Y en la 5ª cita: "Eres maravillosa, PERO....."

Mi primer intento de encontrar pareja en Madrid ha terminado como esperaba: mal.

Carmen Raya con bocadillo Cuore y pantalon negro
Carmen Raya con bocadillo Cuore y pantalon negro / INSTAGRAM

Cuando me mudé a Madrid trasdos años de fracasos amorosos en Los Ángeles (entre los que se incluyen unadeclaración de amor navideñaque terminó haciendo aguas como el ponche que beben los americanos en estas entrañables fiestas), me dispuse a darleuna oportunidad al Tinder 'made in Spain'. Dominando a la perfección la lengua patria (adiós a quedarme atascada hablando y a sudar tinta china en las barras de los bares) y habiendo vivido más de 15 años en Madrid, ¿Qué podía salir mal? TODO.

Conocí a Carlos (ya pongo el nombre real porque la vida es riesgo) en Tinder. Tras hablar un par de días por la aplicación me propuso salir a tomar algo. La primera cita fue de lujo. No hubo más nervios de los habituales y conectamos bastante. Y por conectar me refiero a que la conversación fue fluida, se notaba que nos atraíamos físicamente y estuvimos de terrazas desde la 1 del mediodía hasta las 9 de la noche. Ocho horas de pura diversión (y alcohol, obvio) que culminaron con una noche de sexo del bueno en su casa.

Y bueno, como ya sabéis cómo termina la historia ya os diré que mi primer error pudo ser ese: sexo en la primera cita. Pero qué queréis que os diga, con 37 años y una pandemia de por medio, no estamos para andarnos con tonterías. Tras amanecer en su casa, Carlos me preparó café y nos pusimos a hablar., aunque como ambos teníamos que trabajar, nos despedimos sabiendo que la cosa había ido bien.

De camino a la oficina (a la que fui directa desde su casa en lo que yo llamo el 'work of shame'), pensé que quizá no lo vería más. Estoy acostumbrada a estas citas de un día y decidí que no sería yo la que diese el primer paso si volvíamos a vernos. Lo he dado millones de veces y quería probar algo nuevo. Cuatro días más tarde, Carlos volvió a dar señales de vida y yo reaccioné así:

Lo sé. Teniendo en cuenta mi currículo amoroso no debería haberme ilusionado, pero qué queréis que os diga, una a veces se hace ilusiones aún sabiendo que todo acabará mal. La experiencia (y Miami) me lo confirmó.

Carlos quería verme otra vez y me propuso el mismo plan que la vez anterior. Salimos, bebimos, comimos, hablamos, reímos, fuimos a su casa, nos acostamos y dormimos. Tras esta segunda cita llegaron tres más en las que Carlos y yo compartimos ciertos detalles de nuestras vidas que a mí me llevaron a pensar que estábamos en el camino de 'construir algo'.

Y cuidado ahí porque no hablo de matrimonio, ni de hijos, ni de nada más allá que fuese conocernos y querer pasar tiempo juntos. Sin embargo, el destino tenía otros planes para mí. [Aquí el lector debe tararear música de tensión como de película de Antena 3]. Esto es lo que yo llamo, periodismo interactivo.

[Gracias, amigo]

Como decía, el destino tenía otros planes para mí y me di cuenta de ello cuando entre la cuarta y la quinta cita pasaron 10 días de silencio absoluto por su parte. Un silencio que yo respeté porque si algo me han enseñado los hombres es que si quieren verte lo harán y si no, no. Punto pelota. Dejaos de teorías (que rima con tonterías) sobre si se están haciendo los duros, de si seguro que está muy ocupado... Amiga, no te quiere ver. No digo que no te quiera volver a ver, solo digo que, de momento, no está muy interesado en quedar contigo.

Total, que yo pasé esos diez días asumiendo que lo de Carlos se había quedado ahí. En otro 'ghosting' del que ya ni me apetecía hablar con mis amigas. ¿Para qué? Llevo 37 años de 'ghosting' en 'ghosting' y contarlo ya me da hasta vergüenza. Así que sin mensajes de "bueno, doy por hecho que ya no quieres verme" ni pérdidas de dignidad de tal calibre, me dispuse a olvidarme de él.

Pero el destino (que es muy hijo de la gran pitonisa) hizo que Carlos diese señales de vida pasados esos diez días. "Hola, ¿Qué tal? ¿Cómo estás, Carmen?", fue el mensaje que me mandó. Un mensaje al que yo decidí contestar como si nada. ¿Por qué? Pues porque realmente no había pasado nada. Así que cuál fue mi sorpresa que Carlos me invitó a cenar a su casa.

Cena, película, sexo fueron el resultado de esta quinta cita que terminó con un "cuando vuelva de mi viaje hablamos". Carlos se iba de vacaciones una semana y yo decidí mantenerme alejada hasta que él diese señales de vida porque esos 10 días me hicieron darme cuenta de que no estábamos en el mismo punto. ¿Cuál es ese punto? Pues el de ser más o menos constantes viéndonos.

Y esto, amigos, lo que mucha gente llama 'timing' es una auténtica p**ada. El 'timing' siempre ha jugado en mi contra y esta vez no iba a ser menos. Tras hacer las cuentas y saber que Carlos ya estaría de nuevo en Madrid y tras ver que no había dado señales de vida, decidí escribirle para ver qué tal las vacaciones y para proponerle una quedada más pronto que tarde.

Su respuesta llegó un día después en forma de audio de tres minutos. En esos tres minutos, Carlos me contaba si vida y obras. Pero ni mú de volver a vernos.

[Me gustaría decirte que no, pero va a ser que sí]

Aunque en un primer momento pensé en dejarlo ahí, le mandé un audio diciéndole que me hubiese gustado que me dijese que ya no me quería ver más. Lo sé. ¿Patético? Puede, pero llega un momento en el que una ha de decir las cosas aunque la persona que tienen enfrente no quiera hacerse cargo de que no quiere verme más y no sabe que si me lo dice es mejor que si me lo dice sin decírmelo.

Así que en un breve audio le dije que entendía que no quería seguir conociéndome, que le hubiese agradecido que me lo hubiese dicho y que a mí sí que me había gustado pasar tiempo con él y me hubiese gustado seguir conociéndolo. Un día más tarde, Carlos me envió un audio de otros tres minutos.

"Gracias por tu audio. Y llevas razón, debimos hablar del tema pero no sabía muy bien qué estaba pasando entre nosotros. Ahora mismo no quiero conectar con nadie y es obvio que contigo conecto. Pero no quiero tener esa sensación de que hay alguien esperando que yo ciertas haga cosas. Eres maravillosa, PERO no busco conectar con nadie porque estoy atravesando una etapa en la que ni yo mismo me entiendo. Llevas razón en que he estado muy a gusto contigo y a mí sí me gustaría seguir quedando", me decía en él.

Un audio que, no os engañaré, escuché con alguna que otra lágrima de frustración y rabia.

¿Cómo era posible que me volviese a pasar otra vez lo mismo? Tan maravillosa no seré cuando prefieres jugártela a no conectar con nadie nunca más. Pero aquí, queridos, está la respuesta. La gente conecta una y otra vez con gente, la gente salta de un novio a otro con una facilidad que yo nunca he tenido. Para mí, conectar con alguien es algo que se da pocas veces.

Así que reuniendo todo el valor que pude, decidí ponerle punto y final a algo que, obviamente, no iba a ninguna parte con un breve audio: "Carlos, lo entiendo, pero aunque me gustaría seguir viéndote yo no puedo quedar contigo y luego no verte en tres semanas y estar esperando a que quieras quedar con esa sensación de que me estás dando largas. Cuídate. Un beso".

Un audio al que me contestó de inmediato con un "Te entiendo... Muchos besos".

Así que nada, seguiré con este 'rasca y gana' amoroso que siempre me sale rana. Al menos me da para escribir artículos y desahogarme. Menos da una piedra.

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