Salud

El médico Mario Alonso Puig recomienda este hábito para encontrar el bienestar cumplidos los 60

No se trata solo de mantener el cuerpo en forma, sino de nutrir activamente la mente y el espíritu

Gente mayor paseando

Gente mayor paseando / LUISMA MURIAS

Alexandra Costa

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Cuando reflexionamos sobre cómo alcanzar el bienestar, especialmente al adentrarnos en la etapa vital que comienza a los 60 años, nuestra mente tiende a dirigirse casi automáticamente hacia los pilares de la salud física. Pensamos en dietas equilibradas, rutinas de ejercicio adaptadas, mantener un peso adecuado, evitar hábitos nocivos como el tabaco o el exceso de alcohol, gestionar el estrés y asegurar un descanso reparador. Sin duda, estos elementos son fundamentales y constituyen la base sobre la que se asienta una vida saludable. Sin embargo, limitar el concepto de bienestar únicamente a estos aspectos físicos sería una visión incompleta. Existe una dimensión adicional, a menudo relegada a un segundo plano o incluso ignorada, que juega un papel igualmente crucial en la consecución de una vida verdaderamente plena y satisfactoria en la madurez. No se trata solo de mantener el cuerpo en forma, sino de nutrir activamente la mente y el espíritu, fomentando un crecimiento personal continuo que nos impulse y nos llene de vitalidad.

Redefiniendo el bienestar: la dimensión intelectual y emocional

El doctor Mario Alonso Puig, una figura eminente cuya trayectoria incluye una prestigiosa formación como cirujano en la Harvard University Medical School y décadas dedicadas al estudio del potencial humano, el liderazgo y la inteligencia emocional, arroja luz sobre esta faceta menos explorada del bienestar. Su enfoque trasciende la visión puramente fisiológica para adentrarse en cómo podemos cultivar nuestra riqueza interior como motor de una vida más plena. En una conversación reciente, el Dr. Alonso Puig destacó un hábito específico que considera esencial para lograr una mejora sustancial en nuestro estado general, un hábito que va más allá de las recomendaciones habituales de salud física. Este hábito reside en la esfera mental y anímica, y tiene el poder de transformar nuestra experiencia de envejecer. Se trata de mantener vivas las llamas del "interés y la curiosidad por aprender". Esta afirmación, realizada con contundencia, nos invita a considerar el aprendizaje no como una etapa limitada a la juventud, sino como un compañero de viaje indispensable a lo largo de toda nuestra existencia.

El antídoto contra la ceguera intelectual

La propuesta del Dr. Alonso Puig se fundamenta en una observación profunda de la naturaleza humana. Según él, el momento en que una persona pierde el interés genuino por descubrir, por explorar nuevas ideas, por entender diferentes perspectivas, marca el inicio de lo que él denomina "ceguera intelectual". Esta ceguera no es física, sino una limitación autoimpuesta que nos impide ver las innumerables oportunidades de aprendizaje que la vida nos presenta constantemente. Para ilustrarlo, compartió la anécdota de un cirujano técnicamente brillante pero que afirmó no tener ya nada que aprender en su campo.

Aunque su habilidad era innegable, su actitud cerrada le privaba de futuras mejoras y descubrimientos. Cerrar la "ventana del aprendizaje", como la describe el doctor, nos aísla no solo de nuevos conocimientos, sino también de la riqueza que podemos encontrar en las interacciones humanas. El aprendizaje no se limita a las aulas o los libros; se encuentra en las conversaciones, en las experiencias, e incluso en las personas que, sin poseer títulos académicos formales, atesoran una sabiduría vital extraordinaria. Mantener una actitud de aprendiz curioso nos permite extraer lecciones valiosas de cada situación y de cada encuentro, enriqueciendo nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos.

De acumular conocimiento a cultivar sabiduría

Es crucial, como subraya el Dr. Alonso Puig, diferenciar entre conocimiento y sabiduría. A menudo se usan indistintamente, pero representan conceptos distintos. El conocimiento se refiere a la acumulación de datos, hechos e información. La sabiduría, en cambio, es la habilidad de aplicar ese conocimiento con perspectiva, discernimiento, empatía y comprensión profunda del contexto. Es la sabiduría la que nos permite navegar las complejidades de la vida, tomar decisiones más acertadas y encontrar un significado más profundo en nuestras experiencias.

El hábito de mantener el interés y la curiosidad por aprender es precisamente el camino que nos conduce del mero conocimiento a la anhelada sabiduría. Al adoptar una postura de "aprendices permanentes", no solo expandimos nuestra base de conocimientos, sino que desarrollamos la capacidad de integrarlos, de ver las conexiones, de entender las implicaciones y, en última instancia, de actuar con mayor inteligencia vital. Esta vocación por el aprendizaje continuo es lo que verdaderamente impulsa nuestro crecimiento personal y nos dota de la perspectiva necesaria para afrontar los desafíos y disfrutar de las alegrías de la vida con mayor plenitud, especialmente en una etapa donde la experiencia acumulada puede fructificar en auténtica sabiduría si se combina con una mente abierta y curiosa. En definitiva, cultivar esta sed de aprender es invertir en nuestro recurso más valioso: nuestra propia capacidad de evolucionar y encontrar bienestar integral.

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