IRAK: 20 AÑOS DESPUÉS DE LA GUERRA. EL PAÍS DE LAS CICATRICES./h1>

En marzo del 2003, Saddam Hussein llevaba 24 años como el tiránico y omnipresente líder de Irak.

IRAK: 20 AÑOS DESPUÉS DE LA GUERRA. EL PAÍS DE LAS CICATRICES./h1>

En marzo del 2003, Saddam Hussein llevaba 24 años como el tiránico y omnipresente líder de Irak.

En todo el país había construido a lo largo de los años un culto a la personalidad basado en la represión, la ostentación y el lujo: se hizo construir decenas de palacios en todo el país.

Desde las estatuas hasta los relojes, Saddam Hussein estaba en todas partes, como gran "padre" del país.

Pero todo cambió el 19 y 20 de marzo de 2003, cuando Estados Unidos bombardeó los centros del poder de Saddam en Bagdad. Empezaba la invasión de Irak.

A pesar de sus bravuconadas, Saddam logró huir. Estados Unidos decretó su búsqueda y captura junto a la de otros dirigentes de su Gobierno y su partido, el Baaz.

En diciembre del 2003, los marines lo detuvieron en un zulo en Tikrit, casi irreconocible. Había vivido allí durante meses, en una casa con naranjos y con una traducción al árabe de 'Crimen y Castigo' como lectura.

Como símbolo del nuevo Irak, a finales de 2006 Saddam fue juzgado en un proceso muy convulso...

...Y condenado a muerte en la horca. Una ejecución que fue presentada por las autoridades iraquíes y estadounidenses como el fin de una era y el inicio de otra muy diferente para el país.

Veinte años después de la guerra de Irak, el subdirector de EL PERIÓDICO Joan Cañete Bayle regresa a Irak, donde cubrió entre el 2003 y el 2004 la invasión, la ocupación y la insurgencia. Lo que se ha encontrado no es la democracia idealista que de la que hablaba EEUU, sino un país de cicatrices, las que han dejado 20 años de invasión, ocupación, varias guerras civiles, el surgimiento del Estado Islámico y su posterior caída.

Ciudadanos iraquíes derriban una estatua del presidente iraquí Saddam Hussein con la ayuda de soldados estadounidenses, el 6 de abril de 2003. REUTERS/Peter Andrews

Ciudadanos iraquíes derriban una estatua del presidente iraquí Saddam Hussein con la ayuda de soldados estadounidenses, el 6 de abril de 2003. REUTERS/Peter Andrews

Ciudadanos iraquíes derriban una estatua del presidente iraquí Saddam Hussein con la ayuda de soldados estadounidenses, el 6 de abril de 2003. REUTERS/Peter Andrews

Ciudadanos iraquíes derriban una estatua del presidente iraquí Saddam Hussein con la ayuda de soldados estadounidenses, el 6 de abril de 2003. REUTERS/Peter Andrews

En Bagdad, si levantas la vista ves una red de cables eléctricos que traza cicatrices en el cielo. Son los hilos que conectan las casas con generadores comunitarios. Vayas donde vayas en la capital iraquí escuchas el zumbido de los generadores, indispensables para la vida cotidiana porque 20 años después de la invasión estadounidense del país, Irak continúa sin tener una infraestructura eléctrica que garantice el suministro a su población.

De hecho, un país tan rico en reservas de gas y petróleo cono Irak depende energéticamente de su vecino Irán, de quien importa un tercio del gas y de la electricidad que necesita a cambio de divisas que tanto anhela Teherán a causa de las sanciones internacionales.

Cables de electricidad cosen el cielo de las calles de Bagdad, a principios de marzo. Foto: Joan Cañete Bayle

Cables de electricidad cosen el cielo de las calles de Bagdad, a principios de marzo. Foto: Joan Cañete Bayle

Varias veces al día, el suministro falla en Bagdad, y los generadores cubren el vacío. Nadie se inmuta, la vida sigue, la electricidad no es la mayor de las preocupaciones para los iraquíes. El fiasco del suministro eléctrico es metáfora de este Irak que está muy lejos de ser la democracia ejemplar que prometieron los ideólogos neocón que diseñaron la guerra lanzada por George W. Bush en marzo del 2003, y que lucha por encontrar su rumbo tras veinte años de sangre, muerte y dolor que han dejado muchas heridas, algunas aún abiertas. 

Un policía iraquí camina al lado de los restos de un edificio en el lugar donde fue detonado un coche bomba en la plaza de Adan, en Bagdad, el 19 de septiembre de 2010. EFE/Mohammed Jalil

Un soldado iraquí resguarda el lugar de la explosión en una feria de mascotas al aire libre, en Bagdad, donde al menos 64 personas fallecieron en dos atentados casi simultáneos. EFE/Ali Abbas

Un policía iraquí camina al lado de los restos de un edificio en el lugar donde fue detonado un coche bomba en la plaza de Adan, en Bagdad, el 19 de septiembre de 2010. EFE/Mohammed Jalil

Un soldado iraquí resguarda el lugar de la explosión en una feria de mascotas al aire libre, en Bagdad, donde al menos 64 personas fallecieron en dos atentados casi simultáneos. EFE/Ali Abbas

"Al principio del curso escribo en la pizarra la palabra 'democracia', y los alumnos se burlan. ¿Qué democracia?, me preguntan", explica Haifa Radhi, profesora de Derecho y Derechos Humanos en la Universidad de Bagdad. La historia de Irak dio un vuelco el 9 abril del 2003, el día que las tropas estadounidenses tomaron Bagdad y, simbólicamente, derribaron una estatua de Saddam Hussein ante la prensa internacional.

Haifa Radi.

Haifa Radi.

Más que un proceso político, se abrió una caja de Pandora para la que los ocupantes estadounidenses no estaban preparados y cuyas consecuencias llegan hasta hoy. "EEUU ganó con facilidad la guerra pero perdió la posguerra. No hubo un plan para el día siguiente de la caída de un régimen autocrático y muy centralizado que reprimía cualquier disidencia con violencia extrema", resume Ignacio Álvarez Ossorio, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense.

"Con mentiras, EEUU destruyó y dañó no solo un país, sino las vidas de la gente, su misma alma. Se inició una era en la que ha habido asesinatos masivos en Irak, en la que no hay derechos humanos, en la que el país es un Estado fallido. Los iraquís tenemos nuestra parte de responsabilidad, pero quien destruyó el país, EEUU, debe ser acusado de ello también", sentencia Hanna Adwar, activista iraquí por los derechos humanos y cofundadora de la Red de Mujeres Iraquís. 

Hana Adwar.

Hana Adwar.

En Bagdad, aún hoy son visibles los muros que durante años separaron barrios mixtos que sobrevivieron a las expulsiones y los asesinatos por motivos étnicos. La fría cronología de Irak hoy dibuja 20 años de guerras y enfrentamientos civiles. Irak ha sufrido la insurgencia contra EEUU, múltiples enfrentamientos civiles entre sus diferentes etnias (suníes, kurdos y chiíes) y la irrupción y posterior guerra contra el Estado Islámico, que causó una catástrofe humanitaria. Es imposible precisar una cifra de muertes, pero distintas fuentes las sitúan entre 300.000 y 500.000 civiles. Muchos de ellos constan como desaparecidos. 

Un soldado de EEUU observa como ciudadanos de Bagdad echan al tierra una estatua de Saddam, en abril de 2003. Foto: Goran Tomasevic / Reuters

Un soldado de EEUU observa como ciudadanos de Bagdad echan al tierra una estatua de Saddam, en abril de 2003. Foto: Goran Tomasevic / Reuters

Vendedores en el mercadillo que hay junto al muro que separa la calle del Banco Central de Irak, a finales de febrero. Foto: Joan Cañete Bayle

Vendedores en el mercadillo que hay junto al muro que separa la calle del Banco Central de Irak, a finales de febrero. Foto: Joan Cañete Bayle

Las ovejas pastan fuera del campo petrolero de Halfaya, cerca de la ciudad sureña de Amara, el 12 de diciembre de 2009. Foto: AFP/Essam Al-Sudani

Las ovejas pastan fuera del campo petrolero de Halfaya, cerca de la ciudad sureña de Amara, el 12 de diciembre de 2009. Foto: AFP/Essam Al-Sudani

Las ovejas pastan fuera del campo petrolero de Halfaya, cerca de la ciudad sureña de Amara, el 12 de diciembre de 2009. Foto: AFP/Essam Al-Sudani

Las ovejas pastan fuera del campo petrolero de Halfaya, cerca de la ciudad sureña de Amara, el 12 de diciembre de 2009. Foto: AFP/Essam Al-Sudani

Han sido 20 años en los que en Irak se ha desarrollado un sistema político enfangado de corrupción (ocupa el lugar 157 sobre 180 en el índice de percepción de la corrupción de Transparency International) y en los que, a pesar de los ingentes ingresos que genera el petróleo (Irak dispone de las cuartas reservas mundiales), no ha conseguido establecer una economía diversificada: el sector privado tiene muchos problemas para desarrollarse y el Estado, primer empleador del país, domina toda la economía.

En términos de infraestructuras, el país está muy lejos de haberse reconstruido y, políticamente, ha sufrido el azote de la violencia sectaria, con graves vulneraciones de derechos humanos y desplazamientos masivos de la población. 

“La Constitución iraquí del 2005 es el origen del problema. Después de la caída de Saddam, mucha gente pensó que tendríamos un sistema democrático liberal auténtico, pero en su lugar se impuso un sistema sectario que es el origen de todos los problemas. Pasamos de la dictadura de Saddam, en la que no había libertad, al caos y la corrupción de un sistema sectario”, explica Ali Hussein, periodista, influyente columnista y director adjunto del diario Al Mahda, un periódico fundado en 1998 en el exilio de Siria y que pudo imprimirse en el país tras la caída de la dictadura de Saddam. 

Manifestantes y seguidores del clérigo chiíta Muqtada al-Sadr sostienen su imagen durante una manifestación en solidaridad con los palestinos. Foto: Ameer Al Mohammedaw

Manifestantes y seguidores del clérigo chiíta Muqtada al-Sadr sostienen su imagen durante una manifestación en solidaridad con los palestinos. Foto: Ameer Al Mohammedaw

Manifestantes y seguidores del clérigo chiíta Muqtada al-Sadr sostienen su imagen durante una manifestación en solidaridad con los palestinos. Foto: Ameer Al Mohammedaw

Manifestantes y seguidores del clérigo chiíta Muqtada al-Sadr sostienen su imagen durante una manifestación en solidaridad con los palestinos. Foto: Ameer Al Mohammedaw

Existe consenso entre analistas e intelectuales que en el proceso constituyente que se desarrolló bajo los auspicios de EEUU se encuentra la semilla de la violencia que ha asolado al país. La Constitución de 2005 -un compromiso entre kurdos y chiís que excluyó a los sunís, vistos como los beneficiados del régimen del Baaz- estableció un Estado federal que repartió los poderes según las identidades étnicas, un sistema de cuotas (muhassasa) similar al libanés que de facto supuso que la política iraquí se haya dilucidado estos 20 años en términos de identidad y no de ideología. 

A ello se le añadieron otros factores que convirtieron el país en un infierno: la injerencia de países como Irán; el atractivo que primero Al Qaeda y después el Estado Islámico ejercieron sobre la población suní; la proliferación de milicias armadas, sobre todo chiís; la debilidad del Estado federal, carcomido por una corrupción propiciada por un sistema clientelar creado por el reparto del poder (y del dinero público) según cuotas étnicas; el desapego de la población, castigada por guerras, terrorismo y enfrentamiento sectarios; los altos niveles de pobreza, los enfrentamientos interétnicos y la vulneración de derechos humanos por parte de milicias y fuerzas de seguridad; y las veleidades independentistas kurdas, demasiado débiles para romper el país, lo bastante fuertes como para poner al poder central en apuros.

Jóvenes iraquíes protestan contra el gobierno exigiendo mejores servicios y empleos, en el este de Bagdad, el 3 de octubre de 2019. Foto: EFE / Murtaja Lateef

Jóvenes iraquíes protestan contra el gobierno exigiendo mejores servicios y empleos, en el este de Bagdad, el 3 de octubre de 2019. Foto: EFE / Murtaja Lateef

Jóvenes iraquíes protestan contra el gobierno exigiendo mejores servicios y empleos, en el este de Bagdad, el 3 de octubre de 2019. Foto: EFE / Murtaja Lateef

Jóvenes iraquíes protestan contra el gobierno exigiendo mejores servicios y empleos, en el este de Bagdad, el 3 de octubre de 2019. Foto: EFE / Murtaja Lateef

Hoy, la seguridad en Irak ha mejorado mucho. Según Iraq Body Count (IBC), que actualiza una base de datos de muertes de civiles desde la invasión de 2003, en enero de este año hubo 56 muertes por violencia política, y en febrero, 52, cifras tolerables en el contexto de un país asolado por la violencia extrema.

El último gran pico de violencia se produjo entre 2019 y principios del 2020, antes de la epidemia del covid, cuando miles de jóvenes intentaron protagonizar una primavera iraquí que fue reprimida a tiros por milicias armadas. "Más de 700 jóvenes fueron asesinados porque se oponían a la brutalidad y al terror, porque quieren vivir solo bajo la bandera de la identidad iraquí, porque querían construir un Estado de ciudadanos diversos y con justicia social", se lamenta Hanna Adwar. 

Las mujeres jugaron un papel esencial en estas protestas. En estos 20 años, la religión se ha hecho más presente en las calles iraquíes, desde los restaurantes populares de Bagdad solo frecuentados por hombres que comen mientras un canal de televisión emite de forma ininterrumpida la lectura de versículos del Corán, hasta la omnipresencia de retratos del imán Ali y ayatolás en el sur chií.

Mujeres iraquís, ante una mezquita en Basora, en abril de 2021. Foto: Essam al-Sudani / Reuters

Mujeres iraquís, ante una mezquita en Basora, en abril de 2021. Foto: Essam al-Sudani / Reuters

Las estructuras sociales son tradicionales y conservadoras, patriarcales. Cuando visité Nassiriya, en el corazón del sur chií, apenas vi a mujeres en la calle, y siempre cubiertas por el chador. Lo mismo sucede en Faluya, la ciudad símbolo de la insurgencia suní. En las cafeterías de la ciudad vieja de Bagdad, apenas hay mujeres tampoco. Las chicas van a la escuela y a la universidad, pero el patriarcado está en todas partes, desde los matrimonios concertados hasta las leyes que dan cobertura a los delitos de honor y a la justicia tribal.

No es de extrañar que las chicas jóvenes con formación universitaria se lanzaran a la calle a protestar en el 2019. "Las mejores se van del país si pueden", se lamenta Hanna Adwar.  Esas protestas fueron la primera gran impugnación al statu quo creado tras la invasión del 2003, por una generación que no había nacido o eran muy niños cuando los marines tomaron Bagdad.

Son muchos, el 65% de la población iraquí hoy tiene menos de 25 años, y gritaron en contra de la "democracia ambigua e imperfecta", en palabras de Ali Hussein, que sustituyó a la tiranía de Saddam Hussein. Ahora que ya no hay rastro del dictador en las calles de Irak (hoy, es más fácil ver al Capitán América en Bagdad que una imagen de Saddam Hussein) y que parece que la violencia política si no desaparece, sí se apacigua, la pregunta que marcará el futuro del país es si estas nuevas generaciones podrán cauterizar las innumerables cicatrices aún abiertas y podrán construir una democracia a secas, ni insuficiente, ni ambigua, ni sectaria. 

Sin rastro de Saddam en Bagdad

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos: Joan Cañete Bayle
Infografías: Francisco José Moya y Ricard Gràcia
Diseño: David Jiménez
Coordinación: Rafa Julve