CAPÍTULO FINAL

María en latas de piña

El cártel lituano de la marihuana protagoniza el capítulo 1 de esta serie informativa: La eclosión de una nueva mafia.

Una banda discreta y lowcost persigue la hegemonía del negocio en una porción de España que es propicia para las plantaciones clandestinas, descrita en el capítulo 2: El creciente verde.

En esta tercera entrega, historias de la ruta hacia La Jonquera: el camino por carretera para enviar la droga a puntos de redistribución en Europa.

Textos: Juan José Fernández
Fotos y vídeos: OPC Guardia Civil Alicante, José Luis Roca, Miguel Ángel Rodríguez y Juan José Fernández.
Infografías: Ricard Gràcia
Coordinación: Rafa Julve


CAPÍTULO FINAL

Delante, en la cabina, un camionero que no sabe demasiado acerca de quién mueve lo que mueve. Detrás, cogollos y picadillo envasados al vacío, o en lata, camuflados en palés entre la carga legal. Cuando la mueven por autopista, la marihuana de Andalucía y la costa valenciana sigue rutas de hasta 2.300 kilómetros para pasar la frontera con Francia.

En el mercado mayorista clandestino británico esa carga oculta vale 2.500 euros por kilo, según fuentes de la Guardia Civil; 7.000 al por menor en las calles de España. La transacción, igual que la descarga, no se hará en el Reino Unido, sino en un punto de redistribución de Holanda, Alemania o más al Este.

Hasta no hace mucho, los vuelcos eran el riesgo peor para el cargamento en los primeros 900 kilómetros. Policías y narcos llaman "vuelco" al robo de mercancía entre narcos. Pero una paz inédita reina en la AP-7, y más desde que, el 5 de noviembre de 2020, la Guardia Civil de Castellón detuvo a cinco de los seis miembros de la última banda importante de lobos de autopista.

Los ladrones bajaban desde Premiá y Mataró (Barcelona), se disfrazaban de guardias, colocaban rotativos de luz azul en sus coches y daban palos por Cabanes (Castellón), a 400 kilómetros de autopista de la frontera con Francia. Su último cargamento volcado procedía de Granada.

Salvo en Catalunya, ya no son frecuentes los vuelcos en ruta. Una tregua en la lucha por la hegemonía entre narcos coincide con la emergencia del cártel lituano.

Pero no porque haya paz dejará de ir vigilado el camionero hasta pasar La Jonquera y Le Boulou, los puntos donde más cargamentos interceptan las Fuerzas de Seguridad.

Y de ahí a la meta de final de ruta, en el norte de Europa.

Para controlar los camiones, se turnará un escuadrón de coches lanzadera por la AP7, la A2, la AP2...

La Guardia Civil intervino el pasado mes de octubre en San Juan (Alicante), en el marco de la Operación Derlius, un potente parque con el LT de Lituania en sus matrículas: un Hyundai de alta gama, un Audi, tres Mercedes…

No son solo para aparentar solvencia ante clientes y suministradores; también para vigilar autopista arriba, entre cuatro y siete kilómetros por delante del camión, y alertar por móvil si hay guardias esperando.

Siete kilómetros es separación suficiente. “Lo justo para que pase el camión antes de lo que se tarda en montar un control -explica desde Catalunya un guardia experto en contravigilancias-, aunque si el cargamento es importante no irá una sola lanzadera, sino dos o tres".

No siempre envían camiones por este narco-corredor meditérraneo. También lo cruzan los go-fast de la maría, coches en ruta rápida con pequeñas cargas urgentes.

Junio de 2021. Cuando la Guardia Civil armaba la operación Kosechas, uno de sus objetivos es atrapado en La Jonquera.

Es parte de un convoy de dos coches de alta gama con matrícula LT. Delante, dos jóvenes lituanos con demasiado dinero encima: 16.000 euros. Detrás, otro coche con otro conductor lituano y una maleta que el perro marcó: había llevado marihuana.

El menudeo de maletas pasa inadvertido si el narco no comete errores de bulto: ¿Con cuánta probabilidad pasarán por un mismo punto del Pirineo, uno después del otro, dos coches de lujo matriculados en Lituania y conducidos por chavales?

La tentación es el auténtico combustible de la ruta.

La tentación y la necesidad.

Un transportista en apuros económicos será el recluta ideal para cualquier traficante.

Impagos de divorcio, juego, tarjetas revolving... Si las deudas lo acucian, aceptará sacar de España entre 200 kilos y media tonelada de droga por entre 5.000 y 8.000 euros.

Es menos que el precio de venta al público de un kilo de maría cultivada 'indoor' o en exteriores, la comisión para los peones que las mafias del creciente verde lanzan a la carretera. En la mayoría de las ocasiones, la banda mantiene al chófer en la ignorancia del remitente.

Quien le paga no es nunca su verdadero patrón, sino personal interpuesto.

Detrás irá la mercancía, camuflada.

A veces, imposible de distinguir a simple vista.

En septiembre pasado, en la operación Derlius, los guardias encontraron entre la logística de la banda una enlatadora, doscientos botes de hojalata y facturas de compra de varios miles de botes más.

Lo artesanal es simple, seguro, más barato. El cártel low-cost de lituanos de San Juan de Alicante metía marihuana en latas de piña, y un torno cerraba las tapaderas.

Iban a viajar en algún camión entre palés de conservas auténticas, con las mismas etiquetas de piña en su jugo y de tomate entero pelado arrancadas, supuestamente, a cientos de botes comprados en supermercados de la zona.

En envíos menos sofisticados irá la carga camuflada entre cajas de vegetales, forraje para el ganado, conservas o jabones y productos de limpieza de hogar.

Cargas de verdura ocultaban la marihuana en las dos últimas intercepciones de la Guardia Civil en la ruta del creciente verde.

El 3 de noviembre, en la AP7 a su paso por Castellón, 115 kilos de cogollos de marihuana en bolsas entre palés de cebollas que llevaba un chófer malagueño.

Y el pasado 20 de octubre, en Guadalciro (Málaga), 296 kilos de marihuana y hachís en un tráiler que llevaba 16 toneladas de coliflores.

En la unidad cinológica de la Guardia Civil niegan la creencia de algunos jardineros de que las coles y la cebolla ocultan el olor de la maría: "El perro lo notará, seguro".

Tampoco sirve de mucho apostar por la noche. Algunos transportes se organizan para antes del amanecer, convencidos sus remitentes de que en la frontera, a esas horas, los pocos agentes que haya no se van a poner a desmantelar un trailer. Las fuentes consultadas en La Jonquera advierten: "Como tengamos información de la carga, da igual la hora: vamos a por ella".

La paz en la carretera es reflejo de la paz entre clanes. Hasta la desarticulación de una de sus ramas principales que ha supuesto el golpe de la Operación Derlius, podía ir sacando el producto de sus tres cosechas anuales con las fuerzas de seguridad como único escollo.

Pero la muerte también hace su cosecha en los invernaderos. Según avanzaban las pesquisas de Derlius han ido falleciendo en los alrededores de Alicante tres miembros lituanos del cártel. Uno de ellos era un cultivador; otro, un vigilante; el tercero, un mando, Ignas Buseckas, fallecido en agosto pasado, residente en un chalé de Orihuela Costa, dueño de un yate de lujo, pagaba las viviendas alquiladas por su clan.

Los tres eran jóvenes.

Los tres tienen anotada la misma causa de la muerte: parada cardiaca.

La Guardia Civil tiene razones para estar intrigada: el índice de mortalidad por aparentes causas naturales entre narcos lituanos aparentemente sanos es cuando menos superior al de sus vecinos en el creciente verde español.

Nuevos golpes policiales pueden mostrar en el futuro rincones tenebrosos del reino de la maría.


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