Monte Unzen, 1991

Dice el Apocalipsis de San Juan que el mar devolverá a sus muertos, pero los volcanes, ¡ay, los volcanes!, estos parece que no estarán por la labor visto el destino de la decena larga de vulganólogos que durante los últimos 40 años han muerto, por decirlo de algún modo, en accidente laboral. Siempre se van los mejores, se dice por cortesía, pero en este caso es verdad, porque algunos de los vulcanólogos hoy ausentes fueron en su día pioneros en su área y salvaron con sus predicciones a miles de personas cuando fueron escuchados por las autoridades. Esto es, por lo tanto, un homenaje a quienes no tuvieron la suerte, por ejemplo, de Dougal Jerram, quien logró escapar por piernas cuesta abajo nada menos que de un repentino flujo piroclástico durante una erupción del volcán mexicano Colima, una cumbre tan inquieta que no hay manera de determinar su altura exacta.