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Juicios mediáticos: historias de héroes y villanos en las que muere la presunción de inocencia

Los encausados quedan como atrapados en este guion narrativo y se convierten en villanos mediáticos

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Marta Sánchez Esparza

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Los relatos mediáticos en torno a procesos judiciales siguen un arquetipo narrativo que afecta al ejercicio del derecho a la presunción de inocencia de los investigados. Dicho relato determina la percepción de la opinión pública y destruye la fama de las personas encausadas, a menudo personajes públicos cuya imagen y reputación quedan afectadas para siempre.

A nivel procesal, sin embargo, la imputación no es sino el inicio de las investigaciones sobre presuntos hechos delictivos, sin que las autoridades judiciales hayan determinado aún la culpabilidad o inocencia de los implicados. ¿Cómo se construyen estos relatos periodísticos que tanto afectan a la imagen y reputación de personas y colectivos?

Lo primero que hay que decir es que toda información sobre unos presuntos hechos delictivos es una reconstrucción de esos hechos, la elaboración de una versión que precede en el tiempo y en el imaginario de la opinión pública al resultado del juicio ante un tribunal de Justicia. Los jueces harán más tarde su propia reconstrucción, que será notificada en la correspondiente sentencia.

Pero mucho antes de que esta resolución llegue a la ciudadanía lo habrá hecho el relato de la prensa, en tiempo real, a veces mientras se producen las primeras detenciones o una operación policial sigue abierta. Este relato de los medios carece de segunda instancia. No hay otro tribunal que enmiende la plana al veredicto de la prensa.

La teoría del ‘framing’

La teoría del <em>framing</em>, especialmente considerada y objeto de investigación durante las últimas dos décadas, es acorde con estos postulados. Según esta teoría, las versiones del mundo que codifican y transmiten a diario los medios de comunicación configuran marcos de interpretación, y generan así un clima de opinión, un encuadre para dar sentido a los hechos; todo ello en función de unos valores previos que determinan la forma de narrar. Los medios dictan así lo que es admisible y lo que no, lo que es reprochable, lo legítimo y lo ilegítimo, incluso la culpabilidad o la inocencia.

El proceso de construcción de los relatos periodísticos sobre procesos judiciales se topa además con la dificultad que los periodistas tienen para acceder al sumario judicial, y el hecho de que la información con la que trabajan sea dosificada en su mayor parte por la Fiscalía y la Policía. El origen de las fuentes y de los datos que maneja el narrador periodístico condiciona su hipótesis de partida sobre los hechos.

Los tiempos que marcan el trabajo periodístico junto a la versión inicial incriminatoria de determinadas fuentes provocan que el primer relato sea el más lesivo para la presunción de inocencia, y que coincida con la fase de mayor atención mediática: la del estallido del escándalo y el conocimiento de los hechos en la opinión pública. La proliferación de informaciones en los medios durante la fase de instrucción del caso es hasta seis y siete veces superior a la publicada durante las sesiones del juicio oral, donde se cotejan todas las versiones y se toman en consideración las tesis de los acusados.

El caso Malaya

El estudio cuantitativo de las informaciones referidas a procesos de corrupción política como el caso Malaya, aparecidas en los momentos clave en los principales periódicos nacionales, ha acreditado la existencia de un juicio previo al verdadero juicio. Las entrevistas a expertos en el relato periodístico en general, y en el caso Malaya en particular, confirman además que la primera versión policial no fue puesta en cuestión por los medios, y que la prensa la asumió como la definitiva, cuando todavía es una versión preliminar que debe de ser corroborada a lo largo de las investigaciones.

Esa versión policial fue además la predominante en el resto de las informaciones sobre el caso, que se construían con sucesivas revelaciones que aportaban más luz y que los periodistas incorporaban al relato global, siempre de acuerdo con el punto de vista de partida.

Las entrevistas con profesionales que adaptaron el relato de la prensa a guiones para una miniserie de televisión o a una novela confirmaron que en las narraciones periodísticas sobre el caso había una estructura dramática de lucha entre el bien y el mal que sitúa a unos personajes como héroes (jueces y policías) y a otros como villanos. Hay un eje narrativo que se reproduce, a modo de patrón, similar al de las fábulas morales. Estos roles se acentúan mediante perfiles y descripciones sobre la personalidad, gustos o modo de vida de los investigados.

Héroes y villanos

El eje narrativo latente en estos relatos los convierte en narraciones épicas con héroes y villanos. Se trata de un relato transmedia, fácilmente adaptable de un medio y de un soporte a otros, de la prensa a la televisión, a la ficción audiovisual o escrita, etcétera. El eje dramático, además, genera determinadas expectativas sobre premios y castigos en torno a los personajes de la historia.

Los encausados quedan como atrapados en este guion narrativo. Se convierten en villanos mediáticos. Por eso es muy difícil que, a posteriori, el que fue dibujado como culpable sea rehabilitado y su fama se vea repuesta. En el caso de que años más tarde se desbarate la versión inicial, el que fue descrito como un villano en el relato público no dejará de serlo. Ha sido prejuzgado, embutido en un rol y expuesto ante la opinión pública en el interior de un personaje del que nunca podrá librarse, aunque la Justicia lo exonere del resto de responsabilidades. Below is The Conversation's page counter tag. Please DO NOT REMOVE.

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Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.