La fiesta de la Mercè en el Parc de l'estació del Nord

Que todas las Barcelonas no caben en una sola fotografía o crónica es un lugar común -válido para la Mercè y para todos los días del año- al que es casi imposible no recurrir tras las escenas vividas la madrugada del sábado a los pies del MNAC. Imágenes que, reproducidas en los ‘smartphones’ de algunos de los asistentes al fiestón familiar en el parque de la Estació del Nord solo unas horas después en la misma ciudad, se antojaban casi una realidad paralela. Lo que se ha vivido este radiante sábado en el parque tras la algo sórdida estación de autobuses de la ciudad ha sido una bonita mezcla de música, danza y juegos protagonizada por personas de todas las edades; y este "todas las edades", aquí, no es una forma de hablar. Alegría casi, casi, prepandémica, facilitada por la prácticamente olvidada sensación de libertad que daba el hecho de que, aunque, como en todos los actos oficiales de la Mercè, era imprescindible el registro previo, la entrada al recinto permitía al visitante moverse libremente entre los distintos y variados espacios del agradable espacio. Un espacio donde se ha podido desde bailar en un taller de salsa -¡sí, escuchar música de forma colectiva y bailar, de pie!- hasta producir burbujas de jabón pedaleando una bicicleta.