Metano, el peligroso 'gigante dormido', comienza a despertar en el Ártico
El metano, en un periodo de 20 años, tiene un efecto en el calentamiento global 80 veces más potente que el CO2. Y las emisiones que estamos viendo en el Ártico, poniéndonos en el peor podría ser suficiente para calentar la Tierra hasta 6°C en tan solo 80
El cambio climático que los humanos estamos provocando está poniendo en riesgo nuestra propia existencia como especie. Y cada vez tenemos más razones para preocuparnos.
Una de las mayores incertidumbres a la que nos enfrentamos son los hidratos de metano, lo que algunos científicos catalogan como 'el gigante dormido del ciclo del carbono'.
Bajo condiciones determinadas de frío y/o altas presiones, los hidratos de metano -también conocidos como clatratos de metano- pueden existir. Pero la cada vez mayor temperatura de ciertas regiones del océano está provocando que los hidratos se descongelen.
En el Ártico podemos encontrar larguísimas extensiones de permafrost (la capa de suelo permanentemente congelado) submarino. Cientos de kilómetros donde hay presencia de clatratos. Y un equipo de científicos pertenecientes al ISSS (Estudio Internacional de la Plataforma Siberiana, por sus siglas en inglés) ha evidenciado su deterioro.
En el mar de Laptev, al norte de Siberia, han encontrado grandes cráteres en la superficie marina producto de la ruptura de los hidratos y posterior eliminación de burbujas de metano. También han detectado a 350 metros de profundidad concentraciones de metano 400 veces superiores a las atmosféricas.
Al descongelarse los hidratos, el metano queda libre y es mayormente disuelto en el agua. Pero cierta cantidad llega a la superficie, desde donde podría escapar a la atmósfera. Un hecho preocupante y que ahora parece probable, pues los investigadores del ISSS han detectado una concentración de metano en la superficie del mar de Laptev hasta 5 veces superior a los valores normales.
¿Qué es el metano?
El metano es un gas de efecto invernadero que puede producirse por muchos procesos de forma natural. Es de sobra conocido que las vacas emiten grandes cantidades de este gas. Otras fuentes, como los arrozales, también lo hacen aunque pueden ser más ignoradas por el público general. Pero, independientemente de su origen, el efecto invernadero del metano está profundamente estudiado.
Este gas tiene una semivida de 12 años en la atmósfera. Es decir, pasados 12 años desde su liberación se reduce su concentración a la mitad.
Pero tiene una contraparte muy peligrosa, y es que el metano, en un periodo de 20 años, tiene un efecto en el calentamiento global 80 veces más potente que el CO2.
Por lo tanto, la situación de los hidratos de metano debería ser un tema de urgencia global.
Se trata de ingentes acumulaciones de metano que se mantienen en los fondos oceánicos o bajo mares polares pero que, a causa del calentamiento de las aguas, están empezando a liberarse.
Se desconocen aún las dinámicas que podría seguir el metano tras la ruptura de los hidratos. Puede que la gran mayoría del gas se disuelva en la vastedad del océano y tan solo una parte insignificante se elimine a la atmósfera.
Pero, poniéndonos en el peor de los escenarios, si la mayoría de los hidratos se descongelaran abruptamente, el metano emitido podría ser suficiente para calentar la Tierra hasta 6°C en tan solo 80 años.
Cabe decir que las observaciones de los científicos del ISSS han de ser tomados con prudencia, porque son aún datos preliminares, pendientes de estudio y publicación oficial.
Pero de confirmarse, sería ya el tercer sitio del Ártico donde se registra la emisión de metano a consecuencia de la ruptura de los hidratos.
Los estudios como el expuesto muestran lo que ya es una realidad. Y si bien es demasiado pronto para predecir el curso de los clatratos, la detección de estas concentraciones de metano en el océano Ártico indica un cambio de tendencia, un punto crítico que podría tener consecuencias nefastas para la vida sobre el planeta.
De continuar liberándose gases de efecto invernadero, podríamos adentrarnos aún más en una dramática espiral de retroalimentación positiva. Una situación dantesca donde un océano cada vez más caliente favorezca la eliminación de los clatratos, lo que a su vez conllevaría mayores emisiones de metano y el consiguiente aumento de la temperatura global.
El océano Ártico es cada vez menos frío. Las corrientes cálidas del Atlántico están penetrando en él como consecuencia exclusiva del calentamiento global antropogénico. Y esta situación no va a revertir a corto plazo. De hecho, a octubre de 2020, aún no se ha comenzado a formar hielo oceánico en el Ártico. Otro dramático récord jamás visto.
De seguir así los hidratos de metano continuarán rompiéndose. Y el futuro de la Humanidad cada vez será más incierto.
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