Estrenos de la semana. Tráiler de 'El deseo de Robin'

Cuando el suicidio de Robin Williams salió a la luz en agosto de 2014, la prensa se centró en su batalla contra la depresión y sus pasadas adicciones al alcohol y la cocaína. También se especuló sobre posibles problemas económicos, y se mencionó la pérdida progresiva de poder taquillero que había sufrido en los últimos años. Algunos asumieron que quizá el actor respondía al arquetipo del payaso triste, desesperado por hacer reír pero desconsolado por dentro. La verdad, descubrió la autopsia, es que había pasado sus últimos años azotado por la demencia con cuerpos de Lewy (LBD), un proceso neurodegenerativo más desconocido y mucho más rápido y letal que el Alzheimer, que provoca la formación de depósitos de proteínas anormales en el cerebro y no solo complica las más básicas funciones cognitivas sino que causa problemas motrices, ansiedad, alucinaciones, paranoia e insomnio. El suicidio, aseguran los expertos, es común entre quienes lo sufren.