La historia, 'made in Hollywood', que mejor resume por qué estoy soltera a los 36 años

Preparad palomitas.

Carmen Raya con bocadillo Cuore en el muro de la tienda Paul Smith en Los Angeles
Carmen Raya con bocadillo Cuore en el muro de la tienda Paul Smith en Los Angeles / INSTAGRAM

Hoy quiero confesar ('today I want to confess', bilingüismo folclórico que usaría Isabel Pantoja si le diese por expandir sus fronteras musicales) que estoy soltera. Un estado civil que los que me leéis con fervor y adoración (dejadme soñar) desde hace meses ya conocéis, pero que hoy no viene mal recordar porque, mira tú qué cosas, ¡es el día del soltero! ¿Por qué lo pongo en admiraciones? Pues porque no hay nada más alegre que celebrar el que tienes que seguir acudiendo a primeras citas desastrosas en medio de una pandemia. ¿Quién en su sano juicio no querría celebrar algo así?

[El final del párrafo anterior es sarcasmo, por si hay alguna pregunta en el aire. Y esto último está ligado al 'hoy quiero confesar'. De verdad, si a mí no me dan el Pulitzer yo ya no sé...]

Total, que con todo el mundo escribiendo hoy artículos sobre cómo dejar de celebrar este día tan especial (porque por si no os habéis fijado, la mayoría de artículos que se escriben hoy es de, 'cómo dejar de ser soltero', que me encantaría ver publicado el 14 de febrero un artículo rollo 'así puedes no volver a celebrar San Valentín... en fin), yo he decidido que os voy a contar qué tenéis que hacer si queréis seguir siendo solteros. Bueno, en este caso soltera, pero el orden de los desastres no altera el producto.

Así pues, y sin más dilación ('with no more dilation'),aquí os dejo la cronología de catastróficas desdichas que están teniendo lugar entre el chico que me gusta (sí, aunque biológicamente tengo 36 años, emocionalmente he vuelto a los 15) y yo. Y comparto esto con el mundo porque esto es lo que NO debes hacer si te gusta alguien.

En tiempos de coronavirus, y tras una ruptura 'made in Hollywood', decidí que no quería seguir usando 'dating apps'. Una decisión que me llevó a quedarme 'more alone than the one' (más sola que la una, bilingüismo). Total, que un día, y mientras tomaba café con un amigo en su casa llegó otro amigo llamado X. Y desde aquí rezo para que X no lea este artículo (o que lo lea y me diga que mi amor es correspondido porque en pandemia la vida es riesgo, ¿no?).

Resumiendo, yo miré a X y me enamoré (que diría Shakira). ERROR. Una no se enamora de la gente a primera vista, eso solo pasa en las películas. Bueno, y en los 'realities' de televisión. Ah, y a las princesas Disney también les pasa. Amigas, estoy con vosotras.

Que no Ariel, que esto no tiene un final feliz (de ningún tipo, ejem, ejem).

Total que yo cuando lo vi pensé: "Qué mono". Una frase que también puede ser utilizada para describir un jersey. Pero resulta que cuanto más tiempo pasaba con X y con mi amigo, más me empezó a hacer 'tilín'. Y aquí cometí el otro gran error que es clave y fundamental para que te den el pase de oro a la soltería permanente: comencé a salir con él en mi mente o lo que también se llama 'distorsión de la realidad solteril'.

Un fenómeno del que los médicos se niegan a hablar porque no existe razón científica alguna que sostenga semejante imbecilidad, pero que ya os digo yo, en nombre de la población soltera, que existe.

Así pues, ambos comenzamos a pasar tiempo juntos, siempre acompañados de mi amigo. Es decir, somos lo que se llama "amigos de amigo en común" y de ahí que solo nos veamos cuando este amigo en común nos une. X hablaba mucho de sus ligues de Tinder y llegó un punto en el que comenzó a pedirme consejo. Y aquí, de nuevo, llega el siguiente error. "Bueno Carmen, si te está enseñando conversaciones es porque lo mismo te quiere poner celosa o disimular que le gustas".

Ya lo sé, ya lo sé, pero es que ver tantas y tantas películas donde el chico no le hace ni caso a la chica y luego acaba enamorándose de ella pues... en fin, que sí, culpa mía, o de Hollywood, yo ya no sé. El caso, que yo internamente he seguido sufriendo por este chico en silencio (como las hemorroides) porque eso es lo que el cine y la literatura romántica me han enseñado (a mí y a muchas mujeres). El amor, el bueno, el de verdad, viene acompañado de sufrimiento y sacrificio.

Total, que tras invitarme X a una fiesta en su casa (éramos poco y era en un jardín, todos tranquilos que os veo venir) y sin que el amigo que tenemos en común estuviese presente, yo me dije: "Esta es la tuya". Sin embargo, una vez llegué allí, me di cuenta de que no. Él se puso a hablar con sus colegas y, llegado un punto de la noche, comenzó a comentar sus locas aventuras en Tinder.

Gracias amigo, los necesito. Total que me fui de la fiesta con la firme decisión de olvidarme de él y asumir que no había tela que cortar... o sí porque lo que pasó a continuación os va a dejar de piedra.

X, Carmen y su amigo pasean por el observatorio Griffth de Los Ángeles, escenario de la preciosa escena del baile entre Ryan Gosling y Emma Stone en 'La La Land'. X se gira hacia Carmen y le dice: "Tengo que preguntarte una cosa". Mi corazón se paró, probablemente porque proyecté a este chico diciendo que me amaba y quería pasar el resto de su vida conmigo. Sin embargo, las palabras que salieron de su boca fueron muy, pero que muy distintas. "¿Tú sabes coser?", me preguntó.

Lo sé, es duro, pero estoy bien. Yo escuché esas palabras y no me preguntéis por qué pero contesté inmediatamente con un "claro". Claro es igual a que no sé ni cómo enhebrar una aguja. ¿Por qué dije sí? Ni idea. Total que él sigue hablando y yo hago como que le escucho pero esta era yo en mi cerebro:

Total, que no estoy orgullosa de lo que voy a contar a continuación, pero necesito sacarlo porque podrá ayudar a solteras de todo el mundo. Al llegar a casa de X, X me da unos pantalones que están rotos en la entrepierna. ¡En la entrepierna! Y yo, que soy muy lista para algunas cosas, pero no tanto para otras, le digo que sin problema, que yo se lo arreglo. O sea, es que claro, entendedme, ya no podía decirle que no. O sea, que le había dicho que sabía coser y eso, por lo que yo le había visto toda la vida a mi madre, parece fácil de hacer. Atención, spoiler: no lo es.

Así pues, con los pantalones del chico que me gustan en la mano me fui a casa a rezar para que la inspiración costurera me llegase por la mañana. Pero no llegó. Y eso que fui a una tienda a comprar aguja, hilo y unos parches y me vi unos 325.658 tutoriales de YouTube de 'cómo coser un roto en la entrepierna de un pantalón del chico con el que sueñas que te casas'. Claramente tendría que haber buscado un tutorial de 'cómo dejar de ser imbécil', pero no caí (ya os digo que, a veces, no soy muy espabilada).

Dicho esto, y tras varios intentos que terminaron por hacer el roto un poquito más grande, hice lo que nunca jamás creería que haría: llamé a mi madre.

Llamé a mi madre. Lo confieso. La llamé y le mentí, de primeras, porque le dije que los pantalones eran míos. Sin embargo, terminé confesando porque su cara de "no has cosido un pantalón en tu vida y ahora te entran las prisas", era todo un poema. Dicho esto, dar las gracias a mi madre por guiarme en el camino de la costura y no juzgarme por estar cosiendo los pantalones de un chico al que no me une nada sentimental ni sexual con 36 años que tengo.

Y bueno, deciros que escribo estas palabras con dichos pantalones colgados en una percha mirándome desde mi armario esperando a que los devuelva a su dueño. Una prueba colgante de que mi vida amorosa también pende de un hilo (de coser) y que no parece que vaya a mejorar. Pero eh, ojito porque este tipo de historias quedarán de miedo en mi biografía cuando sea famosa como bien dice mi amigo Jorge.

Porque aunque la costura no es mi fuerte, lo que si lo es es hablar con las celebrities en 'The Latte Show con Carmen Raya', un programa en tono de humor que es mi nuevo amor y que se emite en mis Stories los martes, jueves y domingo en mi cuenta de Instagram. Ah, y la de abajo soy yo postureando en Los Ángeles. Donde fueres, haz lo que vieres.

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