Textos: Victoria Flores
Fotos: Reuters / AFP


Olaf Scholz nació el 14 de junio de 1958 en Osnabrück, una ciudad del norte de Alemania. Su abuelo era ferroviario y sus padres trabajaban en la industria textil. Es el mayor de tres hermanos. Muy pronto, la familia se trasladó a Hamburgo, ciudad en la que creció, estudió Derecho y de la que fue alcalde-gobernador entre 2011 y 2018.

Empezó a interesarse por la política cuando aún era muy joven. Con tan solo 17 años entró en las juventudes del SPD, donde llegó a ser vicepresidente. Entonces tenía el pelo largo y coqueteaba con las ideas más izquierdistas del partido. Con los años, ha ido virando hacia posiciones más moderadas.

Olaf Scholz, durante un congreso de las juventudes socialdemócratas en 1984. FOTO: Gladstone

Olaf Scholz, durante un congreso de las juventudes socialdemócratas en 1984. FOTO: Gladstone

Comparte partido y vida desde hace 23 años con Britta Ernst, actual ministra de Educación, Juventud y Deporte del estado de Brandeburgo. La pareja no tiene hijos.

Fue su esposa quien le introdujo en el mundo de los deportes. El líder del SPD es un gran aficionado al remo, el running o la bicicleta. También es un gran amante de la lectura.

Scholz, durante una salida a remo en Hamburgo, en una imagen colgada en su perfil de Instagram el 19 de agosto de 2015.

Entre 2002 y 2004 ocupó la secretaría general del SPD. En aquellos años tuvo que dar explicaciones a diario por las impopulares reformas neoliberales del entonces canciller, Gerhard Schröder, entre las que destaca la flexibilización del mercado de trabajo que contribuyó a la creación de los controvertidos minijobs.

El candidato del SPD durante un congreso del partido en 2003 en Bonn. FOTO: Holger Noß

El candidato del SPD durante un congreso del partido en 2003 en Bonn. FOTO: Holger Noß

El posible sucesor de Angela Merkel en la cancillería, según auguran los sondeos, conoce muy bien a la cancillera, con quien ha trabajado durante dos mandatos distintos. El político entró por primera vez en el Bundestag en 1998 y de 2007 a 2009 formó parte del Gabinete de Merkel como ministro de Trabajo y Asuntos Sociales. Ya en 2018 se convirtió en vicecanciller y ministro de Finanzas, puestos que ocupa en la actualidad.

Su talante austero y sus discursos en tono de autómata le han valido el apodo de Scholzomat. El semanario Der Spiegel le ha calificado como "la encarnación del aburrimiento en política".

Sin embargo, ha sabido convertir estos rasgos de su carácter en una virtud, ya que ha vencido en la mayoría de debates electorales sin hacer ruido y aprovechando los errores de sus adversarios.

En la recta final de la carrera por la cancillería, Scholz ha tenido que hacer frente a un escándalo de corrupción: La Fiscalía indaga por qué la oficina antiblanqueo no informó a las autoridades de posibles casos de lavado de dinero, con lo que impidió que fueran investigados. Las acusaciones no van directamente contra él, pero la oficina depende de Aduanas, departamento a su vez adscrito al Ministerio de Finanzas.

Su postura centrista le llevó a quedar marginado durante un tiempo en su propio partido. En 2019, Scholz se postuló para liderar el SPD, pero los militantes escogieron a dos candidatos casi desconocidos pero del ala izquierda de la formación socialdemócrata.

Hoy se presenta como una figura que puede encarnar la estabilidad tras la era Merkel. Este perfil continuista y cercano a la política conservadora -ha llegado incluso a mimetizar sus gestos- ha provocado que desde algunos sectores le llamen El Merkel o Vati (papá), en alusión al mote de Merkel (mutti, mamá). Los juegos con su nombre también han tenido una cara más amable: el político se llama igual que el muñeco de nieve de Frozen.

El dirigente del SPD recibe como regalo el muñeco de nieve de la película 'Frozen' durante un mitin de campaña el pasado 11 de septiembre.

Scholz ha conseguido invertir la tendencia de un SPD en caída libre. A pesar de ser un arduo defensor de la austeridad, recuperó mucho terreno en las encuestas con la pandemia, cuando no dudó en romper con la ortodoxia presupuestaria. Además, rechaza la reducción del impuesto sobre las grandes fortunas que prometen los conservadores y defiende un aumento del salario mínimo.