Jornada de la Fundación Johan Cruyff

M. TUDELA / C. MÁRQUEZ

Eva Pecharromán tiene 27 años y es profesora de música. Se apuntó a la lista para acceder a una plaza pública y le tocó ejercer en la escuela de educación especial Les Aigües de Mataró. Nunca había trabajado con personas con discapacidad, y al principio no pudo evitar cierta sensación de vértigo, la clásica inseguridad que genera enfrentarse a lo desconocido. Ayer, dos años después de dar el paso, marcaba el ritmo de una marchosa batucada junto a una quincena de alumnos. «Cuando empecé fue durillo, pero ahora me doy cuenta de que, aunque tardas un poco más en conseguir las cosas, la satisfacción es mucho más grande». El éxito no es una sinfonía perfecta, sino la sonrisa del niño con su tambor. O la del niño marcando un gol, o metiendo una canasta. Como las que se pudieron ver ayer en el Open Day de la Fundación Cruyff mientras Eva y sus muchachos le daban a la percusión con el mismo garbo con que Carlinhos Brown hizo saltar a Joan Clos encima de un autobús.