Barcelona sale a la calle a pasear, comprar y visitar mercadillos navideños

JORDI COTRINA / VIDEO: EFE

Las imágenes de la Fira de Santa Llúcia o del Portal de l'Àngel llenos de gente son esperanzadoras, pero también pueden inducir a cierto engaño. Porque no es lo mismo pasear que comprar, y porque los lugares emblemáticos -añadan los centros comerciales- no representan a toda la ciudad, a los ejes de 'botiguers' de barrio. Ni las franquicias desempeñan el mismo papel urbano que la tienda de proximidad. El puente servirá para calibrar cómo está Barcelona a nivel comercial y de recuperación del turismo, pero lo más probable es que constate, entre otras cosas, una realidad tan temida como conocida, que todavía no puede competir como destino europeo de compras navideñas y que Madrid resucita con mayor agilidad. Quizás por la política liberal en materia de covid por parte del gobierno tanto municipal como de la comunidad, ambos alineados más con el rescate de la economía que con la alerta sanitaria. Pero también, y en eso la pandemia no tiene la culpa pero sí amplifica, porque la capital catalana siempre quiso seducir más al visitante extranjero que al nacional. Y así estamos, con la movilidad internacional en pañales y los hoteles a medio gas a este lado del Ebro mientras que los de la meseta huelen a 2019.