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Realidad logística

Dos españoles viajan a Marruecos y se encuentran en el hotel toallas de la Junta de Andalucía y Extremadura: ¿por qué han acabado ahí?

La explicación más coherente sobre el viaje de estas toallas se encuentra en el ciclo de vida del lino industrial

Dos españoles viajan a Marruecos y se encuentran en el hotel toallas de la Junta de Andalucía y Extremadura

Dos españoles viajan a Marruecos y se encuentran en el hotel toallas de la Junta de Andalucía y Extremadura / VÍDEO: @PerdigueroASP / EL PERIÓDICO DE EXTREMADURA

Alexandra Costa

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Lo que comienza como una anécdota de viaje puede convertirse rápidamente en un fenómeno viral que destapa una realidad logística mucho más compleja de lo que parece. Esto es precisamente lo que ha ocurrido con el hallazgo insólito de varios turistas españoles en Marruecos, quienes, al alojarse en hoteles del país vecino, se han encontrado con toallas que lucían logotipos muy familiares: los del Servicio Extremeño de Salud (SES) y los de la Junta de Andalucía. El caso más reciente, que ha reavivado el debate en redes sociales, fue documentado por el influencer Jorge Amor, quien mostró estupefacto una toalla del Área de Salud de Navalmoral de la Mata en su hotel marroquí.

Este tipo de descubrimientos genera una pregunta inmediata y cargada de misterio: ¿cómo es posible que material inventariado y de uso exclusivo de la sanidad pública española termine en el sector hotelero de otro país? Lejos de ser un simple descuido, la respuesta apunta a un intrincado circuito global de reciclaje y venta de textiles que opera en los márgenes de la oficialidad. Aunque la primera reacción pueda ser pensar en un robo o una donación, la explicación más plausible revela un sistema industrial donde nada se desperdicia y todo tiene un segundo, tercer o incluso cuarto uso, muy lejos de su propósito original.

El viaje inesperado

La historia se hizo viral a través de un vídeo en el que el creador de contenido Jorge Amor mostraba, con una mezcla de humor y sorpresa, una pila de toallas idénticas con el emblema sanitario extremeño. "Si habéis notado últimamente que os faltan toallas, ya sabéis dónde están", bromeaba, sin saber que su publicación abriría un debate sobre la trazabilidad del material público. Este no es un fenómeno aislado; otros viajeros han reportado hallazgos similares con ropa de cama y toallas de diversas instituciones españolas, incluyendo la Junta de Andalucía, en albergues y hoteles de bajo coste en Marruecos.

La sorpresa inicial de los usuarios dio paso a un mar de hipótesis. Algunos apuntaron a posibles donaciones humanitarias, una práctica común pero que en este caso fue rápidamente descartada por las autoridades. Otros sugirieron la posibilidad de una sustracción masiva, aunque la escala del fenómeno hace esta opción poco probable. La clave, sin embargo, parece estar en un eslabón intermedio y a menudo invisible para el público: las lavanderías industriales que prestan servicio a hospitales, residencias y grandes cadenas hoteleras.

La ruta de los textiles descartados

La explicación más coherente sobre el viaje de estas toallas se encuentra en el ciclo de vida del lino industrial. Los hospitales y otras grandes instituciones externalizan sus servicios de lavandería a empresas especializadas. Estas prendas (toallas, sábanas, uniformes) tienen una vida útil limitada. Cuando una toalla presenta un desgaste excesivo, manchas imborrables o simplemente no cumple con los estrictos estándares de calidad e higiene, es retirada del circuito sanitario oficial. Es en este punto donde su camino se desvía.

Las lavanderías acumulan enormes cantidades de este material descartado. En lugar de desecharlo, a menudo lo venden por peso a empresas mayoristas dedicadas al reciclaje textil o al comercio de ropa de segunda mano. Estos mayoristas clasifican el material y lo exportan en grandes fardos a países donde existe una alta demanda de textiles a bajo coste, siendo el norte de África uno de los principales destinos. Una vez en Marruecos, estas toallas, todavía en condiciones de uso aceptables para otros fines, son adquiridas por pequeños empresarios, hoteleros o comerciantes que las reintroducen en el mercado a un precio muy competitivo. Así, una toalla que un día secó a un paciente en Extremadura, encuentra una segunda vida en un hotel de Marrakech.

La reacción oficial y el dilema del control

El revuelo generado por el vídeo de Jorge Amor provocó una reacción inmediata por parte del Servicio Extremeño de Salud (SES). A través de un comunicado oficial, el organismo aseguró que "no consta pérdida ni cesión autorizada" de dicho material y anunció el inicio de una investigación interna para verificar el inventario y esclarecer cualquier posible irregularidad. El SES fue tajante al recordar que "todo el material con el logotipo del SES es de uso exclusivo sanitario y no puede comercializarse, donarse ni reutilizarse fuera del ámbito autorizado".

Esta declaración pone de manifiesto el principal problema: la dificultad de controlar el destino final de los activos una vez que son declarados como material de desecho. Aunque la venta por parte de las lavanderías pueda ser una práctica comercial extendida, roza la ilegalidad cuando se trata de material con logotipos institucionales. Este episodio sirve como un curioso recordatorio de las complejas e invisibles redes de la economía global, donde el viaje de un objeto tan mundano como una toalla puede contar una fascinante historia de logística, reciclaje y comercio transfronterizo que escapa a casi cualquier control.