El 22@ con ojos de vecino

JORDI COTRINA

La imagen de mujeres tendiendo la ropa en infraviviendas y de hombres arrastrando carritos del super llenos de chatarra forma parte de la cotidianidad del barrio, igual que las inmensas grúas y las cementeras, o los oficinistas -trajeados o informales- entrando o saliendo de los rascacielos levantados frente a talleres agónicos, solares abandonados y naves medio derruidas. Mezcla heterogénea que ya no impacta a casi nadie, ya que es el pan de cada día en esta parte del distrito de Sant Martí, rebautizada hace 20 años desde un despacho como 22@; el longevo e inacabado plan urbanístico desencadenante de las distintas realidades que aquí se cruzan, aunque pocas veces se miran a los ojos. "Del patrimonio industrial en algunas zonas solo quedan las chimeneas, como lápidas en un cementerio" apunta señalando una de ellas Albert Valencia, uno de los impulsores del Observatori dels barris del Poblenou e hiperactivo miembro del tejido vecinal del barrio, a juzgar por las incontables veces que se para a saludar a algún vecino cada cien metros.