Un millón de especies animales y vegetales «va irremediablemente hacia la extinción»

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La biodiversidad mundial está reduciéndose a una velocidad de vértigo. Una de cada siete especies de todas las conocidas se dirige hacia la extinción y muchas otras están en declive. La causa, señalan los científicos, es exclusivamente humana. Estamos inmersos en la sexta extinción global que afecta al planeta y que tendrá fuertes impactos sobre la vida de las personas.

De los siete millones de especies de animales y plantas conocidas en la Tierra, más de un millón se encamina “irremediablemente hacia la extinción” y un 25 por ciento de todas ellas “sufre algún grado de amenaza”, según el catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo, Daniel García.

Estas cifras “representan una situación de extinción equivalente a las grandes extinciones globales que conocemos a través de los fósiles, como la de final del Cretácico, que se llevó por delante a los dinosaurios”, ha explicado García a Efe con motivo de la conmemoración, este pasado sábado, del Día Internacional de la Diversidad Biológica.

En su opinión, “estamos en medio de la sexta extinción masiva del planeta”, sólo que, a diferencia de las anteriores, “esta vez está sucediendo en sólo unos cuantos cientos de años”.

García ha lamentado que “la biodiversidad que conocemos y la que aún no conocemos, que parece ser una gran porción, está en crisis” y las poblaciones de “muchas especies“ se están reduciendo “severamente“ como, por ejemplo, las animales vertebrados salvajes, cuya cantidad “se ha aminorado a la mitad en los últimos 50 años”.

No obstante, aún “nos encontramos a tiempo de revertir o, al menos, de amortiguar en gran medida la crisis de biodiversidad” porque la causa última es “exclusivamente antropogénica” y está relacionada con el uso insostenible de los recursos naturales por la especie humana.

La solución “no es sencilla, pero sí factible” y, según este especialista, pasa por incrementar la extensión de los espacios protegidos y las reservas naturales para asegurar más especies y más hábitats en situación de bajo impacto y explotación, así como por recuperar de forma activa los ecosistemas degradados y las poblaciones diezmadas a través de medidas de restauración ecológica, como la recuperación de bosques.

A ello hay que sumar el fomento de un desarrollo sostenible de forma que “utilicemos los recursos naturales sin privar de los mismos a las próximas generaciones”.

García ha insistido en que una extinción masiva de especies, desde una perspectiva “puramente utilitaria”, supone “un enorme tiro en el pie de la humanidad”, porque desaparecen bienes de consumo, como los peces de las pesquerías colapsadas o las maderas de los bosques arrasados.

Esa pérdida incluye la de los servicios ecosistémicos, es decir, funciones de la biodiversidad que ofrecen los ecosistemas y que “repercuten directamente en nuestro bienestar”, como el control biológico de las plagas o la polinización, que “necesitamos para producir nuestras cosechas”, además del control del clima, la erosión y los argayos, que “necesitamos para vivir seguros”.

Asimismo, con menor biodiversidad “perdemos salud porque la destrucción de hábitats acaba con plantas que contienen nuevos fármacos” y, además, “fomenta la expansión de enfermedades transmisibles desde los animales a las personas”.

Por último, se pierde patrimonio pues “las especies y los paisajes naturales tienen un valor intrínseco y ético para muchos de nosotros”, ha enfatizado este experto.

La responsable del Programa de Especies de WWF España, Gema Rodríguez, ha insistido a Efe en el mismo sentido, calificando la situación de España de “preocupante”, porque, aun poseyendo la biodiversidad “más rica” de Europa, es el país “en el que está más amenazada”.

Los hábitats más amenazados son ríos y humedales, ya que, según datos de 2020, en España “el 100 % de las especies de peces de agua dulce están en estado de conservación desfavorable”.

Muchas otras se encuentran en “peligro crítico de extinción” como el visón europeo, el urogallo, el alcaudón chico, la jara de Cartagena, la cerceta pardilla o la nacra común.

“La dependencia del ser humano respecto a la biodiversidad es total”, ha resumido Rodríguez, quien ha defendido que no se trata de “disfrutar de un medioambiente sano o saber que nuestros hijos verán rinocerontes”, sino que la supervivencia “depende de los ecosistemas, de su funcionalidad y de sus servicios”.

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