Comienza la tercera jornada del rey Juan Carlos en Sanxenxo

EFE / LAVANDEIRA JR. / VÍDEO: EFE

Nada ejemplifica mejor la grotesca decadencia de Juan Carlos I que su desvergonzado viaje a cara descubierta desde la dictadura de Emiratos Árabes al paseo en barco de Sanxenxo con parada final en la Zarzuela, y cabe empezar a preguntarse si el espectáculo tragicómico que nos ha brindado desde su llegada a España no es en realidad la campaña encubierta de un republicano disfrazado de rey emérito que tiene como objetivo derrocar la monarquía. Porque, efectivamente, nadie puede igualar a Juan Carlos I en su esforzado empeño por humillar a la institución que todavía representa su hijo. Y porque, visto en perspectiva, el señor que empezó a sabotear la monarquía cazando elefantes y pronunciando aquel patético "No volverá a ocurrir" (evolucionado en el "Explicaciones, ¿de qué?" escupido este fin de semana), que es el mismo que se repartió con su amante decenas de millones de euros procedentes de otra dictadura como Arabia Saudí, ha conseguido pasar en tiempo récord de ser el jefe de Estado que presuntamente salvó la democracia el 23-F a convertirse en un trasnochado defraudador fiscal que se funde sus comisiones delante de nuestras narices sin inmutarse. Solo un saboteador con ideales republicanos puede conseguir en tan poco tiempo reventar el relato del rey ejemplar que tanto costó fabricar, y que durante un par de décadas sirvió para tapar que aquel jefe del Estado que nos había protegido de Tejero era en realidad un ungido de Franco que nació de una dictadura. Cabe preguntarse, además, si este republicano disfrazado de regatista decrépito no ha comprometido gravemente la monarquía con su explosiva y pública reunión con su hijo, que corre el riesgo de ver como la infamia del padre, ahora blanqueada en un peligroso encuentro, puede terminar infectando a toda la institución.