Ciudades sostenibles

¿Cuáles son los mejores y peores árboles de ciudad contra el cambio climático?

Científicos valencianos estudian qué especies emiten más isopreno, un compuesto que dispara el ozono malo

Pinos y jacarandas en el viejo cauce del Túria (València)

Pinos y jacarandas en el viejo cauce del Túria (València) / Eduardo Ripoll

Minerva Mínguez

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En Alicante investigan con las pawlonias, en Pontevedra con la Betula pendula y en Las Palmas de Gran Canaria con el Laurus Nobilis. Son solo algunos de los estudios que se están llevando a cabo en distintos puntos del territorio para medir la capacidad de absorción de carbono de determinadas especies vegetales. Porque no todas tienen la misma capacidad de fijación de emisiones y, además, algunas incluso conviene evitarlas en zonas urbanas. Aunque la mayoría de árboles reducen la contaminación atmosférica, algunos tipos contribuyen a la formación de ozono malo, en una fatal combinación del isopreno que desprenden los compuestos orgánicos con los gases contaminantes del tráfico y la radiación solar. De ahí que en un contexto de calentamiento global, lo idóneo sería programar al detalle aquello que se quiere plantar en los jardínes urbanos para una mejora ambiental, al tiempo que se reducen los combustibles de origen fósil, o se apuesta por una movilidad mucho más sostenible.

El biólogo Vicent Calatayud Lorente, del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), lleva meses recogiendo datos que permitan elaborar una hoja de ruta en la lucha frente al cambio climático. Entre los árboles más recomendables para las zonas con elevada polución ambiental figuran la jacaranda (Mimosifolia), el tilo (Tila platyphyllos), o la morera (Morus alba). Por contra, la falsa acacia (Robinia pseudoacacia), ornamental y muy abundante en la mayoría de parques españoles, es de las que más isopreno emite.

Parque urbano de La Marjal, en Alicante

Parque urbano de La Marjal, en Alicante / Información

La palmera canaria (Phoenix canariensis), muy presente en todas las islas porque tolera la proximidad del mar y suelos arenosos, es de las menos aptas en enclaves con mucha circulación motorizada. Si se puede elegir, Calatayud recomienda la datilera (Phoenix dactylifera).

Especies que deben evitarse

En cambio, la Washingtonia tampoco es de las más aconsejables, como no lo es el chopo (Populus), presente en grandes extensiones en muchos jardines chinos.

En cuanto al eucalipto (Eucalyptus globulus), que tantos problemas está generando en los bosques gallegos, debería también evitarse por sus emisiones. Sus efectos tienen consecuencias catastróficas, ya que la composición de sus hojas vuelve el suelo tóxico, hidrófugo, lo reseca y lo compacta. Tampoco en Asturias se autorizan nuevas plantaciones en terrenos que no estén ocupados ya por esta esta agresiva exótica invasora oriunda de Australia y Nueva Guinea, vistas las consecuencias que tiene para la biodiversidad.

Mejor con olmos, ciruelos, perales y manzanos

Los olmos también evitarían la formación de contaminantes, al igual que los ciruelos, perales y manzanos ornamentales. Los pinos y otras coníferas como los cipreses presentan emisiones intermedias, pero tienen la ventaja de que, al tener hojas todo el año, eliminan contaminantes en invierno. 

La Universidad de Alicante, mientras, tiene entre sus últimos proyectos analizar el nivel de CO2 que puede secuestrar una plantación de Pawlonias situada junto a la cementera Cemex. Se trata de una especie que puede captar diez veces más carbono. La parcela ocupa ya una extensión de ocho hectáreas y suma 3.200 ejemplares. Sus grandes hojas pueden llegar a capturar 21,7 kilos de dióxido de carbono al día y convertirlos en seis kilos de oxígeno. Sin embargo, hoy por hoy está considerada una exótica invasora, ya que procede originariamente de China.

Jardines de Lourizán, en Vigo

Jardines de Lourizán, en Vigo / G. Santos /Faro de Vigo

La Universidad de Oviedo también elaboró en su día modelos matemáticos para determinar cuanto dióxido de carbono pueden absorber las especies más comunes en los bosques de Asturias y Galicia. El trabajo recopila las fórmulas aplicables a las diez especies más comunes en el noroeste peninsular, como el castaño (Castanea sativa), abedul celtibérico (Betula pubescens), haya y tres especies de roble .

El aparato que utiliza Calatayud en diversos puntos de la ciudad de València, pero que es exportable a cualquier punto, capta los compuestos volátiles orgánicos de las hojas hasta un pequeño tubo para después medir su reacción, ya en laboratorio, cunado interactúan con los gases contaminantes del transporte. La investigación se ralentizó por culpa de las restricciones de la pandemia, pues las muestras se han de recoger en los jardines urbanos, pero se espera ahora un nuevo impulso.

Los árboles ofrecen valiosos servicios ambientales, ya que regulan la temperatura además de purificar el aire. De ahí que la nueva Estrategia Forestal de la Unión Europea contemple la plantación de 3.000 millones de árboles hasta 2030. Eso sí, atendiendo a las condiciones de cada región, apostando por variedades autóctonas, más resilientes y preparadas para escenarios de estrés hídrico o condiciones ambientales más extremas. Las zonas urbanas y periurbanas, por su mayor contaminación ambiental, son prioritarias. Si el plan tiene éxito, en una década Europa debería contar con un 10 % de su superficie estrictamente protegida frente al 3 %.

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Entrevista

Vicent Calatayud, biólogo del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo:

"Bruselas quiere reverdecer las urbes, pero se ha de planificar bien"

El Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo lleva veinticinco años investigando sobre los eventos meteorológicos extremos, como olas de calor, lluvias torrenciales, así como la mitigación y adaptación al cambio climático. Pero también sobre la contaminación atmosférica en entornos urbanos, rurales e industriales y sus impactos. El biólogo Vicent Calatayud estudia ahora la interacción entre los gases contaminantes del tráfico y el isopreno que emite la flora.

Vicent Calatayud

Vicent Calatayud / CEAM

 «Europa plantea en su estrategia de adaptación al cambio climático reverdecer las ciudades, pero habría que mirar también aquellos árboles que emitan menos», comenta. «Que quede claro que yo no eliminaría ninguno de los que ya existen, porque los árboles son beneficiosos, pero sí planificaría bien de cara al futuro y teniendo en cuenta estos nuevos conocimientos», señala.

«Los servicios que nos ofrecen son incuestionables, porque regulan la temperatura y pueden reducir de uno hasta tres grados la temperatura respecto a otros enclaves de las grandes urbes», recuerda Calatayud. Pese a ello, remarca varias veces que no hay que fiarlo todo al papel de captadores de carbono, «sino que hay que reducir las emisiones de gases de los vehículos».

«Las plantas y árboles en una zona de montaña no representan ningún problema per se, únicamente se da este problema cuando tienes una combinación de compuestos orgánicos volátiles con niveles de óxidos de nitrógenos elevados y ahí es cuando se forma el ozono troposférico», razona.

Gran variedad de volátiles

El investigador recuerda que las plantas emiten gran variedad de Compuestos Orgánicos Volátiles (COVs). «Algunos de estos protegen la fotosíntesis de las hojas frente al calor. Otros son emitidos por las flores para atraer a polinizadores y también por los frutos, cuyo olor ayudará a los animales a diferenciar los maduros de los inmaduros. Además, suponen un mecanismo de defensa frente a las plagas de insectos: las plantas estresadas por ataques de algunos insectos aumentan la emisión de determinados COVs para atraer a otros insectos que atacarán a dicha plaga», señala.

Calatayud explica que hay que seguir apostando por este tipo de estudios «que permitirán avanzar en la construcción de ciudades más sostenibles». Los plátanos de sombra (Platanus hispanica), por ejemplo, son grandes emisores.