Salud

Ni por las mañanas ni por las noches: así es como hay que comer el kiwi para ir al baño

Boticaria García, nutricionista: "El frío ayuda a las células a quemar más energía y adelgazar"

Ni por las mañanas ni por las noches: así es como hay que comer el kiwi para ir al baño

Lucía Feijoo Viera

Alexandra Costa

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El estreñimiento y la irregularidad intestinal son problemas comunes que afectan a una gran parte de la población. En la búsqueda de soluciones naturales, muchas miradas se dirigen hacia la alimentación, y entre las frutas más recomendadas suele destacar el kiwi. Su fama como aliado digestivo está bien merecida, pero ¿existe un momento ideal para consumirlo? ¿Es mejor por la mañana en ayunas o quizás por la noche antes de dormir? La respuesta puede sorprenderte: más importante que el cuándo, es el cómo. El verdadero potencial del kiwi para ayudarte a ir al baño no reside tanto en la hora del día, sino en una parte que habitualmente descartamos: su piel.

La idea de comer la piel del kiwi puede generar cierto rechazo inicial, principalmente por su característica textura vellosa en la variedad verde. Sin embargo, numerosos expertos en nutrición, como la reconocida farmacéutica y divulgadora Marian García (Boticaria García), insisten en los notables beneficios de consumir esta fruta entera, piel incluida, siempre tras una correcta higienización. Olvidar el pelador no solo es una cuestión de practicidad, sino una decisión inteligente para potenciar nuestra salud digestiva y general.

El poder oculto bajo la pelusa: fibra y nutrientes multiplicados

El principal argumento para no desechar la piel del kiwi radica en su impresionante aporte nutricional adicional. Al consumir el kiwi entero, estamos ingiriendo aproximadamente un 50% más de fibra dietética que si lo pelamos. Esta fibra es, precisamente, el componente estrella cuando hablamos de regularidad intestinal. Actúa de varias maneras: por un lado, la fibra insoluble añade volumen a las heces, facilitando su paso por el tracto digestivo y estimulando los movimientos peristálticos del intestino; por otro lado, la fibra soluble absorbe agua, lo que ayuda a ablandar las heces y previene el estreñimiento.

Pero los beneficios no terminan ahí. Comer kiwi con piel supone también un incremento significativo en otros nutrientes esenciales. Se estima que aporta un 32% más de folatos (vitamina B9), cruciales para la formación de células sanguíneas y el correcto funcionamiento del sistema nervioso, y un 34% más de vitamina E, un potente antioxidante liposoluble que protege nuestras células del daño oxidativo. De hecho, la capacidad antioxidante global del kiwi se triplica al incluir la piel en su consumo. Estos compuestos antioxidantes combaten los radicales libres, contribuyendo a la prevención del envejecimiento celular prematuro y al mantenimiento de una buena salud general. Por lo tanto, al pelar el kiwi, no solo desechamos fibra vital para nuestro sistema digestivo, sino también una concentración importante de vitaminas y protectores celulares.

Preparación y elección: cómo dar el paso a comerlo entero

Si la idea de incorporar la piel del kiwi a tu dieta te resulta atractiva por sus beneficios, es importante saber cómo elegir y preparar la fruta adecuadamente. Busca kiwis que presenten una piel lisa, sin magulladuras, zonas blandas o arrugas excesivas. Al tacto, deben ceder ligeramente a una presión suave, lo que indica un buen punto de maduración. Un kiwi demasiado duro estará ácido y uno muy blando puede estar pasado. Una vez en casa, pueden conservarse varios días en el frigorífico para ralentizar su maduración.

La preparación para comerlo con piel es sencilla, pero fundamental. Primero, lava el kiwi a conciencia bajo un chorro de agua fría. Si consumes la variedad verde, notarás su característica pelusilla. Puedes eliminarla frotando suavemente la fruta con un paño limpio, un cepillo de cocina suave específico para vegetales o incluso con el lado menos áspero de un estropajo limpio. Este paso no solo mejora la textura en boca, sino que también ayuda a eliminar cualquier resto de suciedad o pesticidas superficiales. Si lo deseas, puedes cortar los extremos, que suelen ser un poco más duros. Una vez limpio, el kiwi está listo para ser consumido directamente a mordiscos, como si fuera una manzana, o para ser troceado e incorporado a ensaladas, yogures o batidos. Si optas por licuarlo, no hay necesidad de pelarlo; la piel se integra perfectamente sin alterar negativamente el sabor o la textura final del preparado.

Superando la barrera de la textura: un hábito que merece la pena

La principal reticencia a comer kiwi con piel suele ser, sin duda, su textura, especialmente en la variedad verde (Actinidia deliciosa), que es más rugosa y vellosa. Sin embargo, esta percepción es en gran medida una cuestión de costumbre. Al igual que nos hemos habituado a comer otras frutas con piel, como manzanas o peras, podemos adaptarnos a la del kiwi. Frotar la piel durante el lavado ayuda a suavizarla considerablemente.

Para aquellos a quienes la textura les suponga un obstáculo mayor, existe una alternativa excelente: el kiwi amarillo o dorado (Actinidia chinensis). Esta variedad posee una piel mucho más fina, lisa y prácticamente sin vellosidad, lo que la hace más agradable al paladar para los principiantes en esta práctica. Su sabor, además, es generalmente más dulce y menos ácido que el del kiwi verde. Otra estrategia para acostumbrarse es empezar incorporando el kiwi con piel en preparaciones donde la textura quede más disimulada, como en batidos o smoothies, donde la licuadora hace el trabajo de integrarla por completo. Con el tiempo, es probable que la sensación inicial de extrañeza desaparezca, permitiéndote disfrutar de todos los beneficios de esta nutritiva fruta sin desechar ninguna de sus partes valiosas.