La trampa de la carne aguada

Que no te den agua por carne: fíjate en este importante detalle cuando compres pollo envasado

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Pechugas de pollo

Pechugas de pollo / Pixabay

Alexandra Costa

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Después del 'oro parece, plata no es, ¿qué es?', llega un nuevo capítulo: pollo parece, filetes de pechuga concretamente, pero este animal no es. No, al menos, del todo. Nos explicamos. Algunos consumidores han denunciado en las redes sociales que, tras comprar una bandeja de pechugas fileteadas, en casa se han topado con una desagradable sorpresa: el plato final dista mucho del esperado. En concreto, las porciones cocinadas son muy reducidas en comparación con la cantidad que adquirieron. Eso se debe a la trampa del pollo aguado.

No es algo nuevo: a los pollos se les inyecta agua. Los expertos admiten que es para que se congelen mejor. Sin embargo, los mayoría de usuarios desconoce este argumento, al margen de que sea lícito o no. Solo ven unas pechugas con un aspecto muy apetecible, bien hermosas, frescas y nada secas. En realidad, compran pollo con agua a precio de la carne.

España tiene una normativa bastante estricta sobre los productos envasados. El agua no está prohibida ni es nociva para la salud, pero las marcas la deben hacerla constatar en el etiquetado. Sucede lo mismo con los gases que ponen en los recipientes para preservar mejor los alimentos de las reacciones de oxidación.

Agua a precio de pollo

No creerías que los productos frescos envasados aguantan tan divinamente durante días en los supermercados por arte de magia, ¿verdad? Así que ya sabes, para que no te den agua por pollo, fíjate bien en el etiquetado. También hay una alternativa: ir al mostrador y adquirir la carne al corte. Supone dedicarle más rato a hacer la compra, lo sabemos, pero vale la pena.