En Ullestrell

Una panadería del Vallès celebra sus 150 años de historia con el éxito del relevo generacional

El Forn Anglada conocido como 'Cal Forner', en Ullastrell, ha pasado por seis generaciones y lo celebrará con una fiesta popular el próximo sábado 12 de abril

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La família Anglada, propietarios de la panadería 'Cal Fornet' en Ullestrell

La família Anglada, propietarios de la panadería 'Cal Fornet' en Ullestrell / Cedida

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Pocos comercios pueden presumir de haber sobrevivido siglo y medio en activo, y menos aún en un municipio pequeño como Ullastrell, vecino de Terrassa (Vallès Occidental). El Forn Anglada, ubicado en el número 22 de la calle Serra, popularmente conocido como Cal Forner, es una excepción. En un contexto donde muchos comercios centenarios han cerrado sus puertas recientemente. Fundado en 1875, ha pasado de generación en generación —ya van seis— manteniendo su actividad sin interrupciones y convirtiéndose en símbolo de arraigo, trabajo familiar y resistencia rural. Hoy, hace 150 años y un día desde que se encendió su horno de leña por primera vez. Y la familia quiere celebrarlo.

Este sábado 12 de abril, el Forn Anglada abrirá las puertas de su obrador, su horno y su historia. Será una fiesta popular, una merienda en la plaza, un reencuentro entre generaciones. Pero, sobre todo, será un homenaje a la vida compartida que se ha cocido entre esas paredes de piedra. La celebración, que comenzará a las seis de la tarde, incluirá una exposición de objetos antiguos titulada Les golfes de Cal Forner, ubicada en la sala de exposiciones de El Progrés. También habrá música, poesía e intervenciones de miembros de la familia.

“Esto no se toca, que es del avi.” Esa frase resuena en la memoria de Magda Anglada, quinta generación de panaderos, recordando su infancia entre los armarios cerrados a cal y canto en las amplias buhardillas de la casa familiar. No imaginaba entonces que aquellos muebles polvorientos escondían cápsulas del tiempo: cromos de la Primera República, documentos notariales de 1875, balanzas que medían en onzas, una pastera de madera rescatada y restaurada por un vecino… Tesoros domésticos que hoy forman parte de la exposición conmemorativa.

El Forn Anglada comenzó a funcionar a finales del siglo XIX, cuando el pan se cocía con leña y se repartía en burro por caminos de tierra. El edificio original aún conserva la cisterna, el corral, el establo y el patio interior. Aunque los procesos se han modernizado con el paso del tiempo, la elaboración artesanal y el trato directo con la clientela siguen siendo marca de la casa.

“Durante muchos años, los vecinos traían la masa hecha de casa y venían aquí solo a cocerla. Era un punto de encuentro”, explica Magda. “Hoy seguimos siendo un lugar de paso diario, pero también de memoria. Mucha gente nos dice que aquí compraban sus abuelos.”

La historia del forn Anglada, en Ullestrell

La historia del forn Anglada, en Ullestrell / Cedida

La continuidad del negocio se entiende tanto por el compromiso familiar como por el apego del vecindario. Con esta celebración, los Anglada rinden homenaje a sus antepasados, pero también reafirman su apuesta por el oficio en un contexto de despoblación rural y transformación del consumo. “Hacer pan cada día requiere constancia, paciencia y amor. Este horno ha visto pasar guerras, crisis y siglos, pero nunca ha dejado de encenderse.”

“Nos hemos puesto al día para llegar a todos”

El horno atrae a la clientela de siempre, fieles, pero también a nuevos vecinos que buscan panes integrales, de espelta, con cereales, nueces u olivas. “Nos hemos puesto al día para llegar a todos los públicos”, asegura Magda. Desde Terrassa, Castellbisbal, Viladecavalls y hasta Olesa suben cada fin de semana a por pan.

El primer documento que acredita la existencia del horno data de abril de 1875: unos capítulos matrimoniales firmados por el notario de Olesa, donde ya se menciona la casa con horno, cisterna y patio. Con el paso del tiempo, Cal Forner fue también tienda de ultramarinos, fonda para obreros, estanco e incluso taller de bicicletas. “La casa nunca ha dejado de reinventarse, pero sin perder el alma”, resume Magda.

Durante la Guerra Civil, el abuelo Josep Anglada se negó a abandonar el horno tras una fornada recién hecha. “Se la confiscaron entera”, cuenta su nieta, aún con una chispa de orgullo por aquella obstinación panadera.

Hoy, el horno de leña sigue en su ubicación original, adaptado a los nuevos tiempos pero leal al método artesanal. En él trabajan la quinta y la sexta generación: Magda y sus dos hijos, que recientemente se incorporaron tras la jubilación de una dependienta. “No sabemos si se quedarán, pero de momento están aquí.”

Organizar la celebración ha supuesto también un viaje emocional para la familia. “Hay armarios que no se habían abierto en generaciones”, cuenta Magda. “Uno guardaba las armas del padrí, que era cazador. Otro, cromos de chocolate de una marca que ya no existe. Esta casa guarda cosas que no están en los libros de historia, pero que cuentan mucho", concluye.