Catalunya se despide (casi del todo) de los peajes en las autopistas

Las autopistas son pequeños ecosistemas en los que suceden cosas exclusivas. En las áreas de servicio, en las zonas de descanso, incluso dentro del vehículo, donde se instala una mentalidad de largo trayecto que tiene sus propias liturgias, sobre todo si hay niños de por medio. El peaje es uno de los elementos comunes más reconocibles de este hábitat, sobre todo en Catalunya, pero no solo en Catalunya como muchos piensan. Las barreras han comenzado a desaparecer ya antes de la medianoche del martes al miércoles en cerca de 480 kilómetros de autopistas y ramales a este lado del Ebro. En la AP-2, en la AP-7, en la C-32 y en la C-33, se han ido abriendo progresivamente las vallas antes de la hora prevista. Un respiro para muchos; una noticia largamente esperada. Pero un paréntesis, al fin y al cabo. Porque nadie se fía de los duros a cuatro pesetas; porque no es habitual que la cosa pública deje de cobrar un impuesto, y menos uno vinculado al tráfico motorizado, con Europa soplando el cogote de la membresía en nombre de respeto al medio ambiente. La lógica invitaba a pensar que en el asfalto, el día de la despedida, no se hablaría de otra cosa. Pues no. Así han vivido la jornada los últimos del peaje.