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Vivienda

"Tuve que poner a mis tres hijos de avalistas": las dificultades de vivir de alquiler para una mujer de 83 años

Los precios disparados y los requisitos abusivos dejan a miles de personas mayores atrapadas en un mercado inmobiliario que les da la espalda

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Un cartel que anuncia que se alquila una vivienda.

Un cartel que anuncia que se alquila una vivienda. / Ricardo Rubio - Europa Press / Europa Press

Mariona Carol Roc

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España arrastra desde hace años una crisis habitacional que parece no tener fin. Los precios de la vivienda suben mucho más rápido que los salarios, la oferta asequible se reduce y la precariedad económica se extiende. Lo que antes se consideraba un problema exclusivo de los jóvenes, con sueldos bajos y alquileres inalcanzables, ahora afecta también a los mayores de 50 años.

Cada vez más personas de esta franja de edad se ven obligadas a compartir piso o destinar más de la mitad de sus ingresos al alquiler. El mercado, que penaliza la edad y la falta de garantías económicas, se ha convertido en un auténtico laberinto para quienes necesitan más estabilidad.

“Mi casero me obligaba a no encender la luz”

Belquis, una mujer de 58 años, conoce de primera mano esta realidad. Toda su vida ha vivido de alquiler, pero las condiciones a las que ha tenido que someterse rozan lo inhumano.

"He estado en habitaciones donde estiro los brazos y toco pared con pared”, explica la mujer a La Sexta Noticias.

Su testimonio refleja una realidad que sufren muchos inquilinos mayores: propietarios que imponen normas abusivas, contratos precarios y condiciones indignas. “Nosotros, las personas mayores de 55 años, no tenemos opciones de comprar este tipo de piso”, lamenta.

El edadismo también vive de alquiler

El mercado inmobiliario español es, según expertos, abiertamente edadista. Los propietarios prefieren alquilar a personas de mediana edad, bajo el estereotipo de que serán más independientes y “darán menos problemas”.

Para los mayores, en cambio, se multiplican las trabas: contratos de menor duración, exigencia de certificaciones de autonomía e incluso la obligación de presentar uno o dos avalistas.

Avales, pensiones y residencias imposibles

El caso de Encarni, una mujer de 83 años, muestra las dificultades extremas a las que se enfrentan los mayores.

Tengo tres hijos y a todos tuve que ponerlos de avalistas”, explica resignada. Su pensión apenas cubre el alquiler, mientras los precios no dejan de subir.

Las ayudas oficiales existen, como el Plan Estatal de Vivienda contempla subvenciones de hasta el 50% del alquiler mensual para mayores de 65 años, pero los requisitos son tan estrictos que muchos quedan fuera.

“La única solución que te dan es que te vayas a una residencia, que tampoco se puede pagar porque están por las nubes”, lamenta Encarni. La falta de alternativas dignas empuja a muchos mayores a alquilar habitaciones o incluso recurrir a comedores sociales.