La Copa América de vela desembarca en Barcelona
La Copa América de vela ya se respira en muchos rincones de Barcelona, sobre todo en el Port Vell.
La capital catalana acogerá la prestigiosa competición deportiva y tecnológica entre agosto y octubre del 2024, pero los seis equipos participantes ya han ido desembarcando en la ciudad desde hace semanas o meses.
Se trata de un evento con mucha historia, que arrastra a miles de seguidores a los países donde se celebra, además de millones de telespectadores. Data de 1851, cuando con motivo de la Gran Exposición de Londres se organizó una regata denominada Queen's Cup. El trofeo estaba valorado en 100 guíneas, por lo que actualmente la Copa América también es conocida como la "Jarra de las 100 guíneas".
Una de las curiosidades es que sigue siendo el mismo aguamanil de plata, el original con los nombres de los ganadores grabados, que permanece custodiado por el país ganador con estrictas medidas de seguridad hasta que pasa a manos (o no) del siguiente vencedor.
El recorrido en 1851 consistió en una vuelta alrededor de la isla de Wight, al sur de Inglaterra, que ganó sin problemas la goleta ‘América’ del New York Yatch Club a 14 barcos del Real Escuadrón de Londres. Esta es la razón por la que la competición se bautizó como “America’s Cup” y, en su versión en español, hay también quien la denomina la “Copa del América”, en recuerdo de aquel primer vencedor.
El documento básico que recoge las bases de la competición es el llamado "Deed of Gift". Es un texto corto, de pocas páginas, pero probablemente uno de los más estudiados e interpretados por bufetes de abogados de todo el mundo. En la Copa América de vela cualquier detalle puede servir para ganar el trofeo, con lo que las condiciones establecidas por el defensor del título a partir de ese documento pueden decantar la victoria.
De hecho, no hay una periodicidad pautada para celebrar el evento. Únicamente en el momento en el que un club náutico se considera en condiciones de retar al defensor del título, se fija la fecha de la siguiente competición. En 170 años de historia solamente la han ganado cuatro países (Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Suiza).
Esta vez son los neozelandeses, con Emirates Team New Zealand, quienes aspiran a revalidar el triunfo. Los otros cinco son Alinghi Red Bull Racing (Suiza), American Magic New York Yacht Club (Estados Unidos), Luna Rossa Prada Pirelli (Italia), Ineos Britannia (Reino Unido) y Orient Express Racing Team (Francia).
La Copa América de vela es conocida también como la “Fórmula 1 del mar” porque los barcos con los que se compite alcanzan velocidades antes impensables (hasta 50 nudos, unos 100 km/h) gracias a la tecnología de los ‘foils’ (hidroalas), que permiten que los monocascos se levanten de la superficie del agua y ‘vuelen’.
La 37 edición que se celebrará en Barcelona a partir del 22 de agosto del año próximo se hará a bordo del denominado AC75 (que mide 75 pies, unos 20,7 metros de eslora), que cada equipo ensamblará en su país de origen y cuyo diseño forma parte de los secretos más bien guardados por los equipos. Muchos de ellos cuentan con otro AC75 para entrenarse, algo que ya están haciendo algunos de ellos frente al litoral barcelonés hace semanas.
No obstante, antes del gran evento habrá tres regatas preliminares, que se celebrarán en Vilanova i la Geltrú (Garraf, Barcelona) el próximo mes de septiembre; en Jeddah (Arabia Saudí) en noviembre y una última en Barcelona en agosto de 2024.
Para estas regatas previas, en el que se aplicará un sistema de competición distinto de todos contra todos, se usará un monocasco más pequeño, de 40 pies, el AC40 (11,3 metros de eslora), que será igual para los seis equipos. Esto significará que parten todos en igualdad de condiciones y se podrá comprobar el estado de forma de los deportistas y su talento.
En esta ocasión se permite que haya ciclistas en el interior de los monocascos, hasta cuatro de los ocho tripulantes del AC75. En cambio, en el AC40 solo van cuatro participantes a bordo y no hay bicicletas para cargar las baterías.
La repercusión económica de una competición de este calado es incontestable, tanto directa como indirecta. El escaparate que representará para Barcelona ya se ha comparado con el que supuso la celebración de los juegos olímpicos de 1992 y el puerto ha acelerado obras que tenía proyectadas para convertirse en el mejor anfitrión posible.
