Tú y yo somos tres. Por Ferran Monegal. ¿Cabe parodiar a Junqueras preso?

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Decíamos ayer: el humor no tiene límites, el humor es un planeta con un microclima diferente a las leyes de la meteorología oficial y ortodoxa. A raíz del tsunami producido por el sketch de Dani Mateo con la bandera españolaDani Mateo, el debate sobre las fronteras del humor ha vuelto. Frente a los irritados que consideran que aquello fue un ultraje, muchas voces –y no solo las de los propios profesionales del humor– advirtieron que el cómico, el bufón, desde tiempo inmemorial, realiza una función de catarsis desacralizadora. El sarcasmo y la ironía –simbología incluida, por sacrosanta que parezca– nos relativizan la siempre cargante intocabilidad de nadie, o el privilegio de temas o personas que extrañamente gozan de aforamiento. No hay aforados en el humor. Ni personas, ni cosas. Aquella misma semana en que Dani Mateo fue puesto a los pies de los caballos, en Polònia se solidarizaron con él: salieron todos los polacos secándose los mocospolacos con todas las banderas del planeta, incluida la senyera. Fue una solidaridad con retranca irónica francamente inteligente.