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Verdades y mitos sobre la insuficiencia cardíaca

La insuficiencia cardíaca es una enfermedad (técnicamente, un síndrome: un conjunto de signos físicos y de síntomas) que se produce cuando el corazón no realiza de forma adecuada su función de “bomba”, bien porque la fuerza de contracción disminuye, porque las válvulas no funcionan, porque la fuerza del miocardio, el músculo cardíaco, está disminuida por una alteración genética... Lo que sucede es que, al no poder bombear correctamente, la sangre encargada de transportar oxígeno y nutrientes no llega a los músculos y tejidos en suficiente cantidad y se acumula en los pulmones.

Esto se traduce en falta de aire o ahogo y, en consecuencia, en una incapacidad funcional para la realización de esfuerzos que afecta al desarrollo de las actividades de la vida diaria, y en la mayoría de los casos, es un problema crónico que evoluciona a lo largo de los años. “Esta sensación de falta de aire aparece inicialmente con esfuerzos físicos moderados, pero si la IC va progresando, el ahogo aparece incluso en reposo pudiendo, si no se pone remedio, conducir a la muerte. Frecuentemente se acompaña también de retención de líquidos, que aparece en forma de edema o hinchazón de pies, tobillos, piernas e incluso en zona abdominal”, explica el Dr. Ignacio Ferreira, cardiólogo del Hospital Universitari Dexeus, que nos ofrece además una rápida panorámica de la prevalencia de esta enfermedad.

La IC es una afección que es muy común en todo el mundo, más frecuente en los países desarrollados. La prevalencia global en nuestro país está en torno al 1,8% de la población. Si nos centramos en adultos, la prevalencia se sitúa en torno al 3,4% y alcanza el 8-9% en el caso de adultos mayores de 75 años. “Es decir, es un problema asociado con la edad y más frecuente en los países desarrollados. Esto ha propiciado que sea una condición que ha duplicado su prevalencia en las últimas décadas y, lo que es más importante, que por el aumento de expectativa de vida poblacional vaya a aumentar su prevalencia en años venideros”, señala el dr. Ferreira.

Verdades y mentiras sobre la insuficiencia cardíaca

1. Es algo inevitable, gajes de envejecer

Falso. A pesar de que prevalencia de insuficiencia cardíaca se dobla con cada década que se cumple, la edad no es la causa. Cualquier enfermedad que afecte al corazón puede acabar deteriorando su capacidad para bombear sangre. “Ahora bien -matiza el cardiólogo-, las dos enfermedades más frecuentes que afectan al corazón y que, por tanto, pueden acabar provocando insuficiencia cardíaca, son la cardiopatía isquémica (infarto de miocardio, angina de pecho…) y la cardiopatía hipertensiva. Ambas enfermedades, además, están provocadas por los mismos factores de riesgo: la hipertensión, la diabetes, el colesterol, la obesidad, el sedentarismo y el tabaquismo”.

¿Es posible, por tanto, prevenir la insuficiencia cardíaca? “En una gran parte de casos sí. Se estima que entre el 60 y 70% de los casos serían evitables si se controlan los factores de riesgo antes mencionados, factores directamente relacionados con nuestros hábitos de vida”.

2. Merma la calidad de vida, pero no es grave

Sigue siendo una condición a la que la población general suele restarle importancia y considerar como una dolencia benigna. Y sin embargo, su mortalidad es igual o incluso superior a la de muchos cánceres. “Suele ocurrir por progresión de la enfermedad, aunque la muerte súbita se ha descrito como una causa frecuente. Una vez la IC está completamente establecida, la mortalidad anual se sitúa en torno al 10%”.

Una parte significativa de los casos de insuficiencia cardíaca aparecen por evolución de la enfermedad coronaria. En estos pacientes el riesgo de sufrir nuevos episodios de infarto es siempre mayor. “Pero incluso aquellos casos que se producen por otras enfermedades (por ejemplo, enfermedad valvular o cardiopatía hipertensiva), se pueden producir con más frecuencia accidentes cardiovasculares de cualquier tipo, incluido ictus y muerte súbita”, advierte el especialista.

3. El diagnóstico temprano es importante

Definitivamente, sí. El diagnóstico temprano es clave para frenar la evolución de la enfermedad. “El síntoma cardinal que nos tiene que poner sobre aviso es la sensación de falta de aire (disnea), que aparece inicialmente con esfuerzos moderados o incluso importantes. Cuando una persona comienza a notar que disminuye su capacidad de realizar esfuerzos habituales, hay que consultar al médico. También puede aparecer con hinchazón de las extremidades inferiores”, señala el cardiólogo del Hospital Dexeux. La hinchazón de tobillos, piernas, pies o estómago se debe a que la insuficiencia puede provocar que el flujo de sangre a los riñones no sea suficiente, y se produzca retención de líquidos por disminución de la cantidad de orina a lo largo del día.



Para el diagnóstico es fundamental, además de la historia clínica y la exploración, la realización de una ecocardiografía, un electrocardiogama y una radiografía de tórax. Estas exploraciones orientan al especialista sobre el origen de los síntomas y la enfermedad cardíaca subyacente. “Hoy en día, además, disponemos de marcadores específicos en la analítica que son de gran utilidad, además de otras exploraciones más sofisticadas (cardio-resonancia, TAC cardiaco, cateterismo) que son fundamentales para el estudio en profundidad de la enfermedad”, añade el Dr. Ferreira.

4. Es una enfermedad crónica y muy incapacitante

La insuficiencia cardíaca no tiene cura en la mayoría de los casos y si no se cuida, puede afectar mucho a la calidad de vida de una persona. Tal y como explica el Dr. Ignacio Ferreira, “la IC, dejada a su libre evolución, es una de las enfermedades más invalidantes y con un mayor impacto en la calidad de vida de los pacientes. Supone una pérdida de la funcionalidad que ocasiona un gran pérdida de calidad de vida, de manera que los pacientes con dicha enfermedad pueden llegar a puntuar en los test de calidad de vida un 20% de la media poblacional, lo equivalente a padecer una depresión mayor”. Sin embargo, existen tratamientos muy eficaces que pueden conseguir un buen control de los síntomas.

“Lo más importante, lógicamente, es su prevención -insiste el cardiólogo-. Ahora bien, una vez establecido el fallo de bombeo del corazón, hoy disponemos de herramientas de las que no disponíamos hace una década. Básicamente innovaciones referidas a fármacos que actúan a diferentes niveles de manera que, dados correctamente en combinación pueden, si no revertir, sí restaurar parcialmente la función de bombeo del corazón, consiguiendo una mejoría muy importante en la calidad de vida y en el pronóstico”. Al mismo tiempo hay que tratar la enfermedad que dio origen a la insuficiencia cardíaca, a veces mediante técnicas intervencionistas (cateterismos, intervenciones quirúrgicas...). Y para fases muy avanzadas de la enfermedad también existe la opción del trasplante u otras innovaciones como dispositivos de resincronización cardíaca e incluso dispositivos de asistencia ventricular (“corazones artificiales”). “Estas estrategias para la IC avanzada tienen su indicación específica y sin duda han conseguido mejorar la calidad de vida y el pronóstico de forma sustancial”.

Verdades y mentiras sobre la insuficiencia cardíaca

5. Nuevos hábitos de vida: el ejercicio está contraindicado.

Dr. Ferreira
Dr. Ferreira.
“En absoluto” contesta tajante el doctor Ferreria. Es uno de los falsos mitos que hay que desterrar. “Desde hace ya más de una década se conoce que el ejercicio físico aeróbico, realizado de forma adaptada al grado de IC, mejora de forma muy importante la calidad de vida y el pronóstico”, subraya el doctor Ignacio Ferreira. El conocimiento de la enfermedad por parte de los pacientes es clave para mantener el equilibro sin descompensaciones durante largas temporadas. Para ello, además de hacer ejercicio físico moderado, es necesario tomar conciencia e incorporar algunas otras rutinas en el día a día:

  • Seguir estrictamente el tratamiento farmocológico. Incluirá una combinación de medicamentos encaminada a reducir el exceso de líquido del organismo con diuréticos; a disminuir la tensión arterial y mejorar la fuerza del corazón; y reducir la frecuencia cardíaca para que el corazón trabaje menos.

  • Dieta baja en sal. El sodio eleva la tensión y propicia la retención de líquidos, por eso la alimentación, además de variada debe ser pobre en sal. Además de reducir la que se añade a las comidas a menos de 2,5 g/día (3-4 pizcas), hay que tener presente que muchos productos la incorporan en gran cantidad (embutidos, quesos, caldos preparados y pastillas de caldo, snacks y salsas preparadas…).

  • Consumo controlado de líquidos. Es muy importante mantener el consumo de agua alrededor de 1,5-2 litros al día. Eso incluye no solo el agua que bebamos, sin también otros líquidos como leche, zumos, caldos, infusiones…

  • Controlar el peso. El aumento de peso rápido (debido a la retención de líquidos) es una de las señales de alerta. Por eso se recomienda pesarse a diario, siempre a la misma hora (preferentemente por la mañana, después de orinar y en la misma báscula) y anotarlo en una libreta. Si hay subidas bruscas (1 kg en un día, 2kg en 2-3 días o más de 3 en una semana), hay que acudir a consulta médica.

  • Tomarse la tensión. De igual manera, es muy conveniente llevar un registro de la tensión arterial al menos dos o tres días a la semana.