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Condiciones polémicas

Una familia, obligada a pagar un menú de adulto (66 euros) para su hijo de 13 meses en este conocido restaurante

Unos padres se vieron obligados a pagar el precio de un menú de adulto completo, por el simple hecho de que su hijo de 13 meses se sentara en la trona

Una familia, obligada a pagar un menú de adulto (66 euros) para su hijo de 13 meses

Una familia, obligada a pagar un menú de adulto (66 euros) para su hijo de 13 meses / PIXABAY

Alexandra Costa

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Salir a cenar en familia es, para muchos, un momento de disfrute y desconexión. Sin embargo, para una pareja francesa, una velada en el prestigioso restaurante Les Grands Buffets de Narbona se convirtió en una experiencia tensa y frustrante que ha desatado un intenso debate en el sector de la hostelería. El motivo: se vieron obligados a pagar 66 euros, el precio de un menú de adulto completo, por el simple hecho de que su hijo de 13 meses ocupara una trona en la mesa. La historia, que rápidamente se ha hecho viral, pone sobre la mesa una pregunta incómoda: ¿dónde está el límite entre la política de un negocio y el sentido común?

El incidente, ocurrido el pasado 19 de octubre, fue protagonizado por Frederic, su mujer y su pequeño Gabriel. La familia acudió al restaurante junto a un grupo de amigos con una reserva ya confirmada. Conscientes de que los carritos de bebé no estaban permitidos en el interior, habían consultado previamente y, según su testimonio, el propio gerente les había asegurado que les facilitarían una trona sin problema. La sorpresa llegó en la puerta, cuando la realidad de la normativa interna del local chocó frontalmente con sus expectativas.

"No es un peluche, es un ser humano"

El conflicto estalló en el momento del acceso. Cuando la familia se disponía a entrar, un responsable de sala les comunicó la condición innegociable: si el bebé, Gabriel, iba a sentarse a la mesa, incluso en una trona, debía abonar el precio íntegro de un comensal, fijado en 65,90 euros. La alternativa era tan surrealista como incómoda: tener al niño en brazos durante toda la cena. Frederic, atónito, intentó razonar con el personal, argumentando que era ilógico aplicar una tarifa de adulto a un bebé que, evidentemente, no iba a consumir del buffet.

La respuesta del recepcionista fue tan tajante como reveladora de la filosofía del restaurante: "No es un peluche, es un ser humano, de modo que cuenta como una persona normal". Ante la presión de tener una cena contratada, un grupo de amigos esperando y una larga cola de clientes detrás, Frederic y su pareja se sintieron acorralados. "No tuvimos más remedio que aceptar", confesó posteriormente al diario francés Midi Libre. Aunque la cena transcurrió con un servicio atento por parte de los camareros, la experiencia ya estaba irremediablemente "aguada" por lo que consideraron una norma "sin ningún sentido" y una total falta de empatía.

Una política inflexible que no distingue edades

Lejos de ser una decisión improvisada de un empleado, la postura de Les Grands Buffets responde a una política de empresa deliberada y explícita. El restaurante, conocido por su opulento buffet libre, deja claro en su página web que no hace distinciones por edad en su modelo de negocio. Su normativa establece que "los niños, independientemente de su edad, son considerados adultos durante todo el proceso de reserva" y, por tanto, no existen tarifas reducidas. Desde su perspectiva empresarial, un asiento ocupado es un asiento que debe generar ingresos, ya sea por un adulto o por un bebé en una trona.

Esta rigidez contractual choca frontalmente con la expectativa social de flexibilidad hacia las familias con niños. Para el padre del pequeño, la medida es "escandalosa", una forma de penalizar a los padres que desean disfrutar de una comida en un establecimiento de alta gama. La controversia subraya el eterno conflicto entre un modelo de negocio estricto, que busca maximizar la rentabilidad de cada metro cuadrado, y la experiencia del cliente, que espera un trato razonable y adaptado a sus circunstancias.

El debate está servido: ¿derecho de admisión o medida antifamilia?

La viralización del caso ha abierto una caja de Pandora en las redes sociales, donde el debate se ha polarizado. Por un lado, están quienes defienden el derecho de admisión y la libertad del restaurante para establecer sus propias reglas, argumentando que los clientes conocen las condiciones de antemano. Por otro, una abrumadora mayoría ha calificado la norma de "absurda", "inhumana" y una clara política antifamilia, que disuade a los padres de acudir a ciertos locales.

Este incidente trasciende la anécdota para convertirse en un caso de estudio sobre las políticas de precios en la restauración y la inclusión de los más pequeños. ¿Es justo que un bebé que no consume pague como un adulto? ¿O debe un restaurante de lujo sacrificar un espacio rentable sin recibir nada a cambio? La respuesta no es sencilla, pero lo que está claro es que la historia de Gabriel ha servido para que miles de personas reflexionen sobre qué tipo de servicio y empatía esperan cuando salen a comer fuera, especialmente cuando lo hacen en familia.