Londres
Multada por tirar el cafe por la alcantarilla: este es el delito cometido
El motivo oficial de la sanción fue "eliminar residuos no autorizados" en el sistema de alcantarillado público

Imagen ilustrativa de un café en España. / Nele Bendgens
Un gesto cotidiano, motivado por el civismo, puede convertirse inesperadamente en una infracción sancionable. Esta es la sorprendente lección que ha aprendido Burcu Yesilyurt, una ciudadana británica cuya historia ha puesto de manifiesto la delgada línea que a veces separa una acción bienintencionada de la estricta aplicación de la ley. De camino a su trabajo en Richmond-Upon-Thames, un municipio de Londres, se vio enfrentada a una multa de 150 libras (unos 172 euros) por un acto que millones de personas realizan sin pensar: verter el sobrante de su café por una alcantarilla.
El incidente, que ha generado una enorme polémica en redes sociales, comenzó en una parada de autobús. Yesilyurt se dio cuenta de que su vaso de café estaba demasiado lleno y que corría el riesgo de derramarlo durante el trayecto, pudiendo manchar a otros pasajeros. En un intento por ser considerada, decidió vaciar una pequeña cantidad de líquido en un desagüe cercano. Para su asombro, tres agentes de la autoridad la abordaron de inmediato, acusándola de cometer una infracción y procediendo a sancionarla. La experiencia, según sus propias palabras a la BBC, fue desconcertante y la dejó en un estado de incredulidad.
Un gesto cívico convertido en "eliminación de residuos no autorizados"
El motivo oficial de la sanción fue "eliminar residuos no autorizados" en el sistema de alcantarillado público. Para Burcu Yesilyurt, la acusación era completamente desproporcionada. "No tenía ni idea de que verter líquido en un desagüe fuera ilegal", declaró al periódico The Guardian. Su intención era precisamente la contraria a la de cometer un acto incívico; buscaba evitar un pequeño desastre dentro de un espacio público como es un autobús.
Este caso pone sobre la mesa el desconocimiento general sobre ciertas ordenanzas municipales y leyes medioambientales. Legalmente, los desagües pluviales de muchas ciudades están diseñados exclusivamente para recoger agua de lluvia y, en muchos casos, desembocan directamente en ríos o fuentes de agua naturales sin pasar por un sistema de tratamiento. Por ello, verter cualquier sustancia, por inofensiva que parezca, está técnicamente prohibido. La ley no distingue entre un café, un refresco, aceite de motor o productos químicos. La infracción radica en el acto mismo de introducir una sustancia ajena al sistema de drenaje. Los agentes, por tanto, aplicaron la normativa al pie de la letra, sin valorar el contexto ni la intención de la ciudadana.
La estricta normativa y el debate sobre el sentido común
La aplicación rigurosa de la ley en este caso abrió un intenso debate sobre la proporcionalidad y el sentido común. ¿Es razonable aplicar una sanción tan elevada por una cantidad mínima de una bebida biodegradable? La historia de Yesilyurt se viralizó rápidamente, y la opinión pública se posicionó de forma mayoritaria a su favor. Cientos de usuarios en redes sociales expresaron su indignación, calificando la multa de "absurda" y "un claro ejemplo de exceso de celo burocrático".
Expertos legales y ecologistas, sin embargo, señalan que estas normativas existen por una razón fundamental: proteger los ecosistemas acuáticos de la contaminación. Si bien un solo café no supone un riesgo ecológico, el efecto acumulativo de miles de personas vertiendo todo tipo de líquidos (refrescos azucarados, productos de limpieza, etc.) sí puede tener un impacto negativo. El dilema, por tanto, reside en dónde trazar la línea. ¿Deberían los agentes tener la discrecionalidad para ignorar infracciones menores o deben aplicar la ley de manera inflexible para evitar sentar precedentes peligrosos?
La presión social fuerza la rectificación del Ayuntamiento
El aluvión de críticas y la cobertura mediática que recibió el caso tuvieron un efecto decisivo. El Ayuntamiento de Richmond-Upon-Thames, la administración responsable de la sanción, acabó dando marcha atrás y retiró la multa impuesta a Burcu Yesilyurt. Un portavoz del consistorio admitió que, "probablemente", la apelación de la mujer habría prosperado de todos modos, reconociendo implícitamente la desproporcionalidad de la medida en este contexto particular.
No obstante, el mismo portavoz defendió la actuación de los agentes, afirmando que, basándose en las imágenes del incidente, habían actuado "correctamente" según el protocolo establecido. Esta doble declaración refleja la compleja posición de la administración: por un lado, la necesidad de mantener la autoridad de sus normativas y, por otro, la obligación de responder al clamor popular cuando una decisión es percibida como injusta. Al final, la historia de este café derramado se ha convertido en un poderoso recordatorio de que, a veces, la aplicación de la ley necesita una dosis de contexto y sentido común para no rozar el absurdo.
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