a España a pasar las Navidades. Sí, es la primera vez que me decanto por producto español en terreno americano y me ha salido (Giovanni) rana. O sapo, al gusto del cuento de no hadas que os estoy narrando.

[Va a ser complicado después de lo vivido, pero gracias].

Chico llega a casa de Carmen Raya. Aparca y le avisa de que está ya abajo. Chico no puede subir porque lleva prisa porque tiene que recoger unas cosas antes de irse a su casa a hacer la maleta. Carmen Raya baja, mascarilla en boca, albergando en su corazón un 1% de esperanza de que cuando ella confiese sus sentimientos él caiga rendido a sus pies.

[Ya lo sé, Ariel, tú tuviste que ponerte pies para conseguir al chico que te gustaba, pero el mundo real no funciona así. Gracias de todas formas por haber venido a leer mi artículo].

Tras un abrazo (f*ck you, 'coronavida') y unos cinco minutos de animada conversación en los que todo trascurre con toda la normalidad de quien vive en un edificio que tiene colocado en el portal una bandera de los Estados Unidos más grande que la que hay en la plaza de Colón de Madrid, chico comienza a decir que tiene que irse ya.

Carmen Raya, consciente de que está a punto de dar un pequeño paso adelante para ella, pero un gran paso atrás para cualquier persona con un mínimo de dignidad que se precie (no seré yo), le dice: "Bueno, es que quería decirte una cosa".

No mires, no te lo recomiendo. "Dime", dice él mientras se recoloca la mascarilla y sin, creo yo, saber la que se le viene encima. Y ahora, amigos y amigas, es cuando vais a leer la PEOR FRASE CON LA QUE DECLARARSE AL CHICO QUE TE GUSTA. "Me gustas un poco", dice Carmen Raya, o sea yo.

¡UN POCO! Carmen, ¿Cómo que un poco? Perdón, es que aún no me lo creo y por eso me hablo a mí misma.

Con 36 años me decido por fin a decirle al chico que me gusta que me gusta y le añado un "un poco". No claro, es que luego que por qué sigo soltera... ¡UN POCO! Un poco de sal es lo que le pides a tu vecino, un poco de resaca es lo que tienes tras una borrachera y un poco de pena es lo que me di cuando me escuché. ¿De dónde salió ese "un poco"? ¿Acaso habría habido alguna diferencia si le hubiese dicho "mucho"?

[Era una pregunta retórica, pero gracias]

Es entonces cuando chico mira a Carmen Raya con esos ojos de alguien que no quiere hacerte daño, pero al que no le queda más remedio que decirte la verdad: "Gracias por decírmelo. Yo te tengo mucho cariño, pero solo te veo como una amiga... Sí, solo como una amiga".

Carmen Raya, dolida, pero consciente de que había un 99% de posibilidades de que la jugada saliese así, le dice: "Me lo imaginaba, pero quería decírtelo". Otra gran frase que demuestra que tengo un cerebro que bajo presión funciona a las mil maravillas. Pero claro, tras este intercambio de sentimientos claramente opuestos entre sí, había que salir de dicha situación todo lo elegantemente que se pudiese.

"Bueno, pues te veo a la vuelta de Navidades", dice Carmen mientras se incorporaba, dado que chico y ella estaban sentados, iniciándose así el que más tarde sería el camino de la vergüenza para ella. El chico la mira con esos ojos de quien sabe que la otra persona está intentando mantener la dignidad hasta que se dé media vuelta y se derrumbe y le dice: "Bueno, hablamos estas Navidades, si quieres, claro".

[Nota al lector: Este chico y yo somos amigos desde marzo. Igual ya tendría que haberme dado cuenta de que no había nada. Pero 'again', nunca he sido la más lista de mi clase]

"Sí, sí, claro", dice Carmen Raya, dejando más que patente que está de los nervios. Tras esto, chico abraza a Carmen Raya y ella nota que ese abrazo es sincero, como sincero también es el cariño que se tienen y que, desafortunadamente para ella, no ha desembocado en nada más en el caso de él.

Dicho esto, sus cuerpos se separan y Carmen Raya camina con paso firme hacia el portal rezándole a la Virgen del Carmen para que la llave funcione a la primera y no le toque quedarse haciendo más el idiota mientras el chico se mete en su coche. Sin mirar atrás, Carmen Raya llega a su apartamento, abre la puerta y corre al sofá para hacer esto:

Menos mal que ahí estaba su compañera de piso para hacer lo que mejor sabe: pedir McDonald's para animarla.

Así que ya sabéis, amigas, nunca os declaréis en Navidad porque qué necesidad de terminar el año así. Aunque bueno, si creéis que la respuesta será otra, hacedlo. Yo no soy el mejor ejemplo de nada.

O bueno, sí, soy el mejor ejemplo de cómo hablar de manera divertida con celebrities en el programa que presento en mis Stories de Instagram llamado 'The Latte Show con Carmen Raya". Martes, jueves y sábado podrás verme perdiendo la dignidad de manera laboral (no solo la iba a perder en lo personal), pero te echarás unas risas o por lo menos te sacaré una sonrisa. O eso intento. Seguidme, anda, que me han dejado en Navidad (frase que es, obviamente, un reclamo para dar pena, estoy bien, no preocuparse).

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