Cómo crear tu propia rutina ‘ecofriendly’

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La situación del planeta depende de lo que hagamos todos y cada uno de nosotros. Nuestros hábitos diarios pueden aumentar o reducir el volumen de plástico que acaba en el mar, el agua potable que se consume para fabricar ropa o el CO2 que se emite a la atmósfera para obtener electricidad, entre otras muchas cosas. Aquí tienes algunas pautas para empezar a seguir una vida más ecológica y sostenible.

Abrir una lata de un refresco, envolver en plástico algún sobrante del almuerzo, lanzar un algodón usado al inodoro… ¿Cuántas veces pueden repetirse estos gestos durante un día? ¿Y durante un año?

En el ámbito urbano, las empresas gestoras de residuos recogen más de 485 kilos de residuos domésticos al año por habitante en España, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (2018). De toda esa basura, menos del 20% se corresponde con la recogida separada, esto es, reciclada.

Por ello, Greenpeace recuerda que para mitigar la contribución ciudadana a la contaminación del entorno, especialmente el urbano, no solo basta con reciclar sino que es necesario construir una rutina que abandere la “regla de las tres R”: Reducir, Reutilizar y Reciclar.

De hecho, el término ‘reciclar’ se añade como último paso, ya que antes es necesario adoptar gestos sencillos en nuestro día a día que alarguen la vida útil de los bienes que consumimos e incluso consigan no tener que tirarlos al contenedor.

Reducir: ¿De verdad necesitamos tantas cosas?

Reducir: ¿De verdad necesitamos tantas cosas?El primer paso hacia una rutina ecofriendly es practicar un consumo consciente, responsable y sostenible, evitando las compras copiosas, excesivas y, sobre todo, descartando los artículos de un solo uso, con especial atención a los plásticos, un material que puede tardar entre 200 y 500 años en descomponerse.

Por ejemplo, debemos huir de las frutas y verduras envasadas en bandejas de poliespán plastificadas, envases o bolsas de plástico y optar por la compra a granel, acudiendo con nuestras propias bolsas desde casa. En este caso, los cestos, los carritos, las bolsas de tela o de rejilla son una buena opción que garantizan una compra sin plásticos de por medio.

Por otro lado, ya existen alternativas naturales para desterrar por completo el plástico con el que envolver restos de alimentos que se quieran conservar, como los envoltorios reutilizables elaborados a base de cera de abeja y resinas vegetales.

Además, es importante cerciorarse que los alimentos que vamos a adquirir sean productos locales, una práctica que no solo busca apoyar al comercio autóctono sino fomentar lo que se denomina como ‘alimentación de kilómetro cero, que trata de esquivar esos bienes que han viajado miles de kilómetros, desde otros continentes, para llegar a nuestra mesa, con el impacto medioambiental que eso genera.

Para evitar hacer un uso continuado de los envases desechables, como el vaso de cartón y tapa de plástico típico de, por ejemplo, los cafés para llevar, es muy eficaz llevar a la cafetería nuestro propio recipiente reutilizable para que nos sirvan la consumición. De la misma forma, adquiriendo una jarra filtradora o instalando un filtro permanente en el grifo de la cocina, no será necesario comprar agua embotellada. Será un gesto muy útil para ahorrar dinero y disminuir la producción de residuos plásticos.

En cuanto a la cosmética, los microplásticos son un elemento cada vez más presente en ciertos artículos destinado a la higiene personal como cremas, exfoliantes e incluso pastas de dientes. Greenpeace recuerda que es preciso descartar aquellos bienes con estos materiales incluidos en su composición, que podemos detectar fácilmente en las etiquetas o el envoltorio: polietileno (PE), polipropileno (PP), PET, PMMA y/o nylon.

En el apartado energético, es posible planificar un consumo más sostenible para poner freno a las emisiones tóxicas a la atmósfera. En el hogar, es importante cerciorarse de que se usan bombillas de bajo consumo o de tecnología LED. En casas con calefacción, es bastante útil la instalación de un termostato que permita ajustar la temperatura a las necesidades térmicas y evitar así cambios bruscos que eleven el consumo de energía.

Otra inversión que acaba resultando rentable es la instalación de electrodomésticos de clase A+++, que generan un menor gasto de energía. Además, gestos tan sencillos como apagar por completo la televisión o el ordenador, evitando el stand by (ese puntito rojo de la pantalla) o poner la lavadora o el lavavajillas solo cuando estén completamente llenos evitan que estos aparatos consuman energía en vano.

Las grandes urbes ofrecen ya diferentes opciones para conseguir una movilidad sostenible o, al menos, con un menor impacto que si nos desplazamos, por ejemplo, en un turismo o una motocicleta de gasoil o gasolina.

En este sentido es preferible optar por el transporte público, ya sea autobús, metro, tranvía o tren, o bien se pueden usar vehículos de movilidad individual, como bicicletas o patinetes eléctricos, siempre y cuando se respete la normativa municipal. Si no cabe esa opción, apostar por un coche eléctrico es una buena inversión, ya que los vehículos de combustión tienen los días contados.

Reutilizar: todo tiene una segunda vida

Reutilizar: todo tiene una segunda vida

Antes de dar por finalizada la vida útil de un artículo, es posible encontrarle un nuevo uso antes de lanzarlo al contenedor y fomentar la economía circular. Con algo de imaginación, es sencillo darles una solución con algo de bricolaje.

Es el caso de los botes usados, se pueden retirar las etiquetas, decorarlos y usarlos para guardar nuestros productos de cocina o incluso emplearlos en la construcción de lámparas colgantes, macetas, etc. Hay multitud de ideas.

Por otro lado, para dar una nueva vida al aceite de cocina usado (que jamás se debe verter por el fregadero o el inodoro) se puede fabricar jabón casero y artesanal elaborado sin detergentes.

Otra opción interesante es lo que propone Oxfam Intermón con respecto a la ropa, cuya confección tiene un gran impacto ambiental, por el gran consumo de agua, la producción de tintes, recubrimientos, blanqueo y mercerización… La ropa. Hay que huir de la publicidad que nos impulsa a comprar y tirar compulsivamente. Esa ropa en desuso también puede reutilizarse para crear nuevas prendas u otros artículos, como manteles, juguetes, forros, trapos… o también podemos venderla en app de prendas de segunda mano e incluso donarla a organizaciones sociales.

Reciclar: cuando ya no hay más remedio

Reciclar: cuando ya no hay más remedio

Esta debe ser la última fase de nuestra rutina sostenible, ya que marca el final del uso de un artículo antes de convertirse en residuo. En este caso, es imprescindible cerciorarse de hacer una separación correcta para permitir la recogida selectiva: papel y cartón al contenedor azul; plásticos, latas y bricks al amarillo, vidrios al verde y orgánicos y no reciclables al contenedor gris.

En el caso del aceite usado, hay un contenedor específico para ello en la vía pública, por lo que se debe ir acumulando poco a poco hasta tener el suficiente como para rellenar un recipiente y llevarlo a su punto de reciclado.

Atendiendo al sector industrial y de las telecomunicaciones, surge una cuarta ‘R’ para luchar contra la obsolescencia programada y la extensión de grandes vertederos tecnológicos en terceros países. Esta es reparar, tratar de resolver las averías de nuestros equipos informáticos, la telefonía… antes de optar por comprar uno nuevo.