Jaume Plensa

Durante mucho tiempo la ciudad de Nueva York pareció querer olvidar que era una isla. Dejó la costa de Brooklyn a las industrias, la del este de Manhattan junto al East River a esas torres marrones impersonales que acogen las viviendas de protección oficial que son los ‘projects’, y la ribera oeste, junto al estuario del Hudson, a la decadencia y el abandono. Hace unas décadas, no obstante, autoridades y promotores inmobiliarios decidieron finalmente dejar de mirar solo al interior y volcaron buena parte de su desarrollo junto al agua. En Brooklyn, en Manhattan y también en la vecina Nueva Jersey empezaron a florecer parques, paseos y bosques de grandes torres de viviendas de cristal que han transformado y siguen cambiando no solo el paisaje sino la vida urbana. Ahora, una obra de Jaume Plensa se ancla y echa raíces aquí.