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Por qué las relaciones adolescentes virtuales perpetúan estereotipos machistas

Un chico usa su teléfono móvil

Un chico usa su teléfono móvil / 123RF

María Soledad Andrés Gómez

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Distintos informes de organizaciones internacionales y de ámbito nacional advierten desde hace más de una década de los riesgos que comporta durante la adolescencia el uso de las redes sociales.

Estos informes coinciden en que los chicos y chicas adolescentes acceden de manera generalizada a las redes, usándolas para establecer nuevas relaciones de amistad y mantener las de su entorno presencial.

La investigación académica, por su parte, también se ha ocupado del asunto desde distintas perspectivas. Así, el estudio de la adolescencia, de carácter esencialmente interdisciplinar, analiza la influencia que tiene en el desarrollo adolescente la participación en las comunidades virtuales.

Por tanto, han quedado atrás supuestos de décadas anteriores en donde se asumían diferencias en las interacciones entre los mundos presenciales y virtuales: a día de hoy, ya no se discute la continuidad entre ambos entornos de socialización.

Internet y comportamiento ético

Desde los primeros estudios en este campo, se ha destacado la importancia de considerar la doble vertiente del uso de internet: como herramienta y como contexto social.

Esto hace que tenga un doble impacto en los aspectos relacionados con el desarrollo moral que se afrontan de forma especial en la adolescencia: si como contexto, internet permite conectar e interactuar con pares y con desconocidos, y participar en comunidades en línea, es ahí en donde estriban no sólo las oportunidades, sino también los riesgos y desafíos para el comportamiento ético.

El anonimato en la participación, junto con la conectividad casi permanente, son aspectos que afectan a la privacidad, y al tipo y calidad de la información que se recibe y comparte.

Vulnerables en todos los ámbitos

De esta forma, en el denominado “lado oscuro” de internet, destaca un problema que afecta de manera especial a las chicas adolescentes y jóvenes.

Ellas son las víctimas de agresiones en prácticamente todos los ámbitos relacionados con la sexualidad: cortejo con hostigamiento, ciberdating o violencia en cita en las relaciones de pareja, invitaciones a la práctica del sexo, mensajes o llamadas de acoso sexual explícito, stalking o acecho, insultos, envío y recepción de material pornográficosextorsion (chantaje con imágenes de contenido sexual), grooming (búsqueda de la confianza para obtener concesiones de índole sexual), sexting (difusión de contenidos de carácter sexual), suplantación de personalidad, etc.

Esta vulnerabilidad digital de las chicas también es producto de los estereotipos sexistas vinculados al “amor romántico” que, actuando en el entorno presencial, se mantienen en el virtual: los celos, el control de los dispositivos a través del intercambio de contraseñas, el del uso del tiempo fuera de la relación de pareja, etc., considerándose como “prueba de amor”.

El ‘ser para otros’, acentuado

La investigación educativa y feminista destaca el peligro: el “ser para otros” de las mujeres, frente al “ser para sí” de los hombres, estaría en la base de la violencia de género en donde las mujeres son las responsables del funcionamiento de la relación.

De especial interés, por la alarma que genera en familias e instituciones educativas, y por su previsible influencia en el desarrollo afectivo-sexual en la etapa adolescente, es el consumo de pornografía que, por las características de gratuidad en el acceso y de anonimato en el uso, tiene una amplia presencia en el espacio virtual. Siendo un campo específico de estudio, relativamente reciente, nuestra investigación (en proceso de publicación) muestra resultados interesantes, aunque aún no contundentes.

Pornografía y amor romántico

Las chicas se muestran más críticas que los chicos en cuanto al consumo de pornografía; aunque también se observa en ellas cierta confusión, producto de la interiorización de mitos del amor romántico, como la anteposición del placer masculino al suyo propio, o la dificultad para expresar su deseo en las relaciones afectivo-sexuales.

Los importantes cambios de este período en los ámbitos cognitivo, emocional y social explican igualmente el interés por el conocimiento de todo lo relacionado con el cuerpo y la sexualidad. Estudios recientes señalan que una amplia mayoría de chicos comienzan el visionado de pornografía con menos de 16 años, así como que su consumo frecuente es realizado por cerca de la mitad de los varones adolescentes.

La importante y compleja tarea educativa

La tarea educativa de la institución escolar es de importancia crucial para el abordaje de la educación afectivo-sexual en la adolescencia, si no se quiere dejar que sea la pornografía el lugar del aprendizaje.

La tarea no es sencilla por distintas razones, entre ellas, por la potente influencia del contexto social. En él, los estereotipos sexistas predominan, y ofrecen una visión errónea de la conducta sexual: se invisibiliza el deseo mutuo y compartido de los protagonistas de la relación.

Otro factor que complica la tarea es una característica específica del desarrollo en la adolescencia: la existencia de una conciencia difusa entre lo que se debe y se puede hacer, y lo que no.

Solamente alcanzar una moral autónoma que se base en los principios éticos universales de respeto al otro, y de la empatía cognitiva y emocional en las relaciones interpersonales, nos permite avanzar en la igualdad entre mujeres y hombres. La escuela ha de acompañar a su alumnado en este camino.

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Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.